Infierno sin salida
El r¨¦gimen sirio debe permitir sin demora una investigaci¨®n del presunto ataque qu¨ªmico
Hace justamente un a?o, Barack Obama declar¨® que el uso de armas qu¨ªmicas en Siria era una l¨ªnea roja que determinar¨ªa una intervenci¨®n estadounidense. Ayer, la oposici¨®n a Bachar el Asad acus¨® al r¨¦gimen de lanzar un ataque qu¨ªmico masivo cerca de Damasco, que habr¨ªa causado 1.300 muertos. La denuncia coincide con la visita a Siria de un equipo de expertos de la ONU cuya misi¨®n es, precisamente, investigar el uso de este tipo de armamento, del que se acusan los dos bandos.
Varios v¨ªdeos estremecedores, a¨²n no contrastados, muestran hileras de cad¨¢veres y civiles hospitalizados con convulsiones y dificultades respiratorias. De confirmarse la versi¨®n de los rebeldes, estar¨ªamos ante un crimen de guerra como no se ve¨ªa desde los envenenamientos masivos con gas nervioso perpetrados por Sadam Husein contra los kurdos de Irak. Sin embargo, los expertos creen que los s¨ªntomas mostrados en los v¨ªdeos se corresponden a una intoxicaci¨®n por gases lacrim¨®genos, no por agentes qu¨ªmicos. Poco m¨¢s se sabe: ni la cifra precisa de muertos, ni la causa (rebeldes y soldados sostienen combates en la zona) ni, sobre todo, la autor¨ªa.
Resulta inevitable preguntarse qu¨¦ inter¨¦s podr¨ªa tener el r¨¦gimen sirio en usar armas qu¨ªmicas justo cuando una misi¨®n de la ONU, autorizada por ¨¦l, se encuentra en el pa¨ªs. Y de hacerlo en un lugar tan accesible y cercano a Damasco. Y, sobre todo, cuando el Gobierno ha recuperado claramente la iniciativa sobre el terreno, y parece m¨¢s fuerte que nunca frente a unos rebeldes cada vez m¨¢s divididos. El Asad ha demostrado no tener escr¨²pulos. Pero s¨ª visi¨®n estrat¨¦gica. Urge sin demora una investigaci¨®n, tal y como ha exigido la comunidad internacional.
Con 100.000 muertos y casi dos millones de refugiados, el conflicto sirio se ha convertido en un laberinto cada vez m¨¢s desdibujado y peligroso. Los peores augurios se han cumplido. Hace dos a?os y medio, Siria era un brote m¨¢s de la primavera ¨¢rabe. Hoy es campo de batalla de la guerra regional entre sun¨ªes y chi¨ªes, cuyos hilos mueven Ir¨¢n, Arabia Saud¨ª y Catar.
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Los grupos yihadistas combaten tanto a las tropas de El Asad como a los rebeldes ¡°laicos¡± del Ej¨¦rcito Libre Sirio, cada vez m¨¢s cuestionados por la corrupci¨®n y los abusos contra los civiles. Y los islamistas compiten entre s¨ª, con el patrocinio de Al Qaeda, sembrando el terror en las zonas que controlan. Muchos sirios que so?aban con una democracia se baten en retirada. Entre todos est¨¢n logrando lo que parec¨ªa imposible: hacer aparecer a un dictador brutal como El Asad como el mal menor.
De poco ha servido que los Gobiernos occidentales se mantuvieran a distancia con la excusa de no agitar m¨¢s el avispero. El conflicto sirio se ha desbordado y sacude ya a L¨ªbano e Irak. Aunque fuera por pragmatismo, los pa¨ªses implicados, empezando por EE UU y Rusia, deber¨ªan unir esfuerzos para buscar activamente una soluci¨®n pol¨ªtica. Pero ni siquiera eso parece al alcance de la mano. Siria es un infierno sin, de momento, puerta de salida.
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