El p¨¦ndulo y la noche
Mirar y sentirse mirado: el cine como esperanza de lo que no ha desaparecido
V¨ªctor Erice nos muestra en Alumbramientolos primeros momentos de la vida de un ni?o. Es la hora de la siesta y una mancha de sangre se extiende poco a poco por la ropa del peque?o, a la altura del vientre. A su alrededor hay una peque?a comunidad. Unos dormitan en el sal¨®n, otros hacen las labores de la casa o siegan la hierba, los ni?os juegan en el patio. Puede que se hayan olvidado un momento del reci¨¦n nacido, pero no tardan en percibir lo que pasa. La comadrona anuda de nuevo el cord¨®n umbilical, las ropas manchadas se lavan, se terminan de bordar los baberos, los relojes siguen marcando el paso del tiempo y el ni?o vuelve tranquilo a los brazos de la madre. Alumbrar a un ni?o es llevarlo hasta la luz, ayudarle a trasponer ese fr¨¢gil umbral que separa la vida de la muerte, situarle en el seno de una comunidad humana. Es la entrada en el tiempo, el paso del mundo de los or¨ªgenes al mundo hist¨®rico.
En una intervenci¨®n dedicada a Oteiza, V¨ªctor Erice afirma que el escultor vasco fue un visionario que so?¨® con una comunidad de hombres liberada de la angustia de la muerte. Los bailes en las pel¨ªculas de John Ford o las animadas multitudes que pueblan las pel¨ªculas de Renoir simbolizan la presencia de una comunidad as¨ª. Ellos nunca filman al hombre solo. Filman los ¨¢rboles, los r¨ªos, las tierras por los que sus personajes se mueven y las personas que viven en ellas. En los planos de Renoir abundan esas presencias an¨®nimas. Una puerta que se abre a lo lejos, alguien que cruza la calle, un rostro en la ventanilla de un tren, dan cuenta de esa cercan¨ªa de los dem¨¢s.
En cada escena de?¡®El sol del membrillo¡¯ late la nostalgia de esa a?orada comunidad humana
En El sol del membrillo, Erice filma el trabajo del artista frente a su lienzo, pero tambi¨¦n las visitas de sus amigos y de su familia, o el trabajo de los obreros polacos que arreglan la casa. En cada escena de la pel¨ªcula late la nostalgia de esa a?orada comunidad humana. Una comunidad amenazada, como lo demuestran las tomas que nos ense?an el extrarradio donde est¨¢ situada el estudio del pintor. Calles vac¨ªas, animadas por la luz fr¨ªa de los televisores en las ventanas, autopistas interminables, un paisaje desolado de v¨ªas, hierros oxidados y tendidos el¨¦ctricos. Y al fondo, cuando se hace de noche, la gran torre iluminada de las comunicaciones. Pero ?para decirnos qu¨¦? Es el peque?o membrillero el que hace cantar al pintor.
La quiebra de esa vida en comunidad es uno de los temas de El esp¨ªritu de la colmena y en El sur, las dos grandes pel¨ªculas de V¨ªctor Erice. Sus protagonistas adultos han perdido el contacto con su mundo y su tiempo y viven pr¨¢cticamente aislados, algo que sin duda est¨¢ relacionado con la quiebra de la convivencia que supuso la Guerra Civil espa?ola (ambas pel¨ªculas se sit¨²an en la posguerra). El p¨¦ndulo de Omero Antonutti, en El sur, habla de un poder que no tiene que ver con la posesi¨®n de las cosas, sino con el conocimiento entendido como escucha, como percepci¨®n callada de la verdad. El personaje interpretado por el actor italiano sabe gracias a ¨¦l donde hay agua, pero tambi¨¦n, al hacerle gravitar sobre el vientre de su mujer embarazada, si la criatura que va a nacer es una ni?a. Es el s¨ªmbolo del amor paterno, y esta ser¨¢ la raz¨®n de que lo deje bajo la almohada de su hija adolescente poco antes de suicidarse: habla de esa comunidad perdida a la que se refiere el t¨ªtulo de la pel¨ªcula.
