El tiempo cabe en una lata
Una peque?a legi¨®n de fot¨®grafos coloca por todo el mundo rudimentarias c¨¢maras que emulan a los pioneros de la imagen y captan el movimiento del sol
![Las torres Kio.](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Q2V5W5PTJ7IGQBD6KRF7AFDO7Q.jpg?auth=60bb0bc6bd1b35e2e0a594721f067d7bd567b70ea3dbfd82f896f29dc2612685&width=414)
Saldr¨¢n de noche o en d¨ªas an¨®nimos, abandonando guaridas solitarias, porteadores de extra?os artilugios, lentamente dirigir¨¢n sus pasos hacia el objetivo, mirar¨¢n hacia atr¨¢s si salta un chasquido, entrar¨¢n en t¨²neles, saltar¨¢n cercas, escalar¨¢n andamios, aupar¨¢n sus cuerpos ansiosos a farolas, ¨¢rboles, postes, balcones, olisqueando la presa, ¨¢vidos de sangre, la sangre m¨¢gica de la luz y del tiempo. Regresar¨¢n, el coraz¨®n a borbotones, a sus salas oscuras, a sus m¨¢quinas y a sus rituales de sacrificio. Rendir¨¢n culto, una y otra vez, sin desmayo, a los dioses. Solaris. Tarkovski. El astro supremo ¨Cdios Sol¨C entrando por el ojo de la aguja en cualquier templo de la naci¨®n mapuche. Los incas. El antiguo Egipto y el disco solar de Am¨®n Ra. Tambi¨¦n las c¨¢maras oscuras de Nic¨¦phore Niepce, y los fantasmas invisibles de aquellas im¨¢genes primigenias, los dioramas de Daguerre, Boulevard du Temple, 1838, una calle llena de gente invisible. La fotograf¨ªa como espejo que confirma lo que vemos y a la vez lo niega. El proceso de la bala atravesando la manzana, la fascinante corona provocada por la salpicadura de la gota de leche: los inquietantes territorios donde se sit¨²an las fronteras de la magia y la verdad.
Aunque lo parezca, no son miembros de una secta. O quiz¨¢ s¨ª.
Una secta creciente en adeptos que se extiende, colocando c¨¢maras de fotos en cualquier lugar y su contrario, cuanto m¨¢s oculto, mejor: de Polonia a Espa?a y de Arizona a But¨¢n, de un pino en los bosques helados de Soria a un despacho en el edificio de las Naciones Unidas en El Cairo, de un tejado frente a la Embajada francesa en Bagdad a una farola an¨®nima frente a las cuatro torres-colosos de la Castellana, de un letrero de la Puerta del Sol a los matorrales que corren paralelos a la orilla de un lago finland¨¦s, de una pared en Seattle al ¨²ltimo vestigio de vida humana en un poblado de las islas Svalbard, con cuidado de no perder el norte y que te coma un oso polar¡ Una secta, s¨ª, llamada solarigraf¨ªa y vertebrada por la actividad fren¨¦tica de una peque?a legi¨®n de fot¨®grafos-aventureros cuya misi¨®n prioritaria es tan sencilla como esta: el retorno a las fuentes, el tributo a los pioneros de la fotograf¨ªa ¨CNiepce, Daguerre, los calotipos y los dibujos fotog¨¦nicos de Henri Fox Talbot y hasta los chinos, siempre los chinos como antecesores de algo, tambi¨¦n de los primeros experimentos en la obtenci¨®n de im¨¢genes a trav¨¦s de c¨¢maras sin lentes¨C. Es la de los fot¨®grafos de la solarigraf¨ªa una lucha denodada, aunque no confesada, contra la violenta fugacidad de nuestras sociedades, tambi¨¦n una apuesta sin resquicio de duda por el valor del paso del tiempo, y no por el tiempo que tan solo est¨¢ de paso. Una suerte de vacuna contra la prisa contempor¨¢nea y su creciente porcentaje de absurdo y mentira.
