Elogio y necesidad de la ONU
La crisis de Siria vuelve a mostrarnos a Naciones Unidas vacilante, sin capacidad de reacci¨®n. Pero, a pesar de su debilidad, la organizaci¨®n ha sido capaz de evitar una guerra destructiva global durante los ¨²ltimos 68 a?os
?Se dice que la ONU es d¨¦bil, y es verdad. Lejos de constituir un gobierno mundial, su carencia de facultades ejecutivas le impide convertir sus resoluciones en ¨®rdenes de obligado cumplimiento, acompa?adas de la suficiente capacidad coercitiva que asegure su ejecuci¨®n. El no disponer de un poderoso aparato militar propio y permanente, sometido a sus ¨®rdenes directas, que pudiera permitirle imponer por la fuerza, en caso necesario, el cumplimiento de sus resoluciones, lleva consigo inevitablemente un cierto tipo de debilidad. Pero no es una debilidad cualquiera: se trata de la digna debilidad inherente a todo aquel cuya fuerza no es f¨ªsica sino jur¨ªdica y moral. Y la fuerza jur¨ªdica y moral ¡ªseg¨²n comprobamos una y otra vez¡ª puede verse atropellada por la ley del m¨¢s fuerte, capaz de imponer su propia ley al margen de la moral.
Se dice que la ONU es ineficaz, y con frecuencia as¨ª es. Se alega, con raz¨®n, que aquellos que se sienten suficientemente poderosos quebrantan las resoluciones de la ONU cuando les conviene, en la m¨¢s total impunidad. Como claro ejemplo tenemos el caso palestino-israel¨ª, en el cual el m¨¢s fuerte ¡ªIsrael, apoyado por Estados Unidos¡ª pisotea hist¨®ricamente dichas resoluciones en detrimento del m¨¢s d¨¦bil ¡ªel pueblo palestino¡ª, por citar uno de los ejemplos de m¨¢s interminable actualidad. Y en nuestro caso, sin ir m¨¢s lejos, Reino Unido ha despreciado siempre las resoluciones de la ONU que ordenaron en su d¨ªa proceder a la descolonizaci¨®n de Gibraltar.
Se acusa tambi¨¦n a la organizaci¨®n de ser escasamente democr¨¢tica, dada la consabida composici¨®n de su Consejo de Seguridad, con solo cinco (de sus 15 Estados) constituidos como miembros permanentes con derecho de veto. Abusivo privilegio que ha vuelto a manifestarse crudamente en la actual crisis de Siria, donde las medidas que fueron necesarias hace m¨¢s de dos a?os, y hace un a?o y medio, fueron bloqueadas por el veto de Rusia y de China.
Pues bien: pese a este c¨²mulo de deficiencias, debilidades y factores objetables, la ONU resulta no solo imprescindible sino digna de apoyo, y aun de gratitud. En justicia debe ser defendida, incluso elogiada en la medida de sus merecimientos objetivos, registrados desde su fundaci¨®n en 1945 hasta el complejo momento actual.
La humanidad necesita a alguien capaz de atenuar las fechor¨ªas de las colectividades
Para empezar, hay que se?alar una evidencia. El hecho de que entre las dos guerras mundiales del siglo XX solo existiera un intervalo de paz de dos d¨¦cadas (1918-1939), y que desde la segunda y ¨²ltima contienda mundial (periodo coincidente con la vida de la ONU) han transcurrido ya 68 a?os sin ninguna hecatombe b¨¦lica de magnitud similar, nos muestra que frente al notable fracaso de su antecesora ¡ªla llamada Sociedad de Naciones¡ª, las actuales Naciones Unidas presentan un balance netamente favorable, y que es mucho lo que, objetivamente, la humanidad debe agradecer a tan imperfecta organizaci¨®n.
Los ruidosos debates, choques dial¨¦cticos e incluso estrafalarios incidentes registrados ¡ªrecordemos al presidente sovi¨¦tico Nikita Kruschef empu?ando su zapato y golpeando con ¨¦l estrepitosamente su pupitre en plena Asamblea General (octubre de 1960) justo al lado de la contigua delegaci¨®n espa?ola¡ª, fueron episodios derivados de las explosivas tensiones de la guerra fr¨ªa, en aquellos tiempos en los que el mundo estuvo al borde del abismo en m¨¢s de una ocasi¨®n. Pues bien: en aquellos a?os, las Naciones Unidas tuvieron la virtud impagable de reducir al ¨¢mbito de los improperios verbales y gestuales, lo que, de otra forma, se hubiera convertido en el tercer cataclismo global. Si aquellos dirigentes norteamericanos y sovi¨¦ticos hubieran tenido el mismo ¡°gatillo f¨¢cil¡± que caracteriz¨® al ranchero tejano que ocup¨® la Casa Blanca varias d¨¦cadas despu¨¦s, y si tales dirigentes hubieran despreciado en aquellos tiempos a la ONU en la misma medida en que Bush la despreci¨® ordenando la invasi¨®n de Irak ¡ªel audaz vaquero desenfund¨® su rev¨®lver con gran celeridad ante la inminente amenaza de las armas de destrucci¨®n masiva de su adversario, tan pavorosas como inexistentes¡ª, en tal caso, decimos, si aquellos dirigentes de hace medio siglo no hubieran sido capaces, como afortunadamente lo fueron, de ¡°convivir¡± (es un decir) dentro de aquella bendita y sufrida ONU, brutalmente sacudida por los tremendos envites de la guerra fr¨ªa, muchos de nosotros posiblemente no estar¨ªamos aqu¨ª. Pero la ONU, mal que bien, incluso aquella ONU de los a?os sesenta y setenta zarandeada entre tempestades y tremendas crisis, consigui¨® hacerse respetar relativamente por unos y otros; no demasiado, pero s¨ª lo suficiente como para mantener su car¨¢cter de foro limitador de los choques y conflictos de aquel explosivo mundo bipolar, libr¨¢ndonos de lo peor.
