La s¨¦ptima

Se mire como se mire, creo que haber tenido siete leyes para la ense?anza en 35 a?os es un disparate que raya con el suicidio educativo. Supongo que no hay espa?oles menores de 40 a?os que hayan podido cursar todos sus estudios dentro de un solo plan, una situaci¨®n delirante que debe de influir en el bochornoso nivel de educaci¨®n de nuestro pa¨ªs. Ya saben que, seg¨²n la Evaluaci¨®n de la Competencia de los Adultos llevada a cabo por la OCDE entre 23 pa¨ªses, Espa?a saca la peor nota de todos en matem¨¢ticas, y la segunda peor en comprensi¨®n lectora. Son unos datos catastr¨®ficos y me temo que la responsabilidad es colectiva, porque en ese diluvio de leyes para la ense?anza veo un ejemplo del sectarismo, de la incapacidad de nuestros pol¨ªticos para trascender sus m¨ªseras batallas de poder y llegar a acuerdos nacionales en pro del bien com¨²n.

Total, que aqu¨ª tenemos la LOMCE de Wert, la s¨¦ptima ley de la democracia, a la que la oposici¨®n ha prometido derogar en cuanto pueda (?a por la octava!) y que no pinta nada bien: parece reforzar los centros concertados y debilitar a los p¨²blicos, adem¨¢s de dificultar que padres y profesores elijan a los directores. A lo peor el instituto Beatriz Galindo de Madrid, en donde yo estudi¨¦ durante siete a?os, es un ejemplo de lo que puede pasar con la ley Wert si no lo impedimos. En julio de 2012, el PP les impuso un director a dedo, Carlos Romero, que desde entonces ha creado un conflicto monumental con los padres, los alumnos y todos los profesores. Romero fue denunciado por el PSOE en la Asamblea de Madrid por su ¡°despotismo¡±, por no consensuar nada; por ¡°arbitrariedades¡± como gastarse el dinero en barnizar los bancos de la capilla mientras la biblioteca permanec¨ªa cerrada. En suma: profesores, padres y alumnos debilitados, directores politizados que hacen y deshacen al servicio de su partido. No parece un buen plan para desasnarnos.