MVM
La memoria es flaca, como la vida, y ah¨ª est¨¢ MVM despidi¨¦ndose de la vida sin haberse despedido ni de este pa¨ªs ni de s¨ª mismo
Manuel V¨¢zquez Montalb¨¢n, de cuya muerte hizo una d¨¦cada el ¨²ltimo viernes, era un s¨ªmbolo en el que unos clavaban flechas y sobre el que otros arrojaban claveles. Luego se fue, y entonces le dieron una tregua. Los que le daban la lata ya no tuvieron que pedirle pr¨®logos, y los que no lo quer¨ªan se quedaron sin el m¨¢s temido autor de met¨¢foras de la posguerra.
Padeci¨®, como tantos que en su tiempo parec¨ªan esenciales, un purgatorio cruel, largu¨ªsimo, y ahora resucitan su nombre, sus iniciales, incluso sus seud¨®nimos m¨¢s alimenticios, y lo ponen a cabalgar por un pa¨ªs en el que seguramente hubiera seguido viviendo extra?ado, buscando en la poes¨ªa el refugio de sus distintas razones para la melancol¨ªa. Invent¨® un detective, acaso porque dentro ¨¦l mismo ten¨ªa un detective secreto que trataba de explicarse las contradicciones del alma, que a veces eran tambi¨¦n las contradicciones del pa¨ªs.
Cuando le hicieron homenajes, en el transcurso de esta d¨¦cada, algunos hicimos notar que si todos aquellos que le pidieron pr¨®logos o cr¨ªticas se hubieran juntado alrededor de su memoria habr¨ªa sido preciso alquilar el Camp Nou. Pero tan pocos de los que le deb¨ªan acudieron a esas llamadas¡ La memoria es flaca, como la vida, y ah¨ª est¨¢ MVM, a¨²n corriendo por el aeropuerto de Bangkok, despidi¨¦ndose de la vida sin haberse despedido de veras ni de este pa¨ªs ni de s¨ª mismo. Corriendo y solo, tan solo como se quedan los muertos.
Antes, diez a?os eran diez a?os; ahora son un suspiro. Pero a pesar de que la vida va tan r¨¢pido, lo que pasaba cuando vivi¨® vuelve a pasar. Una de sus ¨²ltimas obsesiones, la aznaridad, sigue estando presente en la vida nacional, con su tron¨ªo y su trueno; no hay d¨ªa sin l¨ªnea de Aznar, a favor o en contra, porque la memoria se ha despe?ado y los que entonces no quisieron saber nada del presidente que proclam¨® el s¨ª a la guerra se han olvidado de lo que entonces supuso esa excursi¨®n en la que nos meti¨® el salvador actual de la patria. Est¨¢ entre los s¨ªmbolos que se perpet¨²an a pesar de que el tiempo lo dej¨® tiritando. La burbuja inmobiliaria, la privatizaci¨®n rampante: MVM se fij¨® en eso, lo dijo, y ahora parece mentira que diez a?os no sean nada sobre ese viejo espejo de la Espa?a de la que ¨¦l se fue a despedir en Bangkok.
Y est¨¢ Catalu?a, claro. Cuando el presidente Pujol fue a Lituania a buscar una luz que le se?alara el camino y volvi¨® trasquilado, MVM avis¨®: ¡°Todo Vitautas tiene su Landsbergis¡±, pues Vitautas Landsbergis era el nombre del presidente lituano en cuyas manos quiso encomendar su esp¨ªritu. Ahora ese viaje conoce en Catalu?a un corolario cuya frontera es ni se sabe. Nadie est¨¢ autorizado a imaginar lo que alguien dir¨ªa si ese alguien ya lleva fuera de sitio tanto tiempo. Pero s¨ª estamos autorizados melanc¨®licamente a a?orar el humor con que ¨¦l hubiera abordado lo que ahora parece tan solemne como tanto te deum laico que suena en las ondas, en la prensa y en las calles.
Qu¨¦ dir¨ªa, qui¨¦n sabe, pero c¨®mo lo dir¨ªa se puede colegir por lo que ya dijo en tantos libros, en tantas columnas, en tantos susurros de bar. Diez a?os despu¨¦s de su silencio hay algo m¨¢s que quiero decir: no se pudo despedir de este pa¨ªs. Hubiera dado igual, me parece. Este pa¨ªs no sabe despedir.
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