Una c¨¢mara estenopeica (sin lentes) dotada de papel fotosensible y en la que se ha practicado un agujero de 0,22 mil¨ªmetros de di¨¢metro ¨Cel obturador¨C, un poco de silicona para adherirla a cualquier superficie y material, y muchas ganas de comprobar a cada rato la magia que aporta para un fot¨®grafo profesional o aficionado la plasmaci¨®n de im¨¢genes por ennegrecimiento (un poco como cuando retiramos un mueble de su emplazamiento y vemos la huella sobre el suelo) son las bases de esta aventura art¨ªstico-filos¨®fica. Una aventura ins¨®lita a trav¨¦s del mundo, protagonizada por lo que bien pudiera interpretarse como una reedici¨®n de Aquellos chalados y sus locos cacharros, titulada Time in a can (www.timeinacan.org). En espa?ol, El tiempo en una lata. ?En una lata? Tan f¨¢cil y tan insospechado como eso. Y ah¨ª est¨¢ la clave de todo. Explicaci¨®n.
En una mesa de una cafeter¨ªa abarrotada junto al hospital de La Paz de Madrid, Diego L¨®pez Calv¨ªn abre su mochila, de la que extrae un cilindro negro muy similar a una de esas latas de refresco energ¨¦tico. Es una lata de refresco energ¨¦tico. Diego, que hace cinco minutos se hab¨ªa subido a una barandilla con una navaja, hab¨ªa despegado la lata de la farola rajando la masa de silicona y se la hab¨ªa echado al zurr¨®n, acaba de elegir una mesa en la cafeter¨ªa, la mesa con menos luz de la sala. Se sienta, destapa la lata por uno de sus extremos con delicadeza, mira hacia su interior, lo huele, susurra: ¡°Mira, ah¨ª est¨¢, huele, huele a moho, a pintura, a tiempo, a cementerio¡¡±.
Mira, ah¨ª est¨¢, huele, huele a moho, a pintura, a tiempo, a cementerio¡¡± Diego L¨®pez Calv¨ªn
Dentro de la lata, modelo sleck de 33 cent¨ªmetros c¨²bicos y no otro (gentileza de la Asociaci¨®n de Fabricantes de Latas de Bebidas, cuyos responsables creyeron en esta locura y proporcionaron el material necesario), puede verse el papel fotogr¨¢fico enrollado, y sobre el papel, varias manchas de contornos perfectamente delimitados. Las manchas son rectangulares, oscuras y alargadas. Cuesta creerlo, pero no son otra cosa que las cuatro torres de la Ciudad Deportiva del Real Madrid, en la Castellana, y por encima de ellas, una curva de color verdoso formada por varios haces de luz. Diego peg¨® su lata-c¨¢mara en esa farola hace seis meses. Nadie repar¨® en ella, y si lo hizo, debi¨® de pensar que era cualquier cosa menos una c¨¢mara de fotos. Ahora puede haber una sobre su cabeza, en cualquier momento, en cualquier lugar. Pero es casi seguro que usted no la ver¨¢.
?Por qu¨¦ una lata de refresco? ¡°Porque es el recipiente m¨¢s ligero y a la vez m¨¢s resistente, a menudo siguen captando im¨¢genes aunque alguien las haya arrancado o tirado; tienen paredes finas, pero son fuertes, no pesan, son sensibles, son impermeables, son estancas a la luz, son¡ perfectas¡±, argumenta Diego L¨®pez Calv¨ªn.
La lata, la oscuridad y la luz, el tiempo, el papel fotosensible y el di¨¢metro de 0,22 mil¨ªmetros han fotografiado las torres de la Castellana. ?Magia? Se cierra el c¨ªrculo. En una ma?ana cualquiera de marzo de 2013, siglo XXI, asistimos al regreso mete¨®rico a los albores de la fotograf¨ªa, im¨¢genes impresas sobre un papel sin lentes, ni obturadores mec¨¢nicos, ni revelado, ni elementos qu¨ªmicos. Nada. O casi nada. Solo una lata de refrescos, un papel y tiempo. Ni m¨¢s¡ ni menos. Im¨¢genes que nos muestran cosas invisibles a simple vista.
