No todo vale
Las leyes antiterroristas no pueden ser un comod¨ªn para proteger los secretos de Estado
Lejos de diluirse con el tiempo, el caso Snowden sigue provocando episodios tan graves como inusitados. El ¨²ltimo, este domingo, fue la retenci¨®n en el aeropuerto londinense de Heathrow de David Miranda, ciudadano brasile?o y pareja del bloguero Glenn Greenwald, que ha venido publicando en el diario The Guardian las filtraciones del inform¨¢tico estadounidense sobre la red de espionaje global de la Agencia Nacional de Seguridad (NSA).
Miranda regresaba a R¨ªo de Janeiro desde Berl¨ªn, y la polic¨ªa brit¨¢nica aprovech¨® su escala en Londres para aplicarle la ley antiterrorista: lo retuvieron nueve horas (lo m¨¢ximo que permite esa normativa excepcional) y le confiscaron los dispositivos electr¨®nicos que llevaba, entre ellos el ordenador, tarjetas de memoria y DVD, antes de dejarle partir.
Greenwald ha calificado este episodio como acto de intimidaci¨®n, y sin duda mucho de eso tiene. Pero hay algo m¨¢s: Miranda hab¨ªa viajado a Berl¨ªn como correo, para intercambiar con otra periodista documentos procedentes de las filtraciones de Snowden. El viaje hab¨ªa sido costeado por The Guardian, seg¨²n ha confirmado el diario. Y esos documentos, encriptados en memorias port¨¢tiles, fueron confiscados en el aeropuerto. Ahora Greenwald ha prometido el desquite con nuevas publicaciones.
El juego del gato y el rat¨®n forma parte del turbio mundo del espionaje. La polic¨ªa brit¨¢nica asegura que cumpli¨® estrictamente la ley. La pregunta es si la us¨® con la persona adecuada. Miranda no era sospechoso de terrorismo, y de hecho en ning¨²n momento fue interrogado sobre esa cuesti¨®n. A pesar de ello se le aplic¨® una legislaci¨®n que deniega la asistencia de un abogado y que convierte en delito la negativa a cooperar.
Editoriales anteriores
Todo apunta a que las fuerzas de seguridad han utilizado la ley antiterrorista como un subterfugio para requisar los documentos que llevaba el brasile?o. Las autoridades brit¨¢nicas pueden argumentar que se trata de informaci¨®n confidencial previamente sustra¨ªda a un pa¨ªs aliado, pero eso no justifica su actuaci¨®n. Abusar de las leyes, sobre todo cuando son de excepci¨®n, no es aceptable en un Estado de derecho. El Gobierno de Londres ha querido zanjar la pol¨¦mica escud¨¢ndose en los procedimientos de seguridad fronteriza. Pero no va a poder evitar las explicaciones, que varios diputados han empezado a exigir.
En el eterno debate de la seguridad y la privacidad, muchos ciudadanos cre¨ªan poder confiar razonablemente en sus autoridades, pero los hechos est¨¢n demostrando lo contrario. Acabamos de saber que, en su barrido planetario de llamadas e Internet, la NSA ha violado reiteradamente las normas de privacidad, muchas veces por simples errores. Tapar los excesos y acotar los da?os entra en la l¨®gica de los Gobiernos a la defensiva. Pero no todo vale en la lucha contra los filtradores.
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