Recorte de libertades
El poder pol¨ªtico no tiene derecho a controlar la informaci¨®n que reciben los ciudadanos
Varios peri¨®dicos publicaron ayer fotograf¨ªas del encuentro de Mariano Rajoy con un grupo de empresarios, como corresponde al inter¨¦s suscitado por una reuni¨®n del presidente del Gobierno con jefes de grandes compa?¨ªas. Algunos diarios, como EL PA?S, informaron a sus lectores de que se trataba de im¨¢genes facilitadas por la presidencia del Gobierno; otros no se molestaron en mencionarlo. El caso es que toda la prensa hubo de elegir entre ignorar las fotos del encuentro o difundirlas de acuerdo con el mensaje que el poder quer¨ªa transmitir a trav¨¦s de los encuadres seleccionados, esto es: un l¨ªder al que la oposici¨®n pide la dimisi¨®n y contra el que anuncia una moci¨®n de censura, pero al que arropan primeros espadas del mundo empresarial, en animado paseo por los jardines monclovitas.
Este hecho constituye otro jal¨®n en una cadena de dislates que incluye utilizar comparecencias protocolarias para despachar asuntos complejos, con respuestas acartonadas y evasivas a preguntas que necesitan precisiones, como sucedi¨® el lunes a prop¨®sito del caso B¨¢rcenas. Si los responsables de la comunicaci¨®n del Gobierno no comprenden que estas actitudes son inadmisibles y que bordean la manipulaci¨®n, se entiende mejor que el presidente viva en una c¨¢psula y su conocida aversi¨®n al Parlamento. Otros gobernantes experimentaron el s¨ªndrome de La Moncloa al cabo de los a?os, pero el actual lo sufre pr¨¢cticamente desde que empez¨®, en unas circunstancias ciertamente complejas.
Hay que tener cuidado con los intentos de elevar a normales las agresiones a la transparencia b¨¢sica. Hace a?os proliferaba la lectura de comunicados ante las c¨¢maras, sin aceptar preguntas, pero con periodistas destinados a completar la decoraci¨®n de la sala y permitir planos m¨¢s lucidos que los de sillas vac¨ªas. Esa moda est¨¢ en desuso, pero hace furor la de convocar a la prensa a encerrarse en un cuarto de la sede de un partido, para escuchar discursos del l¨ªder a trav¨¦s de una pantalla. Eso cuando no se abusa del ¡°ahora no toca¡± o se obliga a las televisiones p¨²blicas a informar de las campa?as electorales en un orden concreto y con tiempos tasados. El pol¨ªtico no es el propietario ni el administrador de la libertad de informaci¨®n. El debate y la contradicci¨®n van de la mano del pluralismo. Tener que enfatizar estas cosas obliga a interrogarse por el estado de las libertades.
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