¡®Bookcrossing¡¯ con censura

Es dif¨ªcil imaginar que una entidad p¨²blica considere nocivo que los j¨®venes se acerquen a lo ¡°pol¨ªtico¡± a trav¨¦s de la lectura. Sin embargo, as¨ª est¨¢ ocurriendo, lo que permite suponer que la autoridad competente, celosa de los valores apropiados a personas en formaci¨®n, debe considerar abyecto lo inherente al conocimiento del pensamiento, de la historia, de la realidad actual.

Pero en este pa¨ªs nuestro la realidad supera a la ficci¨®n: bajo la graf¨ªa del Ayuntamiento de Madrid, las normas que regulan el bookcrossing en sus centros juveniles establecen taxativamente que no se admitir¨¢n libros de ¡°contenidos er¨®ticos, pornogr¨¢ficos o pol¨ªticos¡± (sic), es decir, equiparan lo er¨®tico y pornogr¨¢fico con lo pol¨ªtico. Casi nada.

Ojal¨¢ estuvi¨¦ramos ante un lapsus o una mera ocurrencia; lamentablemente, revela algo m¨¢s que mala praxis bibliotecaria. Con permiso del imprescindible Gabriel Celaya, el libro, el conocimiento, especialmente en manos de los j¨®venes, es un arma cargada de futuro y eso, por lo que se ve, inquieta e incomoda a esa derecha impregnada de esp¨ªritu e intereses ol¨ªmpicos que tan bien se adecuar¨ªan a la formaci¨®n de una juventud ajena a la funesta man¨ªa de pensar.¡ª Carlos Hern¨¢ndez Mart¨ªn.

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