El voto de los j¨®venes
Protestas juveniles por cuestiones puntuales derivan en grandes movilizaciones
La rebeli¨®n de los j¨®venes crece en Brasil, en Turqu¨ªa, en sectores de la China, y llega hasta las costas chilenas. El voto de los j¨®venes podr¨ªa cambiar todas las situaciones aparentemente fijas, cristalizadas, encuestadas. Es la gran inc¨®gnita, la gran posibilidad de cambios aut¨¦nticos en las sociedades actuales. Observo el fen¨®meno y me acuerdo de un di¨¢logo entre Fidel Castro y Jean-Paul Sartre, en los primeros a?os de la revoluci¨®n cubana. Fidel Castro, durante una manifestaci¨®n multitudinaria en la Plaza de la Revoluci¨®n, le dice al escritor franc¨¦s que le dar¨ªa al pueblo, el que canta sus consignas frente a la tribuna donde est¨¢n ellos, todo lo que le pidan.
¡°?Y si le piden la luna?¡±, pregunta Sartre.
¡°Les dar¨ªa la luna¡±, contesta, impert¨¦rrito, el Comandante en Jefe.
La presencia de los j¨®venes en la pol¨ªtica de hoy es un enigma y un desaf¨ªo que no podemos desde?ar
Los j¨®venes tienden, en todas partes, a pedir la luna, y obtienen respuestas diferentes. Ahora bien, a pesar del lado ut¨®pico del tema, tienen razones que no se pueden excluir de una sola plumada, que conviene atender. Su presencia en la pol¨ªtica de hoy es un enigma y un desaf¨ªo que no podemos desde?ar, que exige lucidez y a la vez imaginaci¨®n. Es posible que la diferencia entre los pol¨ªticos normales y los verdaderos hombres de estado ande cerca de estos dilemas, de algunas preguntas esenciales y de sus dif¨ªciles respuestas.
Los j¨®venes rebeldes de Turqu¨ªa, los que se reun¨ªan en un parque de Estambul, en las cercan¨ªas de un puente que une a Europa con el Asia, o que los separa, protestaban en un comienzo por un tema de urbanismo, por la defensa de un espacio verde. A poco andar, la protesta adquir¨ªa un dinamismo aut¨®nomo y llegaba mucho m¨¢s lejos. Hab¨ªa pancartas con el retrato de Kemal Ataturk, el fundador de la Turqu¨ªa moderna. El conflicto era, y sigue siendo, de una complejidad extraordinaria. Ataturk, el creador de un estado moderno, secularizado, defensor de los derechos de las mujeres al estudio, al trabajo, se convert¨ªa en s¨ªmbolo juvenil, frente a un gobernante de inclinaciones autoritarias y que favorece un regreso lento del islamismo.
?Era posible que protestaran en contra del presente, a favor de un pasado m¨¢s abierto, m¨¢s libre, de fuerzas creadoras mayores? He viajado a Turqu¨ªa en a?os recientes, he estudiado la figura extraordinaria de Kemal Ataturk, le he seguido la pista, para decirlo de alguna manera, y las fotos de los j¨®venes que se manifestaban a favor del parque simb¨®lico me han parecido extraordinarias: lucha a favor de la ense?anza libre, de los derechos femeninos, de la naturaleza, de la cultura. No podemos dar la luna, pero tampoco podemos impedir su contemplaci¨®n nocturna, gratuita, liberada de amarras mentales provenientes del pasado.
Los j¨®venes rebeldes de Turqu¨ªa defend¨ªan unos ¨¢rboles, pero tambi¨¦n exhib¨ªan el retrato de Ataturk
El levantamiento del Brasil, otra gran naci¨®n emergente, fue provocado por un ligero aumento en las tarifas del transporte. Conozco el Sao Paulo de estos d¨ªas y s¨¦ lo que significa trasladarse desde el aeropuerto hasta el centro de la ciudad, desde las poblaciones de la periferia hasta los barrios comerciales, universitarios. Pero la rebeli¨®n de los j¨®venes tuvo un crecimiento inmediato, contagioso. Lleg¨® m¨¢s lejos en cuesti¨®n de horas.
