Los nuestros
No hay miramientos, ni fronteras: esa pasi¨®n por ¡°dar ca?a¡± afecta ahora a toda la sociedad
Fui a ver al historiador Jos¨¦ ?lvarez Junco, un sabio. Me cont¨® algo que ocurri¨® cuando ¨¦l era un joven estudiante que reclamaba en un campus norteamericano el fin de la guerra del Vietnam y gritaba, con otros compa?eros europeos, contra el establishment norteamericano.
Junco estaba con los suyos, contra los otros. Eran j¨®venes europeos que protestaban. Estaban acompa?ados por un amigo americano, tan progresista como ellos, que gritaba lo mismo: contra el poder que manten¨ªa la guerra de Vietnam. De pronto se subi¨® al podio de los oradores uno que dec¨ªa lo contrario de lo que se hab¨ªa escuchado hasta ese momento. Este estaba a favor del Gobierno y de la guerra. El abucheo fue formidable. ?Aquel no era de los nuestros, acabemos con ¨¦l! Hasta que el progresista norteamericano que los acompa?aba se indign¨® y les grit¨®, a su vez: ¡°?D¨¦jenle hablar!¡±. Como los j¨®venes europeos, entre ellos Junco, se negaban a silenciar sus propios gritos, el amigo americano se plant¨® ante ellos: el otro ten¨ªa derecho a expresar su punto de vista. Aunque no fuera ¡°de los nuestros¡±. Y si no le dejaban hablar ellos mismos tendr¨ªan que callarse.
Record¨¦ esto que me cont¨® Junco leyendo aqu¨ª este ¨²ltimo martes a Fernando Savater en su secci¨®n Despierta y lee. Parece que lo l¨®gico, en las tertulias m¨¢s ruidosas, que ahora son, ay, el n¨²cleo de lo que la gente cree que es el periodismo, es ¡°dar ca?a a quienes no son de los nuestros¡±. Sin m¨¢s argumento, ca?a al otro que no es nuestro, para que no diga su argumento. ¡°Lo de menos¡±, escrib¨ªa el fil¨®sofo, ¡°es que tal demolici¨®n est¨¦ bien fundada, s¨®lo cuenta (¡) que no condescienda a ning¨²n miramiento con su v¨ªctima. Si adem¨¢s el ca?ero ha sido bendecido por los dioses con un humor chocarrero y grasiento de la peor baba, mejor que mejor¡±. Lo hemos hecho todos, lo hacemos todos: es mejor partir de esa generalizaci¨®n para que advirtamos que el defecto ya envuelve del todo la sensaci¨®n que desprende esa clase de periodismo que llamamos de opini¨®n pero que en realidad es de grito.
No hay miramientos, ni fronteras: esa pasi¨®n por ¡°dar ca?a¡± afecta ahora, en el periodismo gritado, y no solo ah¨ª, a los que son de derechas, de izquierdas o de centro. Al otro, ni agua: no es de los nuestros. Bendecimos al que nos gusta, gritamos contra el que no nos dice lo que queremos o¨ªr. Por esa v¨ªa no se ha empobrecido tan solo el periodismo, sino la conciencia civil, el modo de ser. Ese engreimiento del que grita es un arma, y ahora es un bumer¨¢n: nos afecta, mancha la ra¨ªz del periodismo.
Pasa desde la pol¨ªtica tambi¨¦n. Ni agua al que no es de los nuestros. El poder castiga para inhibir a los que se le oponen, dec¨ªa Catalina Botero, experta latinoamericana en medios, en la web latinoamericana de EL PA?S. Pasa en Espa?a, en Am¨¦rica, en tantos lugares. No se trata de dejar que digan lo que estaban diciendo: no tienen derecho, no son de los nuestros, se dice desde el poder. Los nuestros ¨¹ber alles. Los periodistas a los que se refer¨ªa Savater, los j¨®venes de los que hablaba Junco, son o han sido partidarios de la misma pulsi¨®n: si hablan los nuestros, agua, y si hablan los que no son de los nuestros, ca?a. De esa manera se ha ido empobreciendo la democracia, de esta manera hemos ido tambi¨¦n demoliendo el periodismo.
jcruz@elpais.es
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