?A eso lo llamas trabajar, George?
La cabeza ladeada, la sonrisa de ganador. Para conquistar, George Clooney no necesita m¨¢s. Mientras el resto de la humanidad se rinde a su carisma, su amigo Godfrey Deeny halla en ¨¦l algo parecido a un m¨¦todo
"S¨¦ que soy irland¨¦s por dos cosas: por c¨®mo bebo y por el h¨ªgado que tengo¡±, se carcajeaba George Clooney, todo sonrisas de ganador, el d¨ªa que lo conoc¨ª hace bastantes a?os en el restaurante Nobu, sito en la muy elegante via Manzoni de Mil¨¢n. La broma me permiti¨® colar en la conversaci¨®n un truco que uso siempre con los estadounidenses de ascendencia irlandesa: explicarles qu¨¦ significa su nombre en ga¨¦lico. Ventajas de haber nacido en el Ulster. Clooney, deduje, ven¨ªa de Cluana, que significa ingenioso. ?l recibi¨® la informaci¨®n con una sonrisa ladina, como admitiendo un margen para la ficci¨®n en tan halagadora coincidencia ling¨¹¨ªstica. Era septiembre de 2001, y George estaba recorriendo Italia subido a un moto junto a otros cuatro amigos. Sentados en la mesa m¨¢s grande del restaurante, las camareras se peleaban por ser las primeras en servirnos. El Pinot Grigio y el vodka llegaron y ya nunca se marcharon.
Tampoco par¨® el flujo de bellas modelos, chicas de renombre y editoras chic que se me acercaban entre plato y plato a decirme: ¡°Anda, Godfrey, ?encantada de verte!¡±. Debieron ser unas 15 bellezas en total, y todas me suplicaban, con la mirada y la mano sobre mi hombro, que les presentara al resto de comensales.
Tanto ellas, como yo, hab¨ªamos ca¨ªdo rendidos ante George a la primera sonrisa. Solo iba vestido con unas Timberland, unos vaqueros de Armani y un jersey de cachemir a juego con las botas, pero eso le basta para embelesar. Es uno de esos suertudos que nacieron en una ba?era de encanto. Rezuma afabilidad, ingenio y confianza. Verlo dedicar un minuto entero a cada una de las bellezas era digno de estudio. Se recog¨ªa frente a ellas en gesto de complicidad, aproxim¨¢ndoles la cara y girando ligeramente la cabeza hacia un lado y al frente a la vez, de tal forma que esos ojos marrones que tiene parec¨ªan sonre¨ªrle a las chicas y ¨¦l aparentaba ser un ni?o en busca de aprobaci¨®n. A las mujeres solo les faltaba ronroear.
Clooney naci¨® en una ba?era de encanto. Rezuma afabilidad, ingenio y confianza
Cada vez que le vuelvo a ver desde aquella noche pienso que tiene el pelo cada vez m¨¢s gris y los dientes m¨¢s blancos. Como toda estrella de Hollywood. En 2001 experiment¨® el tremendo ¨¦xito de La tormenta perfecta y se convirti¨® en un valor en alza con cierta reputaci¨®n indie. Con el tiempo fue acumulando tanto cheques tremendos (Ocean¡¯s eleven y todos los numeros que vinieron despu¨¦s) como cr¨ªticas sobresalientes (Buenas noches y buena suerte o Up in the air), pero nunca ha tenido mejor papel, en mi opini¨®n, que el protagonista hom¨®nimo de Michael Clayton. Y nunca ha tenido mejor plano que el ¨²ltimo de esa pel¨ªcula, en el que su personaje, un jugador alcoh¨®lico de gris¨¢ceo c¨®digo moral, se sube a un taxi de Nueva York con un gesto infinita tristeza. ¡°?Sabes qu¨¦ fue lo m¨¢s dif¨ªcil de rodar ese plano? No re¨ªrme¡±, me dijo cuando intent¨¦ alabarle. ¡°Era una pel¨ªcula casi sin presupuesto y no ten¨ªamos permiso para rodar en la Quinta Avenida, as¨ª que filmamos con un equipo peque?o delante de todo el mundo. En cada esquina sal¨ªa un obrero o un panadero que se me acercaba y me gritaba: ¡®?A eso lo llamas trabajar, George? ?A estar sentado en un taxi?¡¯. Otro me dijo: ¡®?Eh, George! ?Pensaba que eras una estrella! ?No te puedes pagar una puta limusina?¡±.
Esa humanidad es lo que ha convertido a este hijo de presentador de televisi¨®n y ganadora de concurso de belleza en uno de los famosos m¨¢s razonables de nuestra era. Ser¨¢ por cosas como aquella par¨¢lisis de Bell que sufri¨® de peque?o, la cual le inmoviliz¨® la cara y le convirti¨® en v¨ªctima del acoso de sus compa?eros de clase. O ser¨¢ todo lo que trabaj¨® para llegar hasta la cima, vendiendo trajes o cortando plantas de tabaco. El caso es que ahora, entregado a Armani como tantas otras estrellas, no parece soberbio. Parece un escritor de novela negra al que le ha ido muy, muy bien.
La ¨²ltima vez que lo vi personific¨® esta cualidad de forma soberbia. Hablaba con una acaramelada publicista de Hollywood y ten¨ªa la cabeza ligeramente ladeada, fiel a su estilo. Llevaba un bl¨¦iser negro de dos botones y una camisa blanca de lino y cuello generoso. Pens¨¦: ¡°M¨¢s hombres deber¨ªan saber vestir as¨ª¡±.
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