Los j¨®venes turcos comenzaron por defender algunos ¨¢rboles y en pocos d¨ªas pusieron en cuesti¨®n la pol¨ªtica general del gobierno. La rebeli¨®n de los estudiantes paulistas se extendi¨® por el enorme territorio brasile?o con una rapidez asombrosa: puso en cuesti¨®n la inversi¨®n desorbitada en los pr¨®ximos campeonatos deportivos, el exhibicionismo oficial, la corrupci¨®n. ?Por qu¨¦ invertir en la construcci¨®n y reconstrucci¨®n de estadios en desmedro de la educaci¨®n, de los hospitales, de la seguridad p¨²blica? Los j¨®venes del pa¨ªs del f¨²tbol no aceptan que lo sea en forma exclusiva, carnavalesca, desproporcionada. El pa¨ªs del f¨²tbol y del carnaval siempre ha querido ser m¨¢s que eso. La cr¨ªtica tradicional de los poetas, de los intelectuales, la de los protagonistas de la Semana de Arte Moderna de la d¨¦cada de los veinte en la misma ciudad de Sao Paulo, confluye ahora y se encauza en la de los estudiantes de estos d¨ªas.
Los j¨®venes se asombran de que el gobierno de Dilma Roussef conozca tan poco sus problemas concretos, de todos los d¨ªas, y de que sea tan tolerante con la corrupci¨®n. Rom¨¢rio de Souza Faria, diputado de la mayor¨ªa y ex jugador de la selecci¨®n internacional de f¨²tbol, critica los preparativos del campeonato del mundo, un mega-evento que no resuelve todos los problemas del pa¨ªs, que ¡°corre el riesgo de agravarlos¡±.
La rebeli¨®n de los estudiantes de Brasil se extendi¨® a gran velocidad
Son rebeliones juveniles que despiertan cuestiones de fondo, que plantean las preguntas m¨¢s serias. Me pregunto qu¨¦ pasa en Chile, por qu¨¦ esa tendencia casi imparable, ?ese nuevo romanticismo?, de los encapuchados, de las tomas, de las barricadas. Todos estamos de acuerdo en que la violencia es peligrosa, negativa, destructiva. La destrucci¨®n de un establecimiento educacional por algunos estudiantes es como la destrucci¨®n de instrumentos de trabajo por los obreros. Es un disparate esencial. Y, sin embargo, hay que conocer las razones de fondo, hay que desmontarlas, des-construirlas (para emplear un t¨¦rmino de fil¨®sofos franceses).
La idea de crear una educaci¨®n igualitaria y gratuita me parece impresionante en apariencia, pero un tanto superficial, irreflexiva. Es como la frase del Comandante Castro al autor de El muro. Si hay que bajar niveles de algunos establecimientos de calidad superior, igualar por lo bajo, me opongo de manera terminante. Nunca, por ning¨²n motivo, podremos aceptar que se rebajen niveles de excelencia en nombre de una igualdad futura. Los n¨²cleos de calidad excepcional son contagiosos, desde los a?os cl¨¢sicos de la cultura griega, y el problema de una sociedad seria consiste en elevar los dem¨¢s niveles en toda la medida de lo posible.
?Votar¨¢n, entonces, en las votaciones decisivas que se acercan, los centenares de miles de j¨®venes chilenos que tienen derecho a voto y que se mantienen tercamente alejados de las urnas electorales? Para m¨ª, la situaci¨®n es enigm¨¢tica. Los pol¨ªticos maduros tienen raz¨®n en exigir que las medidas nuevas est¨¦n financiadas, dominadas por el sentido de lo posible. Pero deben entender, tambi¨¦n, que no todo se reduce a una cuesti¨®n de n¨²meros: que la imaginaci¨®n es una necesidad, que el vuelo de las ideas, que los discursos convincentes, en lugar de los silencios oportunistas, son obligatorios.
Jorge Edwards es escritor.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.