Las mil caras del milagro educativo chino
El gigante asi¨¢tico es uno de los primeros pa¨ªses en v¨ªas de desarrollo que logra la ense?anza universal gratuita La desigualdad sigue lastrando un sistema caracterizado por una competitividad feroz
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Cao Minfang es un buen ejemplo de lo que ha logrado el milagro educativo chino. No naci¨® en el seno de una familia adinerada ni goza de una mente especialmente privilegiada pero, gracias a muchos a?os de duro trabajo y a los sacrificios de su familia, esta reci¨¦n licenciada en Ingenier¨ªa Inform¨¢tica se ha labrado un ¨¦xito que dentro de unos meses culminar¨¢ con un m¨¢ster en Canad¨¢. ¡°Quiero ver el mundo, mejorar mi educaci¨®n, adquirir algo de experiencia laboral en la empresa extranjera, y volver a China para poner todo eso en pr¨¢ctica y hacer dinero¡±, cuenta.
La suya es una historia que se repite miles de veces en China. Concretamente, 400.000 estudiantes de la segunda potencia mundial se forman en el extranjero, un n¨²mero que no supera ning¨²n otro pa¨ªs. Y muchos copan la elite de las mejores universidades del planeta. Es el brillante resultado de un sistema sustentado en tres pilares: una rigurosa disciplina, respeto hacia la casi venerada figura del profesor, y una gran inversi¨®n por parte del Gobierno ¨CChina destina en torno al 4% de su PIB a educaci¨®n¨C y de las familias.
No hace falta m¨¢s que charlar un rato con la madre de Cao, Wu Weiwen, para dejarse asombrar por la espectacular progresi¨®n del pa¨ªs que fund¨® Mao Zedong en 1949. ¡°Yo, como cientos de millones de personas, no tuve oportunidad de acudir apenas a clase. A los 13 a?os nuestra familia tuvo que abandonar Nanjing ¨Ccapital de la provincia oriental de Jiangsu¨C e ir a trabajar al campo en la provincia de Anhui¡±. Tres a?os antes, en 1966, el Gran Timonel hab¨ªa decidido imponer la interpretaci¨®n m¨¢s radical del comunismo y dar comienzo a la nefasta Revoluci¨®n Cultural, que supuso el cierre de muchos centros educativos.
¡°Algunas universidades volvieron a abrir en 1970, pero s¨®lo admit¨ªan a gente del Partido o con guanxi ¨Ctraducible como enchufe y referente a las relaciones personales, generalmente con miembros del poder¨C. Nosotros no ¨¦ramos nadie¡±, recuerda Wu. La muerte de Mao permiti¨® al nuevo l¨ªder, Deng Xiaoping, restablecer las pruebas de acceso a la universidad en 1977. Se presentaron 5,7 millones de j¨®venes, pero solo un 4,8% consigui¨® una plaza. Hoy, a pesar de que la selectividad ¨Cllamada gaokao¨C es una de las m¨¢s temibles del planeta, 9,12 millones se enfrentan a las pruebas y un 60% se matricula en alguna universidad. ¡°Recuerdo muy bien la envidia que sent¨ª entonces, porque sab¨ªa que aquellos privilegiados ser¨ªan gente importante en el futuro. As¨ª que me promet¨ª que a mis hijos nunca les faltar¨ªa una buena educaci¨®n¡±.
400.000 estudiantes de la segunda potencia mundial se forman en el extranjero, m¨¢s que de cualquier pa¨ªs
Wu ha cumplido su palabra. A pesar de que el divorcio le supuso hace seis a?os un duro golpe econ¨®mico, nunca ha escatimado un yuan para los estudios de Cao, que decidi¨® vivir con ella. ¡°Si he tenido que trabajar 14 horas limpiando casas y comer una vez al d¨ªa, lo he hecho¡±. Wu reconoce que, en su caso, la pol¨ªtica de natalidad aprobada en 1981, que restringe a uno el n¨²mero de descendientes en la mayor¨ªa de casos, ha ayudado. ¡°Como muchos otros padres, he podido concentrar los recursos en ella, y seguir¨¦ haci¨¦ndolo hasta que consiga un trabajo¡±.
