Catalu?a y Espa?a
La soluci¨®n democr¨¢tica debe venir de un di¨¢logo estructurado que desemboque en negociaci¨®n
El punto de ebullici¨®n que ha alcanzado la cuesti¨®n catalana tras la segunda Diada de cariz soberanista requiere actitudes serenas, respetuosas y reflexivas: de la clase pol¨ªtica, de los intelectuales, de los medios. Solo desde ellas podr¨¢n los dirigentes balizar mediante el di¨¢logo una soluci¨®n seria y responsable, y no remedios falaces que empeoren el problema o falsas salidas que lo enquisten durante largo tiempo.
Entre los remedios falaces, algunos sugieren el uso de la fuerza o la suspensi¨®n de la autonom¨ªa. Esa apelaci¨®n carece de encaje jur¨ªdico en la Constituci¨®n, pues no hay en plaza rebeli¨®n f¨¢ctica institucional alguna, por lo que el uso de los art¨ªculos 8 o 155 tendr¨ªa contornos golpistas y equivaldr¨ªa a asestar un hachazo brutal al modelo auton¨®mico constitucional.
M¨¢s ac¨¢ del ¡ªesencial¡ª imperativo jur¨ªdico democr¨¢tico, conviene recordar a los fabricantes de estas recetas autoritarias su extremada inconveniencia pr¨¢ctica: solo su evocaci¨®n abonar¨ªa ya el campo para el ¨¦xito de lo contrario de lo que dicen perseguir. Nada desear¨ªan m¨¢s algunos recalcitrantes del secesionismo que contemplar el uso de la violencia ilegal o del abuso de la ley como motivos para multiplicar el n¨²mero de sus propios seguidores. Y como coartada para legitimar sus pretensiones ante la UE y la comunidad internacional, hasta hoy recelosas ante sus propuestas y refractarias a la hora de prestarles cualquier apoyo, por indirecto que fuere.
Entre las falsas salidas se asoman la prolongaci¨®n del inmovilismo, pues no disolver¨¢ un problema socialmente ya muy enraizado; y los enjuagues cosm¨¦ticos o parciales, porque prolongar¨ªan el asunto, sin augurio de mejorarlo. La ¨²nica soluci¨®n al agravamiento de la cuesti¨®n ¡ªy que es la propia de la democracia¡ª, debe llegar a trav¨¦s del di¨¢logo pol¨ªtico, y entre pol¨ªticos. El cruce de cartas entre el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y el de la Generalitat, Artur Mas, oficializa por fortuna esta v¨ªa, aunque se tratase de una v¨ªa obvia y se produzca con retraso y desde un indisimulable recelo mutuo. Hay que celebrarla y desear que produzca resultados.
Pero al tratarse de una cuesti¨®n de Estado de gran alcance, la condici¨®n de su ¨¦xito es evitar que se reduzca a una conversaci¨®n evanescente, doctrinal o dise?ada para ganar tiempo: es oportuna la alusi¨®n a que debe carecer de fecha de caducidad, de presi¨®n cortoplacista. Se necesita un di¨¢logo estructurado, apto para que desemboque en una negociaci¨®n de calado, que involucre a los Gobiernos concernidos y tambi¨¦n a las principales fuerzas pol¨ªticas.
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Para ponerlo en pie, no basta con conversaciones discretas. Urge enumerar y ejecutar una serie de medidas de reconstrucci¨®n de la confianza deteriorada, acompa?adas del necesario desarme de los excesos verbales y quiz¨¢ ayudadas de estudios, comisiones y libros blancos ad hoc. Sobre financiaci¨®n, infraestructuras y reconocimiento ling¨¹¨ªstico e identitario, como se apunta desde distintas posiciones.
Pero no solo en esos ¨¢mbitos: tambi¨¦n en el de su canalizaci¨®n a trav¨¦s de las necesarias reformas del ordenamiento constitucional, y de la b¨²squeda de interpretaciones flexibles e incluyentes de la actual Carta Magna, en vez de restrictivas. Lo bastante flexibles como para evitar descartar de antemano cualquier salida de las muchas posibles y considerar su posibilidad a la luz del principio democr¨¢tico y de su grado de conveniencia para encauzar las discrepancias. Solo si se aborda un plan de negociaci¨®n de este tipo sin prejuzgar de entrada todos sus elementos finales, que probablemente supondr¨¢ una profunda modificaci¨®n del Estado constitucional, ser¨¢ factible un consenso suficiente. Para bien de los catalanes. Para bien de todos los espa?oles.
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