Diego y su c¨ªrculo, medio centenar de fot¨®grafos, llevan dos a?os recogiendo los frutos de su imaginaci¨®n, su terquedad y su maestr¨ªa. A finales de 2011 se enviaron desde Madrid cinco c¨¢maras estenopeicas fabricadas con latas de aluminio y papel fotosensible con sales de plata ¨Cel papel tradicional utilizado para la fotograf¨ªa en blanco y negro¨C a cada uno de los 50 fot¨®grafos seleccionados en 15 pa¨ªses para el proyecto. Las c¨¢maras fueron colocadas en los emplazamientos elegidos el mismo d¨ªa (solsticio de verano) y, seis meses despu¨¦s, fueron retiradas el mismo d¨ªa (solsticio de invierno). Las ubicadas en el hemisferio norte deb¨ªan mirar hacia el Sur; las de la l¨ªnea del ecuador, al Este, y las situadas en el hemisferio sur, al Norte.
Como en cualquier cosecha, el momento de la recogida es el punto ¨¢lgido del proceso. Es donde a los fot¨®grafos solar¨ªgrafos les tiemblan las manos. A veces, pocas, el invento no sale bien. Alguien ha localizado la lata y se la ha llevado. O se ha despegado y se ha ca¨ªdo con el viento. ¡°Esto de salir a recoger las latas que llevan ah¨ª seis meses es una peque?a aventura que llamamos latafari¡±, explica L¨®pez Calv¨ªn. Escuch¨¢ndole, parece que las latas son un poco como sus hijas. ¡°Bueno, en realidad es como ir a recoger fruta¡ y luego con las frutas te haces una mermelada¡±.
Y as¨ª es. La mermelada, artesanal como pocas, la hace el inventor de Time in a can cuando vuelve a su cuartel general, el Estudio Redondo, en un s¨¦ptimo piso de la Gran V¨ªa de Madrid, una plataforma en la que un grupo de fot¨®grafos asociados se dedican a proyectos audiovisuales con los que se ganan la vida y disfrutan de la vida, lo que, todo el mundo estar¨¢ de acuerdo, no resulta tan frecuente hoy d¨ªa. En fin, que lo mismo ruedan un anuncio para un banco que salen por ah¨ª a sembrar el mundo de latac¨¢maras. A nivel t¨¦cnico, el m¨¦todo es sencillo: Diego y los suyos extraen de la lata el papel fotosensible, comprueban que la imagen ha quedado fijada, lo colocan sobre una mesa y lo escanean. Con ello logran obtener una imagen fiable, duradera y manipulable mediante un software de tratamiento de im¨¢genes.
Pero la imagen original, la obtenida por ennegrecimiento sobre el papel dentro de la lata, ir¨¢ desapareciendo por efecto de la propia luz. ¡°La imagen solarigr¨¢fica¡±, explica L¨®pez Calv¨ªn, ¡°es una imagen directa negativa dibujada por el sol sobre el papel fotosensible, sin revelado ni productos qu¨ªmicos. Esa imagen original sigue siendo sensible a la luz, por eso solo puede ser vista bajo una luz muy tenue. El escaneo, que permite obtener reproducciones digitales estables, proyecta mucha luz sobre el negativo original, de forma que la imagen se va degradando. La misma luz que lo cre¨® es la que lo puede hacer desaparecer. Por eso, metaf¨®ricamente, hablamos de sacrificio al hablar de solarigraf¨ªa¡±.
