P¨¦rez-Reverte y la airada banda del aerosol
Malas calles. Grafiteros clandestinos en su versi¨®n m¨¢s radical de guerrilla urbana. Transitamos los escenarios de su nueva novela, ¡®El francotirador paciente¡¯, en compa?¨ªa de personajes reales que le han servido de inspiraci¨®n.
¡°Barrios duros de chicos duros¡±, establece Arturo P¨¦rez-Reverte proyectando la sombra de su afilado perfil sobre una pared cubierta de grafitis. ¡°Fin del mundo¡±, reza una pintada delicuescente. ¡°Organiza la rabia¡±, se lee en otra. Avanzamos militarmente al tresbolillo ¨Csi eso es posible siendo solo dos¨C por la calle de Galiana, en el madrile?o barrio de Puerta del ?ngel, distrito apache, digo Latina. El escritor va delante, deteni¨¦ndose en los cruces, como si previera riesgo al salir al descubierto. Me imagino que estamos en alguna zona de combate de esas que frecuentaba el excorresponsal de guerra y que desde las azoteas y terrados nos apunta alg¨²n tipo emboscado armado con un rifle. Es la influencia de la lectura de la ¨²ltima novela del autor, El francotirador paciente (editada por Alfaguara y a la venta el 27 de noviembre), que transcurre en el mundo del grafiti, entendida su parte m¨¢s radical como guerrilla urbana, con unas leyes, t¨¢cticas y c¨®digos dignos de los rangers de Salvar al soldado Ryan en Ramelle. Un mundo en el que la pintura fresca huele a gloria de la misma manera que ol¨ªa el napalm para el teniente coronel Bill Kilgore (Robert Duvall) de Apocalypse now.
Estamos en territorio grafitero y vamos a ver a unos artistas del asunto que han asesorado a P¨¦rez-Reverte en los aspectos t¨¦cnicos de la historia, una historia, por lo dem¨¢s, muy perezrevertiana, con ¨¦pica, aventura, fracaso, malos y h¨¦roe cansado. Yo me he preparado para la ocasi¨®n y visto deportivas, vaqueros y sudadera con capucha (aunque, como dir¨ªa Gigliola Cinquetti, non ho l¡¯et¨¤), que es como van los grafiteros en la novela. Para mi sorpresa, P¨¦rez-Reverte viste, en cambio, de lo m¨¢s fino, incluida una chaqueta de ante. Como hemos llegado pronto a la cita, recalamos en un bar baqueteado, de barra de madera gastada y tercio de cerveza a 1,50 euros. En ese ambiente de R¨ªo Lobo, al novelista no se le ocurre m¨¢s que pedir agua mineral y luego, al negar displicentemente el camarero y mir¨¢ndole fijamente a los ojos, ?una Fanta de naranja! Yo me apunto a lo de la Fanta, pero pongo cara de duro.
¡°Hay diferentes tipos de grafiteros,¡±, me explica P¨¦rez-Reverte. ¡°Un amplio espectro que abarca desde el que va a hacer da?o hasta el que se incorpora al mundo comercial del arte, con muchas fases intermedias. Toda esa zona gris entre vandalismo y arte. Muchos lo van dejando. El que es legal no me val¨ªa para la novela, quer¨ªa de protagonista al que se mantiene fuera de la ley, el que opina que si es legal no es grafiti y que las ratas no bailan claqu¨¦. El que no admite que los pol¨ªticos llenen la ciudad de consignas, y los publicitarios, de tetas de modelos, pero que a ¨¦l le acusen de ensuciar las paredes¡±. En El francotirador paciente, una especialista en arte contempor¨¢neo trata de encontrar a un grafitero legendario, Sniper ¨Ccuyo tag, su marca, es su nombre con el punto de la ¡®i¡¯ convertido en una mira telesc¨®pica de francotirador¨C, considerado el summum de la integridad y el virtuosismo en esa ¨¢spera cultura del aerosol y la carrera. Un hombre que no ha claudicado, que no ha franqueado la l¨ªnea que lleva de la calle a la galer¨ªa de arte y la respetabilidad, y sigue en la brecha. El objetivo de la experta, que trabaja para una importante editorial de arte, es convencer al tipo, ¡°una mezcla de Banksy y Salman Rushdie¡± ¨Cy mucho de P¨¦rez-Reverte¨C, para incorporarlo al mundo de las galer¨ªas, las exposiciones y los libros lujosos. La fama y el dinero, en suma. Paralelamente, al grafitero misterioso, fan de Treinta segundos sobre Tokio, lo busca un millonario implacable para ajustarle las cuentas por la muerte de su hijo en una acci¨®n de pintado orquestada por ¨¦l.