En El sol del membrillo tambi¨¦n hay un p¨¦ndulo. Es la plomada que Antonio L¨®pez cuelga de una cuerda para fijar el eje de simetr¨ªa que debe ordenar su cuadro. Un p¨¦ndulo que le dice donde debe detenerse. Un lugar no tanto de apropiaci¨®n sino de exposici¨®n y entrega: un lugar desde el que mirar. El pintor localiza ese lugar y lo fija con dos clavos. Ser¨¢ ah¨ª donde se sit¨²e para pintar. Es un lugar f¨ªsico, pero tambi¨¦n moral. El lugar, como dir¨ªa Juan de Mairena, no solo desde el que se ve mejor, sino desde el que se ve lo mejor: el aura de las cosas.
El cine de V¨ªctor Erice huye de los cuerpos gloriosos que marcan a Hollywood
Todo el cine de Erice busca recuperar ese aura. Su b¨²squeda no es distinta por eso a la de la poes¨ªa. ¡°El lugar m¨¢s maravilloso, la cosa m¨¢s maravillosa y nadie la necesita ¡ªescuchamos en la ¨²ltima escena de Stalker, la pel¨ªcula de Tarkovski¡ª. La gente no tiene necesidad de lo que m¨¢s quiere, ha aprendido a pasar sin ello¡±. El cine de Erice busca ese lugar cada vez m¨¢s olvidado y necesario en el que hablar de las cosas que importan. Es el tema de La morte rouge, en que el director vasco narra un recuerdo infantil que tiene que ver con la primera pel¨ªcula que vio a los cinco a?os de edad. La pel¨ªcula se titula La garra escarlata, y est¨¢ basada en un relato de Sherlock Holmes. En ella se narra una sucesi¨®n de cr¨ªmenes realizados por el cartero del pueblo. Y el ni?o asiste a los hechos incapaz de distinguir la realidad de la ficci¨®n. Hay un momento en que aparta los ojos de la pantalla para contemplar a los adultos que le rodean. Permanecen en silencio, indiferentes al horror que contemplan, como si ocultaran un secreto que tiene que ver con lo que pasa en la pantalla y del que no le quieren hablar.
Tambi¨¦n en El esp¨ªritu de la colmena las ni?as protagonistas asisten en el cine del pueblo a la proyecci¨®n de una pel¨ªcula, El doctor Frankestein, y ven al monstruo acercarse a la ni?a junto al r¨ªo y causarla inexplicablemente la muerte. Pero tanto para ellas como para el peque?o espectador de La morte rouge el cine no termina al encenderse las luces de la sala, y sus personajes, el malvado cartero Pots y el monstruo, les acompa?an a sus casas para habitar sus noches de soledad y pesadilla. El cine representa para ellos el momento de revelaci¨®n, de aprendizaje de lo oculto. La escena final de El esp¨ªritu de la colmena, cuando el monstruo y la ni?a se encuentran, representa algo muy distinto al pacto de silencio de los espectadores adultos de La morte rouge. Es como si el monstruo se acercara a la ni?a para pedirle que no le olvidara. El cine como experiencia fundadora, como conocimiento, como una forma de descender al coraz¨®n de lo real y acoger todo lo que no cabe en el pacto de silencio de los adultos. Lo que Andre Bazin llam¨® ¡°cine de la crueldad¡±- no es otra cosa que el esfuerzo de extraer de la realidad su dimensi¨®n m¨¢s secreta, lo que sucede cuando apagamos la luz. El cine es el p¨¦ndulo y la noche: mirar y sentirse mirado.
El cine de V¨ªctor Erice es heredero de Rossellini, Renoir y Bresson. Ninguno de ellos suele servirse de actores profesionales. Huyen de los cuerpos gloriosos que marcaron el cine de Hollywood para dar cuenta de los cuerpos reales. V¨ªctor Erice se fija, sobre todo, en los ni?os para hablar del misterio de esos cuerpos. Como Charles Laughton en La noche del cazador, ¨¦l no filma a los ni?os para decirnos c¨®mo son sino para mostrarnos cu¨¢nto necesitamos su verdad. ¡°Al contrario de lo que leo con frecuencia¡±, declara Fran?ois Truffaut, ¡°las pel¨ªculas no pueden hacerse con ni?os para comprenderlos mejor. Los ni?os deben ser filmados solo porque los amamos".
El cine, en suma, como refugio de significado, esperanza de lo que no ha desaparecido.
Gustavo Mart¨ªn Garzo es escritor.
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