Las latas son fuertes, no pesan son sensibles, son impermeables, son... perfectas" Diego L¨®pez Calv¨ªn
Diego L¨®pez Calv¨ªn y sus amigos polacos Pavel Kula y Slawomir Decyk llevan obteniendo fotograf¨ªas con c¨¢maras estenopeicas desde hace cosa de 14 a?os. Todo naci¨® en el transcurso de una noche regada de vodka para luchar contra el insoportable fr¨ªo que hac¨ªa en el norte de Polonia, a donde Diego hab¨ªa ido a visitarlos. ¡°Yo ven¨ªa del rodaje de Luc¨ªa y el sexo, de Julio Medem, donde trabaj¨¦ de foto fija. El rodaje hab¨ªa sido incre¨ªble, en Formentera, al sol, desnudos en la playa¡ y de repente me vi en el norte de Polonia con un fr¨ªo del carajo. Y se nos ocurri¨® pensar en lo distinto que era el sol en Formentera y en Polonia, lo que duraba en un sitio y lo pronto que desaparec¨ªa en el otro, lo alto que estaba en uno y lo bajo que estaba en el otro, y decidimos, en plan un poco locura, hacer algo a nivel fotogr¨¢fico¡±, explica este fot¨®grafo nacido hace 47 a?os en Soria. Para Slawomir Decyk, ¡°las solarigraf¨ªas hacen referencia a preguntas b¨¢sicas; b¨¢sicas no quiere decir obvias, al contrario, especialmente en el ¨¢mbito del arte, donde la experiencia est¨¢ basada en la revisi¨®n de las posibilidades de di¨¢logo con el mundo. Se trata de la verificaci¨®n y del enriquecimiento de las formas de ese di¨¢logo¡±.
La vocaci¨®n de estos fot¨®grafos es levantar testimonio, a trav¨¦s de la imagen, del viaje que a lo largo de seis meses protagoniza el sol sobre la b¨®veda celeste. Y aquel conjunto oblicuo de haces de luz verdosos que hab¨ªamos visto, pasmados, en la foto sobre la mesa de la cafeter¨ªa, era justo eso: el arco de luz que permit¨ªa ver, tras una exposici¨®n de seis meses, lo que el ojo humano es incapaz de ver. Adem¨¢s, como ocurre con los anillos conc¨¦ntricos que recorren el tronco de un ¨¢rbol, las l¨ªneas sucesivas que muestran estas fotograf¨ªas aportan un sorprendente caudal de informaci¨®n: c¨®mo ha sido durante este tiempo la trayectoria solar, qu¨¦ cambios meteorol¨®gicos se han producido, con qu¨¦ intensidad sopl¨® el viento, qu¨¦ efectos han provocado en un bosque los cambios estacionales, c¨®mo ha evolucionado el nivel de agua en un embalse, etc¨¦tera. ?Por qu¨¦ seis meses de exposici¨®n? Porque es el lapso de tiempo entre el solsticio de verano y el solsticio de invierno o, lo que es lo mismo, entre el momento en que el sol alcanza su posici¨®n m¨¢s alta en la b¨®veda celeste y se sit¨²a en la m¨¢s baja.
Diego L¨®pez Calv¨ªn ahora mismo se encuentra inmerso en un traj¨ªn importante relacionado con este hobby que ya est¨¢ dejando de serlo para convertirse en una ocupaci¨®n casi a tiempo pleno: el pr¨®ximo 24 de junio ¨CSan Juan, d¨ªa referencial donde los haya en lo concerniente a la presencia del sol en nuestras vidas¨C, el proyecto Time in a can se materializar¨¢ en forma de una exposici¨®n en Madrid, la primera acerca de esta t¨¦cnica y de esta filosof¨ªa (sala de exposiciones de la Fundaci¨®n Diario Madrid). Y Diego y su equipo ya trabajan en una nueva fase del proyecto en el Portugal continental y en las islas Azores.