¡°Lo que me fascin¨® del grafiti es que es un mundo con su ¨¦pica, sus h¨¦roes y villanos, sus chivatos y confidentes¡±, contin¨²a el escritor. ¡°Un mundo en que el respeto es muy importante. Y uno se gana el respeto siendo bueno en su trabajo, y osado, y omnipresente en el lienzo de la ciudad. Esa ¨¦pica y el aspecto de guerrilla urbana me encantaron. Hay un sector del grafiti muy radical, de lucha social que es ya terrorismo urbano ¨Cincruento¨C, agresivo y gallardo, y ese es el que me sedujo. Es gente dura, y a m¨ª me gusta la gente dura, literariamente es mucho m¨¢s rentable¡±. Apuro mi Fanta apretando los dientes ¨CP¨¦rez-Reverte apenas ha tocado la suya¨C y salimos del bar. ¡°Aprendes muchas cosas de esos tipos, muchas de ellas est¨¢n en la novela. Como lo de que en el museo compites con Picasso, y en la calle, con los cubos de basura¡±. Caminamos hacia nuestro encuentro con los grafiteros, deteni¨¦ndonos a juzgar algunas pintadas. El novelista me explica que El francotirador paciente es en cierta manera una versi¨®n urbana y moderna de El coraz¨®n de las tinieblas, en la que el elusivo y misterioso Sniper es un Kurtz pintaparedes que reina en su propio territorio oscuro, con su guardia pretoriana, y al que vamos descubriendo durante el viaje en su busca a trav¨¦s de los testimonios de los que lo conocen. Pienso que es parecido a lo que hizo Walter Hill trasladando la An¨¢basis de Jenofonte al mundo de los pandilleros de Coney Island en The warriors (Los amos de la noche, 1979). Estamos en el terreno de la aventura ¨Cy no solo porque el destino quiere que caminemos por la calle de Athos (en P¨¦rez-Reverte, grafitero rima con mosquetero)¨C, de la gran aventura. ¡°Con trastienda corrosiva¡±, matiza el novelista, ¡°con consideraciones sobre el grafiti y el mundo del arte¡±. Le pregunto a P¨¦rez-Reverte por Hirst, por provocar y porque se me ha subido la Fanta a la cabeza. ¡°El arte es otra cosa, jug¨¢rsela, morir. Hay mucho de m¨ª en el discurso de Sniper sobre el arte, lo que se dice en El francotirador paciente tiene un gran parentesco con lo que aparec¨ªa en La tabla de Flandes y, sobre todo, en El pintor de batallas¡±. Uno piensa que si se trata de un artista, P¨¦rez-Reverte prefiere a Pistoletto.
