?Una Uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha?
La UE podr¨ªa caminar hacia el bicameralismo Parlamento Europeo-Consejo reforzando su legitimidad democr¨¢tica
En la bella frase con la que arrancaba el Tratado de Roma, los fundadores de la integraci¨®n ¡ªque se hab¨ªan enfrentado muy poco antes en la peor guerra de la historia¡ª se manifestaron resueltos a sentar las bases de ¡°una uni¨®n cada vez m¨¢s estrecha entre los pueblos europeos¡±. Esa redacci¨®n se repiti¨® luego en Maastricht o en la fallida Constituci¨®n de 2004 y, a modo de mantra, sigue conteni¨¦ndose hoy en los pre¨¢mbulos de los dos Tratados sobre los que se fundamenta la UE. Pese a que los avances en el proceso han sido dif¨ªciles desde el principio, la expresi¨®n ha estado hasta ahora vigente porque, con frenos y acelerones, nunca se ha retrocedido. Pero desde hace tres a?os esa realidad est¨¢ en peligro y existe un riesgo serio de revertir el proceso. La ruptura del euro ¡ªque llevar¨ªa quiz¨¢s aparejada la ca¨ªda de la Uni¨®n, tal y como la conocemos¡ª es en estos momentos menos probable que hace doce meses, pero a¨²n no puede descartarse por completo. Y, aun cuando evitemos los escenarios m¨¢s agoreros, es indiscutible que Europa ha conocido momentos mejores y que hoy nos enfrentamos, al menos, a cuatro divergencias graves.
En primer lugar, hemos asistido a un regreso doloroso e inesperado de la divisi¨®n geopol¨ªtica que, d¨¦cadas despu¨¦s de la reconciliaci¨®n franco-alemana o del fin de la Guerra Fr¨ªa, separa esta vez al Norte del Sur con una l¨ªnea marcada por las primas de riesgo de la deuda y los estereotipos. Al mismo tiempo, se acent¨²an las diferentes velocidades entre quienes participan y no en la moneda com¨²n, siendo en especial alarmante la posici¨®n del Reino Unido que se plantea un posible abandono de la UE a medio plazo; y mientras tanto, ha lanzado una iniciativa para renacionalizar competencias que, por cierto, ha sido inquietantemente emulada en Holanda. Precisamente la tercera fractura es la que aleja a los gobiernos nacionales de las instituciones comunes pues ahora no se trata de negociar una liberalizaci¨®n de mercados o fondos agr¨ªcolas ¡ªdonde es m¨¢s f¨¢cil aceptar a la Comisi¨®n como mediadora neutral¡ª, sino que est¨¢ en juego nada menos que el modelo democr¨¢tico, productivo y de protecci¨®n social que, al menos hasta ahora, los estados hab¨ªan cre¨ªdo poder decidir por su cuenta y donde Bruselas apenas puede actuar como antip¨¢tico negociado de rescates y sanciones.
El alejamiento m¨¢s preocupante es el de la propia ciudadan¨ªa hacia Europa
Pero si hay un alejamiento que debe preocupar por encima de los tres arriba mencionados, es el de la propia ciudadan¨ªa hacia Europa. Las encuestas recientes demuestran que la legitimidad de la integraci¨®n se ha erosionado r¨¢pidamente. La gesti¨®n opaca de la crisis, en una tierra de nadie que parece ajena a los deseos de los votantes, ha resultado muy da?ina tanto en los pa¨ªses acreedores como en los deudores y en ambos casos se ha asistido al colapso de los gobiernos o al auge del populismo. La opini¨®n p¨²blica del Norte est¨¢ molesta porque ha tenido que aceptar dosis de solidaridad que se perciben peligrosas e injustas. Y la del Sur ha visto c¨®mo esas ayudas estaban vinculadas a la imposici¨®n de una estricta condicionalidad que ha agudizado su angustia econ¨®mica y social, de manera que si ahora se les habla de una uni¨®n cada vez m¨¢s ¡°estrecha¡± no est¨¢n pensando en que ese adjetivo signifique cercan¨ªa o amistad ¨ªntima, sino m¨¢s bien en sus siguientes acepciones en el Diccionario; esto es, como sin¨®nimo de r¨ªgido, austero, miserable.
