Otra manera
Mandela demostr¨® que hay otras formas de hacer pol¨ªtica
Me admira que, tantos d¨ªas despu¨¦s, sigamos pegados a la catarata de las p¨¢ginas necrol¨®gicas de Mandela sin repulsi¨®n ni hast¨ªo, que es lo que se suele experimentar en este tipo de hemorr¨¢gicos ditirambos mortuorios. De Mandela, en cambio, nos interesa todo, desde los magn¨ªficos textos de Carlin hasta las im¨¢genes de esa fiesta interminable que est¨¢ siendo su despedida. La intensidad de nuestro inter¨¦s nos da la medida de lo muy necesitados que todos estamos de creer en lo que Mandela representa: alguien a quien la adversidad no dobleg¨®, a quien el odio no envenen¨®, a quien el poder no corrompi¨®. Era un pol¨ªtico que honr¨® la pol¨ªtica.
Corren malos tiempos para la democracia. Veo en todo el mundo una crisis en la credibilidad de este sistema, un creciente enojo ante sus abusos evidentes, ante su hipocres¨ªa y su cinismo. Nadie parece confiar en los pol¨ªticos: la frase ¡°todos son iguales¡± es el lema de moda. Y los ¨²nicos que parecen un poco menos iguales, justamente, son los que preconizan las hogueras purificadoras y la mano dura. Quiero decir que veo brotar por doquier la flor negra de la a?oranza de la tiran¨ªa. Haber nacido en una dictadura me vacun¨® contra ello, pero el mundo est¨¢ lleno de ignorantes que, escandalizados por las corruptelas democr¨¢ticas, creen que los sistemas dictatoriales son m¨¢s limpios s¨®lo porque son infinitamente m¨¢s opacos: no s¨®lo la porquer¨ªa y los abusos no trascienden, sino que adem¨¢s dan respuestas simples a los problemas complejos y luego se encargan de ocultar todo el da?o que esa simplificaci¨®n ha provocado. Yo sigo creyendo, en fin, que la democracia es el sistema menos malo, y que, con todas sus contradicciones, ha permitido mejorar notablemente la situaci¨®n del mundo. Y tambi¨¦n creo que no hay que rendirse y que hay otra manera de hacer pol¨ªtica. Lo demostr¨® Mandela.
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