La tienda de los recuerdos
Podr¨ªa haber sido en cualquier lugar del mundo, pero sucedi¨® en el cabo de Finisterre, verano de 2013, al finalizar el Camino de Santiago. Tuve que pedirle al vendedor que me repitiera su sugerencia de abandonar la tienda. Seg¨²n ¨¦l, mi hijo de 19 a?os y con alto grado de discapacidad, con su sola presencia daba mala imagen y le perjudicaba las ventas. Este es mi recuerdo de la tienda de recuerdos: humillaci¨®n, injusticia, desconcierto¡ Intentaba, sin ¨¦xito, encontrar respuesta a ese sinsentido.
Aunque est¨¢bamos en un enclave natural maravilloso, a mi hijo solo le interesaba estar en ¡°la tienda de recuerdos¡±. Yo le hab¨ªa pedido de diferentes formas y de manera reiterada que sali¨¦ramos del establecimiento y no lo hab¨ªa conseguido, pero al escuchar las palabras del vendedor se sinti¨® rechazado, se levant¨® y sali¨® de la tienda con paso ligero y en¨¦rgico. Muchas personas presenciaron la situaci¨®n y nadie intervino.
Existen declaraciones universales, campa?as de concienciaci¨®n, derechos constitucionales, pero al final somos los ciudadanos los que debemos hacerlos realidad. En ocasiones presenciamos pasivamente el atropello de derechos establecidos por no tener ninguna posici¨®n al respecto, porque no nos afecta directamente, por la perplejidad de la situaci¨®n o simplemente por no tener rapidez de respuesta. Invito a todos a convertirnos en sujetos m¨¢s activos en nuestra sociedad, tener m¨¢s claras nuestras posiciones, expresarlas en p¨²blico abiertamente y con respeto. Creo que es una actitud positiva y ¨²til para establecer los valores de nuestra sociedad.
Espero que sirva para que otras personas no tengan que vivir la situaci¨®n que vivimos mi hijo y yo.¡ª Mar¨ªa Eugenia Corraliza Rodr¨ªguez.
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