Lo que ver¨¢n quienes visiten en junio la exposici¨®n es un conjunto de im¨¢genes de aspecto inquietante, inundadas de algo parecido a la desolaci¨®n, tambi¨¦n un punto fantasmag¨®ricas. Una Puerta del Sol desierta y oscura (Francis Tsang, Espa?a), la fachada de lo que parece una granja de la que podr¨ªan salir los protagonistas de La matanza de Texas (Gregg Kemp, Estados Unidos), el perfil imponente y algo siniestro de unos contenedores en una f¨¢brica de no se sabe qu¨¦ (Michal Malkiewicz, Polonia), haces de luz curvos sobre los ¨¢rboles de un lago (Tarja Trygg, Finlandia)¡ Algunas de esas fotograf¨ªas ofrecen como un aspecto casi org¨¢nico, como de composici¨®n escult¨®rica, y tiene su explicaci¨®n, en palabras de Diego: ¡°Las condiciones de la exposici¨®n son distintas en cada caso, y a veces entran en la lata part¨ªculas de polen, bacterias, agua, y entonces se crea moho, y eso impregna el papel fotosensible y les da a las im¨¢genes eso, como un aspecto org¨¢nico¡±.
Pero si la propia factura de estas im¨¢genes resulta extra?a para los no iniciados, m¨¢s lo es a¨²n el contexto en que muchas se producen. No es un secreto que se dan todo tipo de circunstancias, as¨ª que el anecdotario es inagotable, y efervescentes sus aventuras. Lo han adivinado: a veces, las latas han sido localizadas y han provocado alg¨²n susto. Como el que se produjo en la Universidad de Seattle (EE UU), que tuvo que ser desalojada porque la polic¨ªa descubri¨® un objeto sospechoso. Se llam¨® a los artificieros antiexplosivos hasta que vieron que la hipot¨¦tica bomba era una c¨¢mara. Eso s¨ª: la noticia fue publicada en toda la ciudad. M¨¢s recientemente, a principios de abril, vivieron una escena similar en Virginia. Tras desplazar a un robot para desactivar bombas, comprobaron que la amenaza no era m¨¢s que una inofensiva c¨¢mara.
O como cuando, nada m¨¢s colocar una de sus c¨¢maras en un tejado frente al edificio de la Embajada francesa en Bagdad, Diego baj¨® y vio c¨®mo dos agentes de seguridad de la embajada le estaban enca?onando con sus armas. Todo qued¨® subsanado al cabo de un rato y un buen susto. En otra ocasi¨®n, Diego se dirig¨ªa con su furgoneta cargada de latas hacia las obras del AVE Madrid-Valencia. De repente, un control de la Guardia Civil. ¡°Abra el maletero¡±, le pidieron. ¡°Llevaba 50 latas, y la cara de los guardias civiles no te la puedo contar; claro, pas¨® un buen rato hasta que comprobaron todo y vieron que no eran m¨¢s que c¨¢maras de fotos¡±, recuerda. ¡°En otra ocasi¨®n¡±, rememora el soriano, ¡°me son¨® el tel¨¦fono como a las dos de la madrugada; era una se?ora que se identific¨® como la jefa de seguridad del edificio de Naciones Unidas en El Cairo. Me pregunt¨® si yo conoc¨ªa a alguien que hubiera colocado c¨¢maras en el edificio, yo le dije que s¨ª y ella me respondi¨® que eso no pod¨ªa ser, que no se pod¨ªan hacer fotos all¨ª dentro, y que las hab¨ªan retirado¡±.
Pero todo medio vale para lograr el fin. Recorren el mundo con sus c¨¢maras oscuras, rudimentarias, perfectas. Primitivismo y nuevas tecnolog¨ªas, un cierto aire naif, maestr¨ªa t¨¦cnica y ese escepticismo militante contra la prisa contempor¨¢nea sin causa. Pero, sobre todo, la vocaci¨®n innegociable de narrar en im¨¢genes lo que est¨¢ ah¨ª pero no vemos, como la bala en la manzana, como la gota de leche que estalla, aquello que surge, transcurre y muere, el viaje po¨¦tico pero inexorable de la luz y del tiempo. Del tiempo en una lata.
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