El tren de la vida
Veo la grabaci¨®n muchas veces, tantas como las cadenas de televisi¨®n la reproducen. Veo ese tren que, al tomar la curva de A Grandeira, se transforma en una sierpe maligna, un monstruo que reniega de circular sobre sus carriles y se rebela contra el muro que marca la frontera entre su territorio y el del vecindario de Angrois. Veo ese tren que rompe las pantallas de los televisores y se nos clava en el pecho como un ob¨²s de infortunio. Lo veo, me quiero apartar, pero me atropella y me deja el coraz¨®n a media asta.
Soy afectivamente ferroviaria. Para m¨ª los trenes son criaturas hechas de kil¨®metros y paisajes de poes¨ªa y misterio. Cuando los veo pasar, saludo a maquinistas y a viajeros, porque los trenes siempre confirman la sociabilidad del ser humano con un pitido y una mano que corresponde desde una ventanilla. Amo las epopeyas de bielas y traviesas, los viajes de mi infancia de tebeos, desgranando estaciones en un compartimento, esos trayectos amables en los que el miedo se desvanec¨ªa al salir del t¨²nel. Por eso me gusta leer y escribir historias de trenes, convertir las frases en ra¨ªles y los p¨¢rrafos en casillas y apeaderos. Pero ese deleite se trunca cuando veo ese Alvia convertido en drag¨®n de pesadilla. Le veo quebrar sus articulaciones, vomitar fuego. Le veo como un mercenario de la muerte que supiera que donde terminaba la recta se encontraba la guada?a a la que ofrendar proyectos y posibilidades y congelar esos tesoros all¨ª, a pie de v¨ªa, con un hielo que extendi¨® su mordedura a cuantos aguardaban en un and¨¦n ya sin reloj, aferrados a marcar un n¨²mero de tel¨¦fono que sonaba en color negro.
Pero, invisible a la c¨¢mara que capt¨® los ¨²ltimos metros del tren de la cat¨¢strofe, surgi¨® otro tren m¨¢s humilde, pero tambi¨¦n potente y veloz: era el tren de la vida, el tren de esos vecinos que, ante la emergencia, hicieron de sus manos garfios y mazos para luchar contra la mara?a de hierros y dedicaron lo mejor de su improvisaci¨®n para confortar a los heridos. Son esos ciudadanos an¨®nimos, meigas y bardos con ropa de andar por casa, quienes mezclando sus l¨¢grimas con una energ¨ªa que no reconoc¨ªan como propia, con pulso firme y tembloroso a la vez, plantaron sobre la desgracia la flor de la solidaridad.¡ª Victoria Trigo Bello. Escritora. Zaragoza.
En el art¨ªculo Rutina a 200 por hora del pasado martes se recoge el testimonio de varios compa?eros de Garz¨®n que afirman que la ruta entre Ourense y Santiago ¡°incluye 31 t¨²neles y 38 viaductos en solo 87 kil¨®metros¡±. Un poco m¨¢s adelante, un maquinista a?ade que ¡°hubo un informe de jefes de maquinistas de Ourense que recomendaba cambiar la se?alizaci¨®n (...) aconsejaban que los sem¨¢foros que hay dos kil¨®metros antes recibieran el tren en naranja, anuncio de parada, en lugar de entrar en v¨ªa libre¡±.
A la vista de estos datos, ?es razonable seguir achacando el accidente a un ¡°despiste¡± del se?or Garz¨®n? ?De verdad creen los responsables de Renfe que es razonable que la seguridad de los pasajeros en ese complicado tramo dependa ¨²nica y exclusivamente de que el maquinista lleve bien la cuenta de los 31 t¨²neles y 38 viaductos que un tren a 200 km/h atraviesa en menos de media hora?¡ª M¨®nica Faerna. Madrid.
La sucesi¨®n de noticias relacionadas con el accidente de tren de Santiago de Compostela est¨¢ dejando un palimpsesto de reflexiones que trascienden el suceso y nos hablan de los claroscuros de nuestra sociedad. El principal responsable asumi¨® su culpa instant¨¢neamente, a¨²n sangrante y atrapado en su cabina, seg¨²n llamaba al gestor ferroviario. Consciente de la carga de su error, abatido y herido, a¨²n procedi¨® a ayudar en el rescate de algunos pasajeros supervivientes. En ning¨²n momento posterior rehuy¨® su responsabilidad ante vecinos que le ayudaron, polic¨ªa, juez y fiscal. Incluso ocult¨® ante el juez un posible atenuante (la llamada profesional recibida que coadyuv¨® al desenlace) para no inculpar a ning¨²n compa?ero m¨¢s.
En contraste con su actuaci¨®n, Adif y Renfe no consideraron desde el principio ni un atisbo de autocr¨ªtica y corresponsabilidad, como tampoco lo han hecho antes los responsables institucionales y empresariales de la sever¨ªsima crisis que est¨¢ afectando y da?ando a la poblaci¨®n espa?ola. Hay claros indicios de que aunque no hubiese responsabilidad civil de Renfe o Adif sobre las condiciones de se?alizaci¨®n, esta era en todo mejorable en este tramo peligroso y con antecedentes.
Es parad¨®jico que un maquinista, en el momento m¨¢s dif¨ªcil de su vida y ante su mayor error, est¨¦ dando una lecci¨®n de ¨¦tica y responsabilidad a la sociedad asumiendo su carga. Algo est¨¢ fallando cuando las ¨¦lites que deben guiar con su ejemplo y buen gobierno quedan a la altura del bet¨²n al ser comparadas con humildes ciudadanos en las situaciones m¨¢s dif¨ªciles.¡ª Juan V¨¢zquez Navarro. Madrid.
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