Llegamos al lugar de la cita con los grafiteros, el estudio de Suso 33. ¡°Suso es un artista al que admiro, y los otros dos, Jos¨¦ y ?scar, mis contactos te¨®ricos y tutores en el mundo del grafiti, a los que debo informaci¨®n sobre jerga y aspectos t¨¦cnicos. Una gente estupenda. Tipos aut¨¦nticos. Lobos solitarios, desconfiados, r¨¢pidos, en alerta continua. Viven en territorio enemigo. Muchos grafiteros, aunque consagrados, siguen saliendo a razzias urbanas. Les pone la adrenalina¡±. Entramos y P¨¦rez-Reverte hace las presentaciones. Jos¨¦ y Oscar (camisetas de Mighty Warrior, el primero con tatuajes, anillos y cadenas), a los que el novelista homenajea al inicio de su libro ¨Cse trasparentan en esos dos ¡°lobos nocturnos, cazadores clandestinos de muros, bombarderos sin piedad¡± del espacio urbano que aparecen en el arranque y que descubren sobrecogidos una pintada de Sniper¨C. Infanter¨ªa. Suso, en cambio, inspira algunas caracter¨ªsticas del protagonista, y directamente, otros de los personajes. Observo que soy el ¨²nico que lleva sudadera con capucha.
Artista consolidado, Suso a¨²n tiene actividad clandestina. ¡°Hace poco me pill¨® la poli y me tomaron los datos¡±, dice. Parece mirar el encuentro con m¨¢s distancia que sus dos colegas. Creo advertir reserva, cierto escepticismo que me recuerda la actitud de recelo de los grafiteros de la novela. Luego, Suso, un tipo de maneras y hablar suaves, con coleta, barba cuidada y una expresi¨®n melanc¨®lica, me explicar¨¢, tras recordar juntos a Los Rinos barceloneses (con los que una noche hace casi treinta a?os sal¨ª a pintar), que no ten¨ªa muy claro de qu¨¦ iba todo aquello, y que hab¨ªa accedido a recibirnos, a P¨¦rez-Reverte, al fot¨®grafo, a m¨ª, porque al novelista le preced¨ªa su fama de escritor y de t¨ªo legal. ¡°Suso es uno de mis inspiradores, podr¨ªa haber sido nuestro hombre¡±, est¨¢ diciendo P¨¦rez-Reverte. ¡°Es un autor reconocido, pero a¨²n sale a la calle¡±.
Nos sentamos en torno a una mesa en el estudio, sorprendentemente ordenado, con una meticulosidad y pulcritud que dif¨ªcilmente asociar¨ªa uno con el mundo del grafiti. Los aerosoles, cientos de ellos, est¨¢n alineados perfectamente por colores en las estanter¨ªas, y hasta las zapatillas de pintar, colocadas juntas, parecen dispuestas como en una tienda. P¨¦rez-Reverte habla de la novela. Jos¨¦ la ha le¨ªdo, pero los otros, no. ¡°Es la historia de un flechero de Madrid de la ¨¦poca de Muelle que va evolucionando. Propone actuaciones agresivas en lugares emblem¨¢ticos que ¨¦l coordina y a las que convoca a trav¨¦s de las redes sociales. La muerte del hijo de un millonario en una de esas acciones provoca que este ponga precio a su cabeza. Una especialista recibe el encargo de buscarlo¡±. Mientras el novelista habla, Suso dibuja. Los dem¨¢s no sabemos qu¨¦ formato ha de tomar el encuentro. Yo tomo notas.
Lo que me fascin¨® del grafiti es que se trata de un mundo con su ¨¦pica, sus h¨¦roes y villanos, sus chivatos y confidentes¡±
¡°El protagonista es un h¨ªbrido raro¡±, aporta Jos¨¦. Una mezcla de escritor de grafiti con un concepto de mensaje tipo Banksy. En todo caso, la novela es muy fiel a la realidad¡±. ¡°?Por qu¨¦ te dio por este tema?¡±, inquiere Suso a P¨¦rez-Reverte. ¡°Encontr¨¦ que hay cosas en el mundo del grafiti que tienen mucha relaci¨®n con mis novelas y con el tipo de h¨¦roe determinado que aparece en ellas¡±. El escritor revela que conoci¨® al m¨ªtico Muelle muy jovencito, al llegar a Madrid, y descubri¨® en el grafiti ¡°una aventura y una ¨¦pica, una materia narrativa muy interesante, un universo con victorias y fracasos, noblezas y traiciones¡±. Muelle, Juan Carlos Arg¨¹elles, muri¨® de c¨¢ncer a los 29 a?os y la pr¨¢ctica totalidad de sus grafitis fueron borrados.
