El prestigio de las palabras
Algunos t¨¦rminos del discurso pol¨ªtico bendicen todo cuanto tocan. Y a veces nos enga?an
Una mano se alz¨® entre los cientos de asistentes a aquella asamblea izquierdista, en la Universidad del posfranquismo. Y el estudiante que ped¨ªa la palabra le dijo a quien acababa de intervenir desde la mesa presidencial: ¡°Perdona, te voy a hacer una autocr¨ªtica¡±.
Algunas expresiones han adquirido un enorme prestigio con el paso de los a?os, como ¡°autocr¨ªtica¡±. Pero la supuesta confesi¨®n se convierte en un enga?o si no se trata de un acto de sinceridad y si no implica alguna rectificaci¨®n a cargo del autor.
Esas palabras de prestigio se impregnan de respeto y bendicen todo cuanto tocan, pues llevan dentro connotaciones positivas, objetivas, ajenas al debate. Y que a veces nos enga?an.
El t¨¦rmino ¡°evoluci¨®n¡± figura tambi¨¦n en ese grupo. Hallamos propuestas de evoluci¨®n en el periodismo, en la arquitectura, en el lenguaje, en nuestra concepci¨®n de la vida. ¡°Hay que evolucionar¡±, ¡°Fulano no ha sabido evolucionar¡±, ¡°el enfermo no evoluciona¡±, ¡°el coche de Vettel lleva nuevas evoluciones¡±... Llama la atenci¨®n que el verbo y el sustantivo (¡°evolucionar¡± y ¡°evoluci¨®n¡±) se apliquen casi siempre a desarrollos positivos, cuando el Diccionario no les otorga esa virtud. Quiz¨¢s al valor meliorativo de ¡°evoluci¨®n¡± y ¡°evolucionar¡± contribuya la mera existencia de ¡°involuci¨®n¡± y de ¡°involucionar¡±. Sin embargo, tanto ¡°evolucionar¡± como ¡°involucionar¡± se refieren al desarrollo de algo hacia delante o hacia atr¨¢s, no necesariamente a su mejora o empeoramiento. Tal vez un enfermo desear¨ªa involucionar, por ejemplo: retroceder al momento en que estaba sano. ¡°El idioma evoluciona¡±, se suele arg¨¹ir como lugar com¨²n ante cualquier cr¨ªtica de un neologismo. Pero, aunque casi hayamos excluido esa idea en el significado, se dan a menudo evoluciones negativas: el enfermo empeora, la ciudad se degrada, nuestro l¨¦xico se empobrece. Y ese prestigio de la palabra ¡°evoluci¨®n¡± hace que lo olvidemos.
El t¨¦rmino ¡°auditor¨ªa¡± forma parte tambi¨¦n del listado de vocablos prestigiosos. ¡°Te voy a hacer una autocr¨ªtica¡± se asemeja en su sinraz¨®n a ¡°te voy a hacer una auditor¨ªa¡±, expresi¨®n esta parecida a las que a veces o¨ªmos en el debate pol¨ªtico.
Ni la ¡°auditor¨ªa¡± ni el ¡°auditor¡± est¨¢n bien definidos en el actual Diccionario, que se refiere as¨ª a la auditor¨ªa contable: ¡°Revisi¨®n de la contabilidad de una empresa, de una sociedad, etc¨¦tera, realizada por un auditor¡±. Pero luego el concepto de auditor no queda muy delimitado: ¡°Que realiza auditor¨ªas¡±.
La Academia resolver¨¢ el problema para la siguiente edici¨®n, en la que prev¨¦ redefinir de este modo la voz auditor¨ªa: ¡°Revisi¨®n y verificaci¨®n de las cuentas y de la situaci¨®n econ¨®mica de una empresa, realizada por un experto independiente¡±.
Y ah¨ª est¨¢ la clave: en la independencia de quien se encargue del trabajo; porque en eso radica el prestigio de ¡°auditor¨ªa¡±: Por tanto, las auditor¨ªas contra un adversario y las ¡°auditor¨ªas internas¡± de las que ¨²ltimamente o¨ªmos hablar aprovechan el prestigio de la palabra para manipularla.
El auditor, adem¨¢s, si atendemos al origen del t¨¦rmino (auditor, -oris), debe escuchar a unos y otros, enterarse bien. Los disc¨ªpulos recib¨ªan en la Roma antigua el nombre de ¡°auditores¡±, pues prestaban atenci¨®n continua a su maestro. ¡°O¨ªr¡± y ¡°enterarse¡± andaban entonces de la mano, y una expresi¨®n como audisti de malis nostris significaba ¡°ya est¨¢s enterado de nuestras desgracias¡± (Diccionario Vox, 1990).
¡°Auditor¨ªa¡±, ¡°evoluci¨®n¡±, ¡°sostenible¡±, ¡°autocr¨ªtica¡±, ¡±crecimiento¡±,¡±racionalizar¡±, ¡°transparencia¡±¡ son vocablos de prestigio. Como la palabra ¡°futuro¡±. Qui¨¦n puede cuestionarla, si en ella volcamos todos los deseos. Despu¨¦s, el propio futuro decidir¨¢ por su cuenta, y reducir¨¢ nuestra capacidad de someterlo a solo aquello que realmente depend¨ªa de nosotros mismos. Pero mientras tanto, su prestigio nos seduce en el discurso pol¨ªtico y en sus ofertas.
Por eso quiz¨¢s convenga que, cuando nos regalen esos t¨¦rminos para endulzar una frase, nos fijemos bien en las palabras amargas que haya a su alrededor.
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