El culpable
L¨®pez Guerra, juez que form¨® parte del tribunal que invalid¨® la doctrina Parot ha sido convertido en culpable de todo
En los pa¨ªses, en las sociedades y hasta en las familias hay siempre alguien que trabaja de culpable. Es rotatorio. A veces el culpable es uno, a veces es otro.
Esta semana el culpable empez¨® siendo Zapatero, que ya trabajaba de culpable, pero enseguida Zapatero fue sobrepasado por otro culpable, de nombre L¨®pez Guerra, juez. Me encontr¨¦ el mi¨¦rcoles con unos colegas que iban a una tertulia. Les rogu¨¦: ¡°Digan, por favor, que no es cierto que L¨®pez Guerra fuera el que secuestr¨® a Di St¨¦fano¡±. Uno de ellos me pregunt¨®, riendo: ¡°?Pero no fue ¨¦l quien mat¨® a Manolete?¡±.
No, no mat¨® a Manolete, no secuestr¨® a Di St¨¦fano. Formaba parte del tribunal que en Estrasburgo fall¨® en contra de la norma jur¨ªdica en virtud de la cual se dictaron sentencias retroactivas en Espa?a. A partir de ese hecho, aupados en la silla de la raz¨®n emocional, muchos comentaristas dictaron sentencia contra ¨¦l, lo convirtieron en culpable de todo. Editoriales, columnas, tertulias. Un dedo enorme se?alando a la cabeza de L¨®pez Guerra, enviado diab¨®lico del diab¨®lico Zapatero a hacer en Estrasburgo de traidor de Espa?a, ocupado de prolongar en sede judicial la campa?a del expresidente para hacerle la vida agradable a los terroristas. Llenaron p¨¢ginas de vilipendio, desempolvaron fotograf¨ªas en las que el culpable cumple con su curr¨ªculo nefasto apareciendo como alto cargo socialista en reuniones que eran argumento a esta acusaci¨®n general.
De pronto, aquel colectivo de jueces, en el que hab¨ªa profesionales de todas partes, cada uno con su sensibilidad y con su historia, solo ten¨ªa como parte visible de su maldad hist¨®rica a este traidor a su patria. Los que afeaban a L¨®pez Guerra lo que hab¨ªa hecho disimulaban la raz¨®n jur¨ªdica, el valor conjunto de la sentencia, que no la hab¨ªa dictado el espa?ol a solas, se val¨ªan de una acusaci¨®n impl¨ªcita (es socialista) para descalificarlo y para situarlo en una diana que explicaba por completo el tenor de la decisi¨®n. L¨®pez Guerra, culpable de alta traici¨®n. Apuntaron muy alto, pero a quemarropa.
Para llegar a esas conclusiones y para dictar esas sentencias, los que eligieron a L¨®pez Guerra como culpable se han basado en una muy delicada mezcla de emociones, que hace explosivas las acusaciones que han puesto al juez en la picota. Qui¨¦n puede negar la repugnancia que producen los cr¨ªmenes de la persona cuya excarcelaci¨®n se iba a producir a partir de la sentencia de Estrasburgo. Qui¨¦n puede reprimir el asco que causan estos criminales. Pero Europa se ha dado instituciones que de vez en cuando tienen que reprimir la repugnancia y el asco para cumplir con los cometidos judiciales que tienen asignados. Y en esos tribunales hay jueces que afean a los pa¨ªses lo que han hecho con las leyes. Est¨¢n para eso. El disgusto de los que tienen a L¨®pez Guerra en la piara no es solo injusto, es canalla.
Un aspecto que preocupa: en medio del fuego que ha cercado al juez culpable se ha incendiado una evidencia, que ETA est¨¢ muerta. Es como si se hubiera borrado la realidad para dejar en medio de la plaza p¨²blica el rostro de un culpable, L¨®pez Guerra. No s¨¦, yo he sentido estos d¨ªas que el respeto a las v¨ªctimas no se ejerce gritando tanto contra un hombre solo.
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