P¨¦rez-Reverte se?ala que ¨¦l, como acad¨¦mico, es el responsable de la iniciativa de meter en el diccionario de la RAE la palabra ¡®grafiti¡¯, que aparecer¨¢ as¨ª en la 23? edici¨®n (hasta ahora se escribe ¡®grafito¡¯). ¡°Me dec¨ªan en la Academia, ¡®co?o, Arturo, ?c¨®mo defiendes a esos v¨¢ndalos?¡¯, aunque, en fin, en realidad, all¨ª no usan la palabra ¡®co?o¡±. El novelista lleva la voz cantante en la reuni¨®n, que a ratos adquiere la forma de entrevista, con P¨¦rez-Reverte de ins¨®lito entrevistador. ¡°Suso, t¨² eres un ejemplo de alguien que sin abandonar la pureza has llegado alto y tienes una respetabilidad, ?c¨®mo ha sido eso?¡±. ¡°Bueno, no tienes nunca una estrategia en la cabeza, yo vengo del grafiti cl¨¢sico, de firma, de tags, en realidad nunca me plante¨¦ ser artista. Era impensable que esto pudiera llegar a ser una forma de vida. Hac¨ªa de pintor de cualquier cosa, de escenograf¨ªas, de pisos. Y paralelamente sal¨ªa al espacio p¨²blico sin permiso¡±. ¡°?Por qu¨¦ sigues saliendo a la calle?¡±. ¡°Para m¨ª es lo m¨¢s directo, me canso de las galer¨ªas, de las instituciones, de que me vean como producto, como ¡®el Banksy espa?ol¡±. ¡°?El grafiti debe estar siempre en la calle?¡±. ¡°Siempre estar¨¢ en la calle; se ha desarrollado de una manera natural, sin estrategias comerciales, ni mercadotecnia, ni comisariados. Es un hecho en s¨ª mismo¡±.
P¨¦rez-Reverte sigue preguntando. ¡°?Tie????ne derecho un cr¨ªtico de arte a juzgar un grafiti?¡±. ¡°?Para nada! No existe un canon para el grafiti. Hay normas de conducta¡±. ¡°?Si hay legalidad no hay grafiti de verdad?¡±, insiste P¨¦rez-Reverte. ¡°Claro. Se busca la transgresi¨®n¡±. Hablan de la vestimenta. Yo miro a otro lado. ¡°Nunca hay que llevar ropa holgada, te puedes enganchar con algo tratando de huir¡±, aporta Jos¨¦. ¡°La ropa de rapero no es recomendable¡±.
¡°?Qu¨¦ os llev¨® a la calle?¡±, pregunta P¨¦rez-Reverte. ¡°Style wars¡±, responde ?scar, refiri¨¦ndose al documental de Tony Silver y Henry Chalfant rodado en Nueva York en 1983. ¡°Al salir del cine rob¨¦ un rotulador, y no he parado desde entonces¡±. ¡°Yo soy de tercera generaci¨®n¡±, explica Jos¨¦. ¡°Ve¨ªa pintadas por mi barrio y pensaba: ¡®?C¨®mo mola!¡¯. Comenc¨¦ robando tizas del colegio y pintando por ah¨ª como un acto de rebeld¨ªa, y una cosa llev¨® a la otra¡±.
El escritor les pide que hablen del respeto. ¡°El respeto es b¨¢sico, y la reputaci¨®n¡±, reflexiona Jos¨¦. ¡°Importa m¨¢s el buen hacer que la est¨¦tica, qu¨¦ haces, c¨®mo lo haces, con qui¨¦n lo haces¡±. ¡°Eso es lo primero que me dijisteis¡±, apunta el novelista, asintiendo; ¡°que hab¨ªa c¨®digos, reglas, transgresores. De ah¨ª arranca la novela. De un hombre y su reputaci¨®n. No en balde he escrito yo Alatriste¡±.
