La guarda y custodia compartida

En plena Transici¨®n democr¨¢tica (1981) se dise?¨® un escenario para la ruptura matrimonial que se ha mantenido a lo largo de toda una generaci¨®n. Este dise?o supon¨ªa que el padre saliera de la vivienda en la que continuar¨ªan residiendo la madre y los hijos; se establec¨ªa a favor del progenitor masculino un humillante ¡°r¨¦gimen de visitas¡± respecto de aquellos, y se determinaban con escaso rigor las aportaciones econ¨®micas que el padre deb¨ªa abonar para el sostenimiento de la familia.

El resultado de este escenario es una generaci¨®n de padres desdichados y una sociedad de hu¨¦rfanos cuyos padres viven.

Hoy, 30 a?os despu¨¦s y una orientaci¨®n imparable hacia la igualdad de sexos, la sociedad reclama una soluci¨®n que pare la sangr¨ªa que sufre la instituci¨®n de la familia que se ve afectada por la ruptura.

Ante ello, debe perseguirse el objetivo irrenunciable de que los hijos dispongan de sus padres en un marco de completa igualdad, protegiendo as¨ª el inter¨¦s de los hijos y tambi¨¦n el de la familia como base de todo el edificio social.

El acuerdo en la forma de custodia de los hijos no siempre es posible, y cuando la discrepancia de un c¨®nyuge bloquea la posibilidad de lograr el acuerdo debe existir una norma que ofrezca adecuada soluci¨®n, que solo es la corresponsabilidad parental efectiva.

Y los veh¨ªculos que lleven a esa meta deben ser: la mediaci¨®n familiar que facilite el acuerdo, la existencia de una legislaci¨®n de progreso cuando el consenso sea imposible y los pactos matrimoniales, en que los interesados dise?en sus propias soluciones ante la posible crisis, haciendo realidad el contrato matrimonial, que hoy, en definitiva, solo depende para su subsistencia de la lib¨¦rrima voluntad de sus contratantes.¡ª Antonio Acevedo Bermejo. Abogado y mediador familiar.