?Y qu¨¦ decir del momento actual? La crisis de Siria vuelve a mostrarnos a una ONU desbordada por una situaci¨®n tr¨¢gica y compleja, cuya magnitud supera su capacidad de reacci¨®n. Pero no es solo el caso de Siria, sino una realidad mucho m¨¢s amplia: la estructura, valores y comportamientos que prevalecen en el mundo de hoy, introducen de hecho en ¨¦l la tensi¨®n, la inestabilidad, y la generaci¨®n de futuros estallidos de violencia, dados sus ingredientes de injusticia y agresividad. Ingredientes que se manifiestan hoy de muy diversas formas, demoledoras de la paz y generadoras de conflictos actuales y futuros.
Una de ellas es la materializada por numerosos dirigentes y ejecutivos sin escr¨²pulos, a los que el hambre, la miseria y el sufrimiento de millones de sus semejantes les traen sin cuidado, y cuya criminal rapacidad sigue basada en el garrotazo econ¨®mico. B¨¢rbaros de nuestros d¨ªas, incluso graduados en grandes universidades, pero cuyos criminales hachazos econ¨®micos y sociales, asestados desde poderosas instituciones financieras, condenan a la miseria a millones de seres humanos, v¨ªctimas directas e indirectas de su voracidad. Fen¨®meno que produce, entre otros efectos, la subida desenfrenada de los precios de los alimentos de las sociedades m¨¢s d¨¦biles, factor que condena al hambre a pueblos enteros. Liberalismo econ¨®mico desalmado, generador de insufribles niveles de desigualdad social, semilleros de desesperaci¨®n y violencia que, antes o despu¨¦s, terminan inevitablemente en sangrientos estallidos.
Otra forma de brutalidad es la perpetrada por otro tipo de salvajes, cuyos profundos sentimientos religiosos les hacen triturar la vida y los derechos de los ¡°infieles¡± que no participan de su fe, reventando trenes, estrellando aviones, lapidando mujeres por motivos inauditos, mutil¨¢ndolas sexualmente desde su ni?ez, matando a las adolescentes que pretenden estudiar, o arrojando ¨¢cido al rostro de aquellas que se han atrevido a rechazar alguna de sus formas de opresi¨®n sexual o familiar.
No puede pedirse a una organizaci¨®n que sea mejor que los miembros que la componen
Un mundo en el que todas estas pr¨¢cticas subsisten, apoyadas y propiciadas por fuerzas pol¨ªticas, sociales y religiosas deseosas de implantar y extender estas concepciones de la vida y de la moral, ?c¨®mo puede ser regulado, civilizado y racionalizado por una organizaci¨®n internacional? ?C¨®mo pretender que la ONU, en un planeta repleto de injusticias, atropellos y atrocidades de toda ¨ªndole, haga prevalecer el raciocinio, la justicia, los derechos humanos y la paz? No puede pedirse a una organizaci¨®n que sea mejor que los miembros que la componen. Con ONU o sin ella, somos lo que somos y nuestro ADN es el que es.
Y sin embargo ah¨ª sigue radicando, pese a todo, la imprescindible necesidad de las Naciones Unidas. A pesar de sus insuficiencias y limitaciones. La humanidad sigue necesitando algo o alguien que, pese a su torpeza, a su lentitud, a su falta de unidad, sea capaz, ya que no de suprimir, s¨ª al menos de atenuar, de aminorar, de poner alg¨²n l¨ªmite a las fechor¨ªas que las colectividades humanas somos capaces de perpetrar. En este mundo actual de tan agudo subdesarrollo y tan calamitosos comportamientos, la ONU, con todas sus imperfecciones, est¨¢ llamada a mantener en alto la antorcha ¡ªtantas veces temblorosa y acorralada¡ª- de una cierta moral internacional, de unas reglas relativamente consensuadas, y, en definitiva, de la ley de la civilizaci¨®n frente a la violencia gen¨¦tica de la caverna y la barbarie de la jungla.
Prudencio Garc¨ªa Profesor del Instituto Guti¨¦rrez Mellado de la UNED. Fellow del IUS de Chicago. Ex consultor e investigador internacional de la ONU en Am¨¦rica Central
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