Somos una medalla f¨¢cil de colgar para la polic¨ªa. Meternos una ¡®crujida¡¯ tiene poco riesgo comparado con pillar a un delincuente¡±
¡°Lo que importa no es lo m¨¢s preciosista, eso es secundario¡±, interviene Suso. ¡°Las normas de conducta, los valores¡¡±. ¡°El compa?erismo¡±, acaba Jos¨¦. ¡°El c¨®digo de honor¡±, zanja P¨¦rez-Reverte. ¡°?Hab¨¦is pintado vagones?¡±, interroga. ¡°Claro¡±, responden todos. ¡°Pintar un tren es un proceso natural¡±, dice Jos¨¦. ¡°No somos escritores como Arturo, pero¡¡± [risas]. ¡°Los trenes vienen en el pack, circulan y eso es bueno, hace tu trabajo muy visible¡±, interviene ?scar. ¡°El primer tren¡ est¨¢s temblando, pasas miedo, pero al hacerlo me sent¨ª completo¡±. P¨¦rez-Reverte ha notado que Suso, inc¨®modo como si hablaran de su primera experiencia sexual, se concentra en dibujar. ¡°?Tu primer tren, Suso?¡±. ¡°Fue un subid¨®n total. Te sientes megavivo¡±. El novelista les pide que hablen del palancazo, el detener los coches tirando de la palanca de emergencia para que los dem¨¢s grafiteros emboscados machaquen a pintadas con sus aerosoles los vagones, end to end, de cabo a rabo. En El francotirador paciente, la invenci¨®n del sistema se le acredita a Sniper.
A P¨¦rez-Reverte le interesa mucho todo lo que tienen de organizaci¨®n casi militar las acciones de los grafiteros. ¡°Pasas muchas noches vigilando las cocheras¡±, dice ?scar. ¡°?Hac¨¦is croquis, mapas?¡±. ¡°Tanto no. Pero en otros pa¨ªses van muy fuerte. En Alemania nos dec¨ªan que hab¨ªa que limpiar los botes ?para no dejar huellas!¡±. ¡°?Adrenalina?¡±. ¡°?Y tanto!¡±. ¡°?Peligro? ?Cu¨¢ntas veces os hab¨¦is jugado la vida?¡±. ¡°Constantemente¡±, responde Suso y cuenta la vez en que se cay¨® en una zanja en un solar en Cartagena ¨Cante la menci¨®n de su ciudad, P¨¦rez-Reverte sonr¨ªe lobunamente¨C, cerca del faro. ¡°He visto tu marca all¨ª, te reconozco, entrando por mar, con mi barco¡±. El novelista hace una pausa. Y luego: ¡°?A¨²n sales corriendo, Suso?¡±. ¡°Hay cosas que no voy a decir¡±. ¡°Yo s¨ª, por las v¨ªas, perseguido por los vigilantes, hace menos de un a?o¡±, explica Jos¨¦. ¡°A veces es lamentable, correr delante de un chaval que no tiene media hostia¡±, reflexiona Suso. ¡°Y que igual tiene m¨¢s miedo que t¨²¡±, a?ade Jos¨¦. ¡°En el fondo es una tonter¨ªa que se pongan agresivos, lo que haces es solo pintar, ensuciar, desde su punto de vista, pero solo eso, no destrozas nada, se limpia y ya est¨¢, pero nos ponen penas m¨¢s fuertes que a los que roban carteras. En realidad sale m¨¢s barato romperle la cara a alguien que pintar en la calle¡±.
