Un tesoro musical espa?ol
M¨¢s all¨¢ de las pol¨¦micas, la Sociedad General de Autores y Editores?acumula miles de obras culturales desde el siglo XIX Entramos al archivo de una instituci¨®n con un legado construido a base de?paciencia y?que contin¨²a creciendo
Un buen d¨ªa de finales del siglo XIX le robaron la cartera al compositor Federico Chueca en el tranv¨ªa de Madrid. Cuenta la leyenda que los ladrones, al inspeccionar su bot¨ªn, descubrieron una fotograf¨ªa del maestro que les hab¨ªa inmortalizado en la Jota de los ratas, de la zarzuela La Gran V¨ªa. Se dieron cuenta as¨ª de que hab¨ªan hurtado al mismo hombre que les hab¨ªa dado buena fama, y decidieron devolverle el dinero con intereses y pedirle disculpas. ¡°En la Biblioteca Nacional se conserva una carta que firman el primero, segundo y tercer ratas, que era como se llamaba a los ladrones, dirigida a Chueca¡±, explica Mar¨ªa Luz Gonz¨¢lez, directora del Centro de Documentaci¨®n y Archivo (Cedoa) de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE).
En aquel momento, la zarzuela era la gran diversi¨®n de los espa?oles, ¡°con una dimensi¨®n semejante a la que hoy en d¨ªa tiene la televisi¨®n¡±, seg¨²n Ignacio Jassa, documentalista y music¨®logo de la SGAE. ¡°Hace cien a?os, en un mismo d¨ªa pod¨ªa haber 50 funciones de zarzuela en Madrid. Y eso solo contando las que sal¨ªan en la prensa, porque luego hab¨ªa teatros de barrio, como los de Prosperidad o Cuatro Caminos, que no aparec¨ªan. Era una ¨¦poca en la que hab¨ªa nacido poco tiempo atr¨¢s el sentido del ocio: la gente en Espa?a iba a la zarzuela, al front¨®n o a los toros¡±, a?ade su compa?ero Enrique Mej¨ªas, tambi¨¦n music¨®logo, adem¨¢s de copista.
A veces descubrimos cosas en la colecci¨®n que ni siquiera sab¨ªamos que ten¨ªamos. Es parte de nuestro trabajo¡±
Ante sus ojos pasan cada d¨ªa miles y mi??les de notas musicales de aquella ¨¦poca, de todo el siglo XX, que ¨¦l pasa a limpio inform¨¢ticamen??te. De esa forma, cuando acude, por ejemplo, una orquesta al archivo para conseguir materiales para sus funciones, el Cedoa ofrece copias de las partituras para no estropear las originales, y de paso con mejor graf¨ªa que estas, a veces dif¨ªciles de leer. La experiencia de Mej¨ªas en ese trabajo de copista le llev¨® a descubrir recientemente el borrador del manuscrito original de La picaresca, zarzuela de dos actos de Francisco Asenjo Barbieri, en colaboraci¨®n con Joaqu¨ªn Gaztambide. ¡°No ten¨ªa firma, pero cuando vi la letra la reconoc¨ª. He copiado mucha m¨²sica de Barbieri y me di cuenta de que era su graf¨ªa. Cuando empezamos a mirar todos los papeles vimos que los nombres de los personajes de la zarzuela coincid¨ªan con los de La picaresca, aunque estaba todo totalmente desordenado y tuvimos que ir organiz¨¢ndolo desde cero¡±, explica Mej¨ªas.
¡°A veces descubrimos cosas que no sab¨ªamos que ten¨ªamos. Es parte de nuestro trabajo, investigar en el archivo¡±, se?ala Gonz¨¢lez, la directora del Cedoa. En el caso de Barbieri, un autor que acab¨® teniendo much¨ªsima fama: ¡°Fue un dios para la zarzuela. Jugar con fuego fue un exitazo con el que se hizo millonario. Tambi¨¦n con El barberillo de Lavapi¨¦s, que a¨²n se sigue editando. Pero cuando escribi¨® La picaresca no ten¨ªa ni el ¨¦xito ni el dinero que acab¨® cosechando. Por eso la encontramos escrita en papel reaprovechado¡±. Es decir, en uno de peor calidad, donde por un lado estaba escrita la obra, y por el otro, el manuscrito de piano y canto. Un tesoro perdido hasta ahora.
Mej¨ªas, su descubridor, se?ala: ¡°Lo interesante es que ha resultado ser el borra??dor del manuscrito original del propio Barbieri. Es un descubrimiento muy importante porque es una de sus primeras obras, una que no tuvo ¨¦xito en Madrid. Mucha de esta m¨²sica la reutiliz¨® en zarzuelas posteriores y, adem¨¢s, complementa las fuentes que de esta obra se tienen en el legado de Barbieri en la Biblioteca Nacional. Ellos tienen el manuscrito orquestal, y esto que aqu¨ª tenemos es el paso previo, lo que se denomina borrador. No tiene la importancia de El barberillo de Lavapi¨¦s o Pan y toros, que son las m¨¢s famosas, pero su hallazgo demuestra el valor de este archivo¡±.
