Orgullo y libertad
Nuestra libertad debe terminar donde empieza la de los dem¨¢s.
Que uno decida ponerla l¨ªmite antes es una decisi¨®n personal; pero que termine despu¨¦s deber¨ªa de ser un problema compartido por todos en una sociedad sana. Y, como l¨®gica consecuencia de este argumento, parece obvio que gente que desea vivir su relaci¨®n sentimental y sexual de forma diferente de la nuestra, como es la del colectivo de gais y lesbianas, deber¨ªa poder hacerlo sin m¨¢s obst¨¢culos que el de respetar la premisa de no perjudicar a nadie con ello.
Defendiendo las libertades de otros defendemos las nuestras porque de esa manera contribuimos a hacer que nuestro sistema social sea m¨¢s justo.
Los heterosexuales no debemos caer en el error de trabar las opciones que no nos interesan personalmente. Y sobre todo no podemos pensar que atacar lo que no queremos ser, ayuda a demostrarle al mundo que no lo somos.
Nuestra feminidad o virilidad es algo que si queremos, lo tendremos que demostrar en la intimidad y a nuestra pareja. Pero nunca discriminando a ciudadanos que solo quieren vivir su libertad.¡ª Miguel A. Castro.
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