Retrato real
El tiempo ha depositado sobre la monarqu¨ªa las ca¨ªdas de la vida aciaga hasta envolverla en la misma degradaci¨®n que todo lo contamina
En el Palacio de Oriente ha quedado sin terminar el retrato de la Familia Real que le fue encargado al pintor Antonio L¨®pez hace 17 a?os. Puesto que el rostro absorbe la luz y el tiempo, que en su huida dejan en la piel la erosi¨®n de todos los sue?os, en un sal¨®n de palacio las im¨¢genes de los Reyes, del Pr¨ªncipe y de las Infantas permanecen en el cuadro inacabado tal como eran entonces, en la Espa?a de 1996. En aquel momento el prestigio del Rey se hallaba a salvo de la basura que hab¨ªa comenzado a emerger de las cloacas de la lucha antiterrorista en provecho de la derecha para derrotar al Gobierno socialista. Mientras la codicia comenzaba a incubar el huevo de oro, el Monarca a¨²n gozaba de la renta de haber superado el desaf¨ªo de un golpe de Estado y navegaba a sus anchas, mataba osos y elefantes, puede que tuviera amigas, negocios y viajes secretos, pero su simpat¨ªa personal era un valor de uso a la hora de mediar entre las pasiones pol¨ªticas. De hecho su vida privada permanec¨ªa inmune a la maledicencia y la m¨¢quina de picar carne de la opini¨®n p¨²blica no hab¨ªa entrado en acci¨®n todav¨ªa para convertir su figura en pasta para alb¨®ndigas. Este grado de impunidad tambi¨¦n formaba parte del retrato inacabado como un elemento espiritual. La expresi¨®n de los rostros abocetados a¨²n trasmit¨ªa confianza en el futuro, cierta fe en la consistencia del fundamento irracional de la dinast¨ªa. Pero el tiempo en su huida ha dejado atr¨¢s aquel estado de gracia y ha depositado sobre la monarqu¨ªa las ca¨ªdas de la vida aciaga hasta envolverla en la misma degradaci¨®n que todo lo contamina. El pintor Antonio L¨®pez, cuya neur¨®tica insistencia en captar la fugacidad de la luz forma parte de la leyenda, sin duda se encontrar¨¢ ante la imposibilidad de acabar aquel boceto con la imagen actual de la monarqu¨ªa, que se ha ido deteriorando fuera de cuadro. Como en el mito de Dorian Gray bastar¨¢ una sola nueva pincelada para que el lienzo se destruya. El pintor, tal vez, podr¨¢ limitarse a dejar a la Familia Real en aquel estado de gracia para profundizar en el fondo negro del lienzo con sucesivas veladuras que expresen la atm¨®sfera cargada que atraviesa hoy Espa?a: la degradaci¨®n pol¨ªtica, los sue?os rotos y la basura moral que nos envuelve con el futuro cerrado.
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