J¨®venes europeos... ?Un¨ªos!
Se necesitan m¨¦todos pol¨ªticos innovadores y dejar atr¨¢s el Estado-naci¨®n
En las elecciones europeas del pr¨®ximo a?o, tenemos que desenmascarar el secreto mejor guardado por nuestros pol¨ªticos nacionales: que lo que consideran como sustancial y finalidad de la gobernanza moderna, la naci¨®n-Estado, se est¨¢ transformando en una estructura pol¨ªtica obsoleta.
Esto es especialmente cierto en los pa¨ªses europeos. Europa ha estado en crisis permanente durante los ¨²ltimos a?os. Una nueva generaci¨®n est¨¢ creciendo con un nivel de vida m¨¢s bajo que el de sus padres, y la juventud europea se enfrenta a una elecci¨®n: integrarse aceleradamente o ir a una deriva prolongada hacia la insignificancia.
El plan m¨¢s ambicioso para enfrentarse a esta perspectiva tan peligrosa consiste en hacer que se vote en las elecciones europeas en una misma fecha en toda la Uni¨®n, y para que la elecci¨®n de la Comisi¨®n Europea sea por votaci¨®n popular. Lo que m¨¢s necesita Europa es un Big Bang.
Ha llegado el momento de que las ra¨ªces de un movimiento transnacional, transgeneracional y no ideol¨®gico lleve la integraci¨®n europea al siguiente nivel. Necesitamos agrupar las t¨¦cnicas que se elaboraron en Tahrir, Taksim, R¨ªo y S?o Paulo y las lecciones de las campa?as de Obama sobre financiaci¨®n colectiva. Antes de constituir un partido, tenemos que buscar historias de ¨¦xito europeas para determinar lo que nuestra plataforma podr¨ªa ser.
Dejemos que los finlandeses nos ense?en sobre educaci¨®n, los franceses sobre sanidad, los alemanes sobre empleo flexible, los suecos sobre igualdad de g¨¦nero.
Que los finlandeses nos ense?en educaci¨®n, los franceses sanidad y los alemanes empleo flexible
Por ahora, los pa¨ªses europeos siguen sinti¨¦ndose c¨®modos con sus antiguos s¨ªmbolos del Viejo Mundo. Impulsamos historias enriquecedoras y bonitos monumentos, seguimos siendo envidiados por nuestra cultura, nuestra moda y nuestra gastronom¨ªa ¡ªque siguen, todas ellas, atrayendo cantidades crecientes de turistas procedentes de todo el mundo¡ª.
Pero los s¨ªmbolos de estatus del Viejo Mundo y los turistas no van a salvar a Europa. Pueden salvar a Par¨ªs, Berl¨ªn, Roma y Londres, y salvar¨¢n al Valle del Loira, a Baviera, a la Toscana y al Oxfordshire. En el resto de Europa, sin embargo, lejos de esas capitales y de esos paisajes hist¨®ricos, la situaci¨®n seguir¨¢ siendo crecientemente nefasta. El desempleo cr¨®nico, un crecimiento deprimido y la poblaci¨®n que envejece r¨¢pidamente van a ser sus ¨²nicos atractivos.
No es que nuestros Gobiernos y parlamentarios tengan mala voluntad o no est¨¦n capacitados para este desaf¨ªo. Es que, simplemente, no est¨¢n conectados para poder comprender la realidad b¨¢sica de la pol¨ªtica actual. Resulta ingenuo creer que los l¨ªderes pol¨ªticos nacionales tradicionales, elegidos para legislaturas de cuatro o cinco a?os por los ciudadanos de un determinado territorio soberano vayan a solucionar satisfactoriamente temas como la escasez de recursos, la deforestaci¨®n, el desempleo cr¨®nico, el calentamiento global o el agotamiento de la pesca, que son temas intr¨ªnsecamente globales y cuya resoluci¨®n necesitar¨¢ inevitablemente d¨¦cadas.
Las soluciones para esos problemas actuales tienen que ser transnacionales, o no ser¨¢n nunca soluciones reales.
Continuemos echando ra¨ªces por todos los medios para nuestros equipos nacionales de f¨²tbol y de rugby, pero no sigamos dej¨¢ndonos enga?ar por nuestros l¨ªderes nacionales con su delirio de grandeza de que en pol¨ªtica la naci¨®n-Estado sigue siendo el veh¨ªculo apropiado para nuestros tiempos.