Hay pocas chicas, apunta P¨¦rez-Reverte, que en su novela hace aparecer algunas, inolvidables, como As Irmas, Las Hermanas portuguesas. ¡°Es cosa de ellas, ahora hay m¨¢s. Eran pocas porque el grafiti ven¨ªa del mundo del hip-hop, donde no hab¨ªa t¨ªas, no se las ha excluido, pero¡¡±. ¡°?Muchos lo van dejando?¡±. ¡°Algunos, se van normalizando y van a los muros legales. La acci¨®n se pierde un poco. La familia, las consecuencias pueden ser muy graves; las multas, muy fuertes, los embargos¡±. El novelista pregunta a Suso si la polic¨ªa, al reconocerlo, lo trata diferente. ¡°A veces me piden aut¨®grafos. Otras te quieren pillar, como un reto¡±. ¡°Los grafiteros somos una medalla f¨¢cil de colgar para la polic¨ªa¡±, considera Jos¨¦; ¡°meternos una crujida tiene poco riesgo si lo comparas con pillar a un delincuente¡±.
P¨¦rez-Reverte saca a relucir la palabra aventura. ¡°S¨ª, el grafito es aventura¡±, responde Suso. ¡°Y explorar, todo eso tiene m¨¢s tir¨®n que la parte art¨ªstica. Conoces la ciudad y la haces tuya¡±. En la mirada de Suso resplandece un mundo de trenes ilustrados y de paredes garabateadas. P¨¦rez-Reverte habla de camarader¨ªa, respeto, peligro. Suso opina que ah¨ª hay mucho t¨®pico. Huelo pique. El novelista recuerda que ha estado en guerras, en acciones que pon¨ªan en juego vidas. ¡°Lo sabemos, lo tuyo es m¨¢s fuerte¡±, media Jos¨¦. P¨¦rez-Reverte les pide que valoren la portada de El francotirador paciente. Les gusta. Jos¨¦ explica que hay una gran curiosidad en el mundo del grafiti por ver lo que ha hecho el novelista.
Bajamos a la planta s¨®tano del estudio, donde Suso nos reserva una sorpresa: una pan??talla gigante en la que puedes pintar grafitis electr¨®nicos con un mando en forma de aerosol. P¨¦rez-Reverte pinta varios tags de su personaje, Sniper. Tiene mano.
Finalizada la sesi¨®n, el novelista me reserva una sorpresa. Cogemos un taxi hacia el centro de Madrid. En el camino le se?alo la curiosidad de que la protagonista y narradora de El francotirador paciente sea una mujer, y lesbiana. Me recuerda que es el tercer punto de vista femenino en su obra, con La reina del Sur y La tabla de Flandes. Volvemos a los grafitis. Dice que ha hecho mucho trabajo de campo en los lugares escenario de la novela, Madrid, Lisboa, Verona y N¨¢poles. Ha salido con los grafiteros ¨Cen el extranjero¨C ¡°a bombardear¡± de pintadas, aunque ¡°no me jacto¡±. ?Y disfrutaba? ¡°Evidentemente. Llevo un a?o viviendo en el grafiti, leyendo, mirando, cazando. No soy un turista. Me ha quedado la mirada del grafitero. Toda caza marca al cazador. Pero, ojo, no glorifico el grafiti, no estoy ni a favor ni en contra. Es un escenario de trabajo como lo pueden ser la guerra, el narcotr¨¢fico o la esgrima. No juzgo, pero trato de comprender¡±. Dice el novelista que reconoce mucho de su vida de reportero b¨¦lico en la manera en que los grafiteros recorren su territorio viendo posibilidades, v¨ªas de escape, ¨¢ngulos peligrosos, salidas. Hemos bajado del taxi en Sol y subimos a pie por la calle de la Montera. P¨¦rez-Reverte me se?ala las prostitutas nigerianas. Llegamos junto a un sex shop, en el n¨²mero 30, y, frente a una pared, el novelista mira hacia arriba. El rostro se le ilumina. ¡°Es la ¨²ltima pintada que queda en Madrid de Muelle¡±, dice con tono reverente. ¡°Cada vez que la veo me conmuevo¡±. Nos quedamos all¨ª juntos contemplando en la noche el viejo grafiti, mientras la ciudad se llena de sombras y un ej¨¦rcito an¨®nimo se pone manos a la obra y se eleva como un himno nocturno el desafiante zumbido de los pulverizadores,
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