Con todo, pese a esa frustraci¨®n actual, no parece que el proyecto europeo vaya a ser arrojado a la papelera de la historia. La misma amenaza de colapso es la que parad¨®jicamente ha alimentado en los ¨²ltimos a?os un reforzamiento de la integraci¨®n para alcanzar lo que se ha venido en llamar, de manera ciertamente enf¨¢tica, como uni¨®n fiscal, bancaria, econ¨®mica¡ y pol¨ªtica. Las tres primeras modalidades de uni¨®n ya han empezado a plasmarse en proyectos m¨¢s o menos conocidos como el mayor control de la disciplina presupuestaria, la supervisi¨®n ¨²nica de los bancos, o la vigilancia efectiva de las reformas estructurales, pero de la uni¨®n pol¨ªtica apenas se ha empezado a hablar.
Entre hoy (viernes 19 de julio) y ma?ana lo van a hacer los ministros de asuntos exteriores convocados conjuntamente por el espa?ol Garc¨ªa Margallo y el alem¨¢n Westerwelle para una discusi¨®n informal en Palma de Mallorca donde se dar¨¢ continuidad a una reflexi¨®n iniciada en 2012 por once pa¨ªses se?aladamente europe¨ªstas y que hoy se abre a los dem¨¢s miembros. El aire veraniego de las islas mediterr¨¢neas ha sido hist¨®ricamente fruct¨ªfero para el proceso de integraci¨®n y una conferencia similar celebrada en Sicilia en junio de 1955 origin¨® de hecho la creaci¨®n de la Comunidad Econ¨®mica Europea. No es previsible que esta reuni¨®n de Palma se convierta en una nueva Mesina y que se alcance un acuerdo ambicioso ¡ªpues, para empezar, el ministro brit¨¢nico ni siquiera acudir¨¢¡ª, pero s¨ª puede perfilarse la respuesta que los principales estados del continente piensa dar a los cuatro alejamientos antes mencionados.
Alemania parece dispuesta a avanzar hacia una UE que imite su propio modelo de democracia
Salvo que se quiera matar antes o despu¨¦s al euro jugando a la ruleta rusa, el llamado muddling through tecnocr¨¢tico que ha dominado la gesti¨®n de la crisis podr¨ªa no tener mucho recorrido. Acostumbrados a la democracia y al equilibrio funcional del m¨¦todo comunitario, hoy lo m¨¢s pragm¨¢tico no es seguir saliendo del paso sino repensar el funcionamiento institucional y tratar de reconectar a los ciudadanos con procedimientos de influencia y rendici¨®n de cuentas efectivas en la toma de decisiones. La tarea no es f¨¢cil porque el momento no es nada propicio a grandes avances europeizadores y, al mismo tiempo, tratar de resolver el problema confiando sobre todo en los parlamentos nacionales es una receta segura para multiplicar los vetos y la divisi¨®n. Alemania parece dispuesta a avanzar hacia una UE que imite su propio modelo de democracia; esto es, con un canciller y un gobierno federal (?la Comisi¨®n?) que responde ante un parlamento y una c¨¢mara territorial aunque, eso s¨ª, con discrecionalidad muy limitada por los poderes delegados al banco central o los tribunales. Por su parte, Francia no pod¨ªa ser menos y tambi¨¦n apuesta por proyectar en Europa su sistema pol¨ªtico nacional; es decir, con una presidencia fuerte y discrecional (?el Consejo Europeo?), que tiende a considerar como subordinados a un legislativo de prerrogativas limitadas y a un ejecutivo cuyo primer ministro no tiene m¨¢s poderes que los que hoy Dur?o Barroso. La soluci¨®n m¨¢s plausible, y m¨¢s congruente con Europa, puede ser una mezcla de ambos modelos. Eso significar¨ªa mantener la amplia panoplia actual de reglas constitucionalizadas y que la autoridad pol¨ªtica ¨²ltima siga residiendo en el Consejo Europeo, pero sobre la base de un genuino bicameralismo Parlamento Europeo-Consejo y reforzando la legitimidad democr¨¢tica de un presidente de la Comisi¨®n que se elegir¨ªa a partir de resultados electorales y no de acuerdos diplom¨¢ticos.
Cambios as¨ª no pueden considerarse, desde luego, como una Convenci¨®n de Filadelfia pero podr¨ªan constituir palancas muy eficaces para politizar a la UE en el medio plazo. Y, si a¨²n hay que esperar hasta desembocar en los Estados Unidos de Europa, resulta deseable que al menos siga vigente esa versi¨®n en min¨²scula de unos estados (cada vez m¨¢s) unidos.
Ignacio Molina A. de Cienfuegos es investigador principal para Europa en el Real Instituto y profesor de ciencia pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid
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