En su lugar debemos dar la bienvenida a lo que muchos de nosotros sentimos: que estamos en el amanecer de una era posnacional en la que los europeos pasaremos de ser los rezagados a ser los l¨ªderes.
Si no lo hacemos, Europa corre el riesgo de caer en la ridiculez de Estados Unidos: un lugar con los mejores hospitales, y millones de personas sin un seguro m¨¦dico adecuado, con tecnolog¨ªas de las m¨¢s avanzadas del mundo, pero con muchas personas que no pueden acceder a las mismas, con universidades de primer nivel mundial, pero con generaciones frenadas por la falta de visi¨®n mundial de su pa¨ªs.
Tenemos que ser conscientes de lo que ya se ha dado cuenta el resto del mundo: que existe la posibilidad de ser europeo a nivel global. Ir¨®nicamente, somos los ¨²ltimos que todav¨ªa seguimos dudando de nuestro proyecto pol¨ªtico. Nos quejamos de que Europa es solamente una abstracci¨®n para sus ciudadanos, pero todav¨ªa no hemos desarrollado las leyes para crear un pasaporte europeo que se merezca ese nombre, ni el marco que sirva para que todos los europeos hagan suyo el proyecto de la UE.
Un viejo proverbio jud¨ªo dice: ¡°Cuando te enfrentes a dos alternativas elige la tercera¡±. No se trata de sustituir la gerontocracia de Europa por una dictadura de los j¨®venes. Es un movimiento que deben llevar adelante todos aquellos, que independientemente de su edad, est¨¢n de acuerdo en que debe producirse un importante desplazamiento intergeneracional del poder. Necesitamos que los j¨®venes y los menos j¨®venes trabajen juntos, de una manera nueva, para reducir la deuda que estamos acumulando y que se va a dejar para que la paguen nuestros hijos.
Estamos en el amanecer de una era posnacional en la que este continente volver¨¢ a ser l¨ªder
Los europeos m¨¢s j¨®venes han nacido en la austeridad y est¨¢n, por tanto, mejor equipados en muchos aspectos que sus mayores para empezar a reducir esa deuda. Han crecido con los recortes en los presupuestos y son nativos digitales. A diferencia de nuestros l¨ªderes actuales, est¨¢n bien adaptados hacia un camino de cambio cada vez m¨¢s r¨¢pido. Su instinto es emplear los m¨¦todos m¨¢s innovadores y m¨¢s eficaces en costes para alcanzar sus objetivos.
En democracia, la pol¨ªtica ha consistido siempre en un equilibrio entre lo que el pueblo espera y lo que funciona realmente. Pero en Europa, se ha tratado demasiado de lo que le gustar¨ªa a cada naci¨®n que fuera el mundo, y demasiado poco sobre aquello que produce resultados tangibles. En lugar de litigar sobre cu¨¢les son las pol¨ªticas preferibles, necesitamos un esfuerzo paneuropeo para determinar las mejores pr¨¢cticas europeas en cada sector y adoptarlas en todo el continente. ?Qu¨¦ es lo que cada pa¨ªs sabe hacer mejor? ?Qu¨¦ modelos de ¨¦xito son imitables a escala? ?C¨®mo se pueden potenciar la combinaci¨®n de experiencia, recursos y soluciones probadas de todas las naciones europeas?
Las elecciones europeas de 2014 no van a cambiar Europa. Europa ¨²nicamente va a cambiar cuando unos candidatos pol¨ªticos con mentalidad europea en las elecciones para los Gobiernos de sus pa¨ªses est¨¦n de acuerdo en delegar el poder a unas instituciones verdaderamente europeas.
Debemos hacer saber a nuestros pol¨ªticos nacionales que ya no nos creemos sus enga?os nacionalistas, que no compartimos su temor por caer en la insignificancia si otorgamos a las instituciones europeas, como la Comisi¨®n y el Parlamento Europeos, el lugar y poder que se merecen.
La elecci¨®n consiste entre aprovechar el poder y los ricos recursos de toda la red europea o dejar que el camino de la globalizaci¨®n deje atr¨¢s a las naciones que componen Europa.
Debemos dejar de dudar de Europa y empezar a actuar como europeos. Y el primer paso consiste en empezar a votar, no como ciudadanos franceses, alemanes o griegos, sino como ciudadanos europeos.
Daniel Cohn-Bendit y Felix Marquardt son cofundadores del movimiento Europeans Now.
Este art¨ªculo est¨¢ basado en una columna publicada en The New York Times y adaptada para www.EuropeansNow.eu
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