C¨®mo llevar (bien) un reloj
Ciertos gestos (y ciertos relojes) componen la masculinidad de hoy. Le contamos sus m¨¢ximas
Si los diamantes son los mejores amigos de las mujeres, los relojes lo son del hombre (con permiso del coche). Fuente de orgullo y de otros placeres para su propietario, el problema ¨C¨¦tico, pero sobre todo est¨¦tico¨C se plantea a la hora de hermanarlo con el resto del atuendo y con la situaci¨®n.
A vueltas con el estilo y sus reglas combinatorias, vienen a la mente iconos, arquetipos, gente que ha sabido y sabe manejarlas a su antojo. Andy Warhol llevaba su Tank de Cartier con un bl¨¦iser y unos Levi¡¯s 501. El magnate Gianni Agnelli abrochaba su Patek Philippe World Time por encima del pu?o de sus camisas a medida. Pero incluso ellos, antes de romper las normas supieron dominarlas. Veamos: un brazalete de cuero deber¨ªa combinar con el cintur¨®n y con los zapatos (purismo, s¨ª, a ultranza); si usted tiene una cena de gala, deje los modelos complicados a un lado y vista una pieza cl¨¢sica, elegante y esbelta, con esfera blanca y correa negra.
Puede que su mente y su estilo se muevan en la ¨®rbita friki, o gafapasta, o algo parecido, pero no deje que la m¨¢quina que le da la hora mande m¨¢s que usted: si lleva barba poblada y vaqueros pitillo, un Casio digital es, digamos, la guinda del clich¨¦. ?Ah!, que su pasi¨®n son los relojazos, esos que sobresalen dos cuartas por encima de la frontera del pu?o de su traje. Bien. Pero equilibre el tama?o y escoja algo sencillo, un dos agujas, no m¨¢s. Deje los de carreras, militares, submarinistas o para pilotar un avi¨®n para un casual friday o una noche de copas, o para practicar alguna de las actividades que se le presuponen al reloj, nunca para demostrar su estatus. La cuesti¨®n va m¨¢s all¨¢ de las formas.
Recuerden la m¨¢xima que escribi¨® Cecil B. Hartley en su libro La gu¨ªa de un caballero de etiqueta: ¡°Es de mala educaci¨®n bostezar durante el largo discurso de otra persona y grosero mirar el reloj¡±. Aqu¨ª a?adir¨ªamos otra: olvide todo lo que le hemos dicho y haga lo que le d¨¦ la gana. ?tica y est¨¦tica. En lo segundo no hay reglas y, si las hay, est¨¢n para romperlas.
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