Presionar a los dos adversarios en Siria
El uso de armas qu¨ªmicas est¨¢ confirmado, pero el autor no queda claro
Podemos discutir tanto los motivos para justificar la intervenci¨®n militar en Siria como la identidad de los participantes o sus objetivos.
El uso de armas qu¨ªmicas en Damasco parece ya confirmado; no est¨¢ tan claro de qui¨¦n es la responsabilidad. Los Gobiernos occidentales hab¨ªan anunciado que esa era la l¨ªnea roja que les empujar¨ªa, de manera autom¨¢tica, a una intervenci¨®n militar.Una condici¨®n como esa no tiene m¨¢s remedio que suscitar manipulaciones y provocaciones, y la historia de las guerras est¨¢ llena de episodios de este tipo: acusar de actos as¨ª a uno de los beligerantes permite convertirle en objeto de oprobio y, como consecuencia, deshacerse de ¨¦l. Sin una investigaci¨®n a fondo, no es posible disipar las dudas sobre la identidad del responsable.
En el mundo actual, la capacidad de tomar la decisi¨®n sobre una intervenci¨®n militar corresponde al Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Esta instituci¨®n no est¨¢ libre de cr¨ªticas: su n¨²cleo permanente est¨¢ formado, no por representantes de todos los continentes, ni de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n mundial, sino por los vencedores de la II Guerra Mundial. Es decir, es la encarnaci¨®n del derecho del m¨¢s fuerte.
Qu¨¦ paradoja: las reglas valen para todos, menos para los miembros permanentes del Consejo de Seguridad
En la actualidad est¨¢ bloqueado por el veto de dos de sus miembros permanentes, Rusia y China, si bien todos los dem¨¢s miembros han hecho tambi¨¦n uso de ese derecho en el pasado. Aparte del Consejo, se podr¨ªa consultar a la Asamblea General de la ONU, cuya conformidad permitir¨ªa, si no legalizar, al menos legitimar la intervenci¨®n. Pero esta situaci¨®n tambi¨¦n ha quedado descartada, puesto que no est¨¢ asegurado un voto positivo. Igual que se ha eliminado la idea de exigir la aprobaci¨®n del G20, el club de los 20 pa¨ªses m¨¢s poderosos del mundo, porque tampoco en ese caso est¨¢ garantizada la mayor¨ªa. Por consiguiente, se trata de conformarse con la soluci¨®n actual: actuar en nombre de una ¡°coalici¨®n de voluntarios¡±, aunque no est¨¦ formada m¨¢s que por dos pa¨ªses, Estados Unidos y Francia.
Es cierto que es una decisi¨®n que ya se ha tomado en otros casos recientes (las intervenciones en Kosovo e Irak), pero esos precedentes no justifican nada; pusieron en rid¨ªculo a sus propias instituciones. Qu¨¦ paradoja: las reglas de la vida internacional valen para todos, menos para los miembros permanentes del Consejo de Seguridad, encargados de garantizarlas. Hoy, estas intervenciones se apoyan expl¨ªcitamente en la capacidad militar de los pa¨ªses que las emprenden. Para el presidente de Estados Unidos, su pa¨ªs tiene una misi¨®n universal ¡°por ser la naci¨®n m¨¢s poderosa del mundo¡±. El presidente franc¨¦s explica su decisi¨®n de intervenir en Siria con argumentos similares: ¡°Existen pocos pa¨ªses capaces de infligir una sanci¨®n con los medios adecuados. Francia es uno de ellos¡±. Es decir, la fuerza sigue siendo la base del derecho.
Hace 100 a?os, Rudyard Kipling, cantor del colonialismo occidental, describi¨® en t¨¦rminos emocionados ¡°la carga del hombre blanco¡±, obligado a ¡°vigilar a los pueblos salvajes, errantes / mitad diablos mitad ni?os¡± , que ni siquiera reconoc¨ªan los bienes que les proporcionaba; en pago, los colonizadores recib¨ªan ¡°la censura de vuestros superiores; / el odio de aquellos a quienes proteg¨¦is¡±. El vocabulario del ¡°castigo¡± empleado hoy evoca este reparto de papeles: a un lado los ni?os turbulentos, que ignoran lo que les conviene (a veces se les llama directamente b¨¢rbaros o monstruos); al otro, los se?ores, que tienen la sabidur¨ªa y el poder.
La diferencia con la ¨¦poca colonial es que una parte de los ni?os indisciplinados pide a las potencias occidentales que expulsen a los gobernantes (Sadam Husein, el coronel Gadafi, Bachar el Asad), pero que despu¨¦s se vayan de inmediato. ?Ser¨¢ tal vez que la carga del hombre democr¨¢tico (que solo vive en los pa¨ªses occidentales, los que se autodenominan ¡°la comunidad internacional¡±) consiste en el deber de injerencia universal, la responsabilidad de proteger a los dem¨¢s pueblos del planeta?
Existe el temor de que la intervenci¨®n cause a¨²n m¨¢s estragos, como ya ocurri¨® en ocasiones anteriores
Se debate asimismo la cuesti¨®n de cu¨¢nto debe prolongarse la intervenci¨®n. En opini¨®n de los neoconservadores estadounidenses y franceses, e incluso de algunos jefes de Gobierno de la regi¨®n, hay que aprovechar la oportunidad para derrocar a quienes ocupan hoy el poder. Pero nadie puede garantizar que los nuevos gobernantes vayan a ser mejores que los anteriores. El conflicto entre unos manifestantes pac¨ªficos que exig¨ªan libertades democr¨¢ticas y el poder represivo se ha convertido en un enfrentamiento entre distintos grupos religiosos, sostenidos por las teocracias de la regi¨®n, Arabia Saud¨ª en un bando e Ir¨¢n en el otro. La guerra, una vez desatada, se rige por su propia l¨®gica, que arroja al olvido las justificaciones iniciales y las sustituye por el resentimiento y la llamada a la venganza. Y las opciones extremistas pueden m¨¢s que la moderaci¨®n.
Si se establece de forma inequ¨ªvoca la responsabilidad por el uso del gas, limitarse a una sanci¨®n parcial y simb¨®lica no permitir¨¢ eliminar el mal de esta parte del mundo. Pero existe el temor a que la alternativa cause a¨²n m¨¢s estragos, como ya ocurri¨® en intervenciones anteriores. En lugar de ayudar a una de las partes beligerantes, ?no ser¨ªa mejor presionar a los dos odiados adversarios, los ¡°terroristas¡± y el ¡°tirano¡±, para que se sienten a negociar? Ser¨ªa una soluci¨®n imperfecta, pero Occidente debe tragarse su soberbia y reconocer que no puede resolver todos los problemas del mundo, que la buena voluntad choca contra una dimensi¨®n tr¨¢gica de la historia.
Tzvetan Todorov es semi¨®logo, fil¨®sofo e historiador de origen b¨²lgaro y nacionalidad francesa.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia.
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