?Qu¨¦ quiere Rusia?
Es posible socorrer a los civiles sirios sin que eso provoque el apocalipsis con el que nos amenazan
En el momento en que entrego esta cr¨®nica ¡ªlunes por la ma?ana¡ª, no hay muchas dudas sobre el origen del ataque que provoc¨®, el mi¨¦rcoles 21, en la periferia de Damasco, la primera masacre qu¨ªmica de esta guerra contra los civiles que dura ya dos a?os y medio. A excepci¨®n de la habitual pandilla de ¡°nacional-comunistas¡± que no pierden ocasi¨®n para dar rienda suelta a su revisionismo compulsivo, todos los observadores coinciden en se?alar a Bachar el Asad y su r¨¦gimen como autores de la matanza.
Tampoco hay duda sobre la necesidad de una respuesta: la moral la exige; la causa de la paz la demanda; el pragmatismo, el esprit de s¨¦rieux y la realpolitik m¨¢s elemental la requieren. Hace un a?o, Barack Obama estableci¨® el uso de armas qu¨ªmicas como la l¨ªnea roja que no hab¨ªa que cruzar, as¨ª que una de dos: o su palabra significa algo y, entonces, est¨¢ obligado a reaccionar, o no lo hace, duda y se limita a amagar con sus destructores y, entonces, ni su palabra ni la de su pa¨ªs ser¨¢n dignas de cr¨¦dito, y solo quedar¨¢ esperar otros estragos en Corea del Norte, en Ir¨¢n, en el club de los pa¨ªses que tienen o quieren tener armas de destrucci¨®n masiva y ven en el caso sirio un test para la determinaci¨®n de las democracias.
Y, finalmente, respecto a la cuesti¨®n de la legitimidad de una intervenci¨®n bloqueada en las Naciones Unidas por los Estados canallas y su padrino ruso, esta ya no es pertinente: ?acaso no estamos ante una de las situaciones de extrema urgencia previstas por el legislador internacional cuando formul¨®, en 2005, el principio de responsabilidad de proteger? ?No es la misma situaci¨®n en la que se encontraba el presidente Sarkozy cuando, el 10 de marzo de 2011, dijo a los rebeldes libios llegados a Par¨ªs para pedirle que salvara Bengasi que estaba esperando el aval de las Naciones Unidas, pero que si no lo obten¨ªa se conformar¨ªa con un mandato alternativo? ?No hay momentos en la Historia en que eso que los fil¨®sofos cl¨¢sicos llamaban ¡°ley natural¡± se impone a las leyes positivas y sus compromisos de circunstancias?
Siria encarna a ojos
de Putin el ¨²ltimo
vestigio del esplendor
imperial perdido
En cambio, la verdadera cuesti¨®n es Rusia.
El verdadero y oscuro enigma radica en las razones que, contra toda l¨®gica, contra el mundo entero e incluso ¡ªy esto es nuevo¡ª contra una parte de su propia opini¨®n p¨²blica, conmocionada como el resto del planeta por las im¨¢genes de ni?os gaseados, pueden animar al Gobierno ruso a apoyar con tanto ah¨ªnco a un r¨¦gimen notoriamente criminal.
Hay quien dice: ¡°Chechenia¡±.
Hay quien pregunta: ¡°?C¨®mo los asesinos de los chechenos podr¨ªan sumarse a la condena de Bachar el Asad sin arriesgarse a que la comunidad internacional les pidiese cuentas por sus propios cr¨ªmenes?¡±.
Tambi¨¦n se habla de su oposici¨®n por principio a todo lo que pueda sonar a cuestionamiento del viejo adagio hitlero-estaliniano: ¡°Cada uno es rey en su casa¡±.
Evidentemente, todo esto es incuestionable.
Pero este extra?o comportamiento, esta adhesi¨®n, en ¨²ltima instancia irracional, casi absurda, al ¡°viva la muerte¡± de un r¨¦gimen que las jerarqu¨ªas del Kremlin sin duda saben condenado a desaparecer en un plazo m¨¢s o menos corto, tiene otra explicaci¨®n en la que ca¨ª este verano, durante una conversaci¨®n con un responsable ruso cuyo anonimato debo respetar.
Rusia fue un coloso.
Un coloso con los pies de barro, pero un coloso al fin y al cabo, cuya influencia se extend¨ªa, hasta hace poco, por Cuba, Vietnam, Asia central, una parte de los Balcanes, India, Irak y Egipto, entre otros, sin olvidar la Europa central y oriental, los pa¨ªses b¨¢lticos y Finlandia.
Ir¨¢n y Corea del Norte ven en caso sirio un test para la determinaci¨®n
de las democracias
Sin embargo, ?qu¨¦ queda hoy de ese reino desaparecido, de esa zona de influencia sin equivalente ni precedente, de ese imperio al lado del cual el pretendido imperio estadounidense parec¨ªa una p¨¢lida y torpe r¨¦plica? Nada. Ni un dominio. Ni un protectorado. Ni siquiera la rebelde Ucrania. Ni Cuba, bajo influencia venezolana. Ni el m¨¢s m¨ªnimo resto. Absolutamente nada. A no ser, precisamente, esta Siria tan malhadada que, a ojos de Putin, el exagente del KGB, probablemente encarne el ¨²ltimo vestigio del esplendor perdido.
Rusia es un pa¨ªs enfermo.
Rusia es un pa¨ªs exang¨¹e cuyo comercio exterior, por ejemplo, equivale al de los Pa¨ªses Bajos.
Pero Rusia es tambi¨¦n un pa¨ªs vencido que a?ora a una potencia de la que solo queda esta Siria, todav¨ªa m¨¢s exang¨¹e, a la que se aferra con la misma energ¨ªa insensata que, mutatis mutandis, la debilitada Francia de los a?os cincuenta se aferraba a una Argelia que, no obstante, sab¨ªa irremediablemente perdida.
A todos aquellos a quienes no les gusta ver a un gran pa¨ªs gobernado por unos bravucones revanchistas espoleados por el resentimiento, esta explicaci¨®n les parecer¨¢ inquietante; y no sin raz¨®n.
Pero, al mismo tiempo, deber¨ªa tranquilizar a aquellos que saben ¡ªtambi¨¦n¡ª que cuando alguien saca pecho con tanta vehemencia es porque, en el fondo, no tiene control alguno sobre el curso de los acontecimientos.
?Y si Putin fuera un tigre de papel? ?Un Popeye con esteroides? ?Un chantajista que no se arriesgar¨¢ a poner en peligro sus Juegos Ol¨ªmpicos de Sochi? Es demasiado pronto para pronunciarse. Y, en estos momentos de suspense, no hay ni soluci¨®n prefabricada ni resoluci¨®n sin riesgo. A cada cual, por consiguiente, le corresponde decidir su campo y su apuesta. La m¨ªa es que es posible socorrer a los civiles sirios y salvar lo que a¨²n puede salvarse de la credibilidad y el honor de la comunidad internacional sin que eso provoque el apocalipsis con el que nos amenazan.
Bernard-Henri L¨¦vy es fil¨®sofo.
Traducci¨®n de Jos¨¦ Luis S¨¢nchez-Silva.
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