Hace veinte a?os que se cre¨® el centro de documentaci¨®n de la SGAE, con dos facetas: ¡°Como lugar en el que tenemos que cuidar, catalogar, digitalizar, investigar nuestros fondos¡ y como archivo comercial¡±, explica Gonz¨¢lez. Y no lo cuidan mal, pues conservan obras de muchos a?os, en ocasiones siglos, aunque sorprende que una mina de oro como la suya no tenga medidores de temperatura y humedad, o que los conservadores no utilicen guantes para manipular los documentos, al estilo de otros archivos culturales como, por ejemplo, el de Disney en Los ?ngeles (Estados Unidos), que tambi¨¦n almacena mucho papel generado a lo largo del siglo XX.
En el Cedoa se cuidan, catalogan, digitalizan e investigan nuestros fondos. Tambi¨¦n sirve de archivo comercial¡±
La colecci¨®n de la Sociedad empez¨® a finales del siglo XIX, cuando comenzaron a organizarse los autores y se asociaron. En 1899, ¡°el negocio musical y teatral en Espa?a estaba formado por tres grupos: los due?os de las salas en las que se interpretaban las obras, los autores de las mismas y los intermediarios entre ambos, que eran los editores. Estos abusaban de su posici¨®n dominante mediante contratos de exclusividad con las salas y ataban a los autores con pr¨¦stamos, a elevado inter¨¦s, sobre sus obras escritas y las que pudieran escribir en el futuro¡±, cuenta la SGAE en su p¨¢gina web.
Y es que en ese momento, cuando nace la entonces Sociedad de Autores Espa?oles (SAE), el negocio estaba en manos de Florencio Fiscowich, un editor de origen suizo que hab¨ªa ido comprando fondos de editoriales: ¡°?l obligaba a los autores a comprometer sus obras presentes y futuras, lo cual ser¨ªa una barbaridad hoy en d¨ªa¡±, explica la directora del Cedoa. ¡°De ah¨ª que a Sinesio Delgado (dramaturgo, periodista y director art¨ªstico de varios teatros) y a Ruperto Chap¨ª (compositor de obras tan importantes como La revoltosa o Margarita la tornera) se les ocurri¨® la idea de que fueran los autores los que se administrasen a s¨ª mismos. Chap¨ªn puso generosamente su archivo al servicio de la sociedad, y, a partir de ese momento, los socios fueron depositando sus obras¡±, a?ade. ¡°Cuando alguien se hac¨ªa socio, los derechos de autor eran de ¨¦l y no del editor. La sociedad administraba las obras, y los autores eran due?os para siempre: morales, por supuesto, y f¨ªsicos, seg¨²n marque la ley: antes eran 80 a?os, y ahora, 70¡±.
El conflicto entre la Sociedad de Autores y Fiscowich dur¨® dos a?os. Muchos autores que ten¨ªan contrato con el suizo y que, recordemos, hab¨ªan comprometido sus obras presentes, pero tambi¨¦n futuras, no pod¨ªan romper sus compromisos. ¡°A muchos se les ocurri¨® tirar por la v¨ªa de la colaboraci¨®n con otro autor que perteneciera a la SAE. De esa manera pod¨ªan gestionar la obra a trav¨¦s de la Sociedad de Autores. Otros se inventaban pseud¨®nimos, as¨ª que de repente aparec¨ªa un tal Montero... que casualmente se parec¨ªa a Rafael Calleja, que ten¨ªa contrato con Fiscowich. En 1901, este finalmente claudic¨® y vendi¨® su archivo a la SAE¡±, explica Gonz¨¢lez. Hoy, la SAE se llama SGAE porque en 1932 se disolvi¨® la primera y se cre¨® la segunda, la Sociedad General de Autores de Espa?a, y luego, en 1995 pas¨® a llamarse Sociedad de General de Autores y Editores, manteniendo las mismas siglas.
El archivo madrile?o de la SGAE ¨Cuna sociedad que se ha visto salpicada por recientes esc¨¢ndalos en los ¨²ltimos a?os¨C se ubica en el s¨®tano del edificio que desde 1950 es conocido como el Palacio de Longoria, por haber pertenecido al banquero Javier Gonz¨¢lez Longoria. En su interior, y en las sedes de Barcelona y Valencia, hay 12.000 zarzuelas; 1.800 partituras de orquesta; 35.000 obras sinf¨®nicas¡ ¡°Aunque habitualmente nuestras obras est¨¢n fechadas desde el siglo XIX en adelante (incluidas much¨ªsimas fotograf¨ªas, m¨²sica de los setenta y ochenta, como, por ejemplo, de Massiel¡), tambi¨¦n tenemos alguna del XVI al XVIII, bien por donaciones o por compra¡±, explican en el archivo.
Nuestras obras son generalmente del siglo XIX en adelante, pero tambi¨¦n tenemos alguna del XVI al XVIII, bien por donaciones o por compra¡±
¡°Para m¨ª, descubrir el Cedoa fue una de las sorpresas agradables al llegar a la SGAE. Es curioso c¨®mo lo viejo puede simbolizar lo nuevo. Representa lo mejor de una sociedad de gesti¨®n colectiva y de lo que significa el derecho de autor. Es un patrimonio acumulado por la propia historia de la sociedad, y realmente le da sentido a nuestra existencia¡±, defiende Ant¨®n Reixa, presidente de la SGAE desde mayo de 2012 -tras hablar para este reportaje, fue destituido el pasado 16 de julio-. Reixa a?adi¨® entonces: ¡°Trabajamos para el Cedoa de dentro de cien a?os. Esperemos que despu¨¦s de un siglo est¨¦n ah¨ª los CD de Pablo Albor¨¢n o de El Langui, del barrio de Pan Bendito¡±.
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