Pero no se puede obviar que hay un elemento clave que ha facilitado la historia de ¨¦xito de su hija: Cao naci¨® en Shangh¨¢i, donde tiene su residencia oficial ¨Cllamada hukou¨C. Eso le ha permitido acceder a las instituciones educativas de la capital econ¨®mica de China, la ciudad m¨¢s pr¨®spera del pa¨ªs. A diferencia de lo que sucede en otros lugares, el 84% de los estudiantes de secundaria de Shangh¨¢i acceden a la universidad, y la calidad de la formaci¨®n que reciben ha quedado certificada por los resultados cosechados en el ¨²ltimo informe PISA, en el que la supremac¨ªa mundial de la ciudad que alumbr¨® al Partido Comunista es indiscutible.
Competitividad desde la infancia
¡°Es verdad que, comparado con la gente que tiene el?hukou en zonas rurales tenemos algo de ventaja, pero el sistema educativo es muy competitivo y hay que ganarse cada paso¡±, explica Cao. No en vano, la competitividad es m¨¢xima entre los 250 millones de estudiantes que ahora tiene China, en su mayor¨ªa hijos ¨²nicos que reciben gran presi¨®n por parte de sus mayores y que han comenzado su trayectoria escolar en alguno de los 440.000 centros de primaria del pa¨ªs. ¡°Lo ¨²nico que les importa a nuestros padres son las notas ¨Cun estudio sociol¨®gico oficial de hace tres a?os certific¨® que as¨ª es en el 87% de las familias¨C, y si conseguimos dos o tres barras rojas¡±.
Los suicidios se disparan tras el 'gaokao', la selectividad china
Cao se refiere al peque?o distintivo de pl¨¢stico blanco que se coge con un imperdible al uniforme de los mejores alumnos en primaria y que fomenta la competitividad desde la m¨¢s tierna infancia. Una barra roja distingue al l¨ªder de grupo; el que tiene dos es el palad¨ªn de la clase; y el que luce tres reina sobre todo su curso. ¡°Creemos que es una motivaci¨®n extra para que los alumnos se esfuercen, un premio a su trabajo¡±, explica Tong Yulei, maestra en el centro de primaria en el que estudi¨® Cao.
No obstante, esa recompensa se puede convertir en una peligrosa obsesi¨®n familiar. ¡°Y tambi¨¦n lo es que accedamos a lo que se llaman escuelas prioritarias¡±, explica Cao. B¨¢sicamente, son centros que reciben mayores recursos por parte del Gobierno y que est¨¢n reservados s¨®lo a los mejores alumnos. ¡°Por eso, incluso antes del gaokao, la tensi¨®n se dispara a partir de los 14 a?os, cuando tenemos que hacer las pruebas del zhongkao, que determinan a qu¨¦ instituto podemos acceder¡±.
Zhu Yufei est¨¢ ahora en esa etapa. En unos meses se enfrentar¨¢ a los ex¨¢menes, y sus padres le exigen que acceda al mejor instituto del distrito de Hongkou, en Shanghai. ¡°La vida del estudiante chino es dura: nos levantamos a las seis de la ma?ana, tenemos que hacer ejercicios aer¨®bicos al llegar a la escuela, y, finalmente, a las 7.30 comienzan las clases¡±, cuenta Zhu. Lo que rara vez se sabe es cu¨¢ndo acaban. Oficialmente, a las cuatro de la tarde terminan las horas lectivas. Pero muchos rezagados necesitan clases de apoyo que pueden alargarse hasta las ocho o las nueve de la tarde. De lunes a s¨¢bado. Y el resto tampoco pierde el tiempo: las extraescolares incluyen idiomas ¨Csobre todo el ingl¨¦s¨C, m¨²sica y deporte. A Zhu le gustar¨ªa ser dise?adora de moda, pero sus padres ya han decidido que estudie contabilidad. ¡°Siento que no tengo ning¨²n tiempo para dedicarlo a lo que me gusta¡±, se queja Zhu.
Y el soci¨®logo de la Universidad de Fudan Xu Anqi le da la raz¨®n. ¡°La ley que obliga a nueve a?os de escolarizaci¨®n b¨¢sica gratuita data de 1986, y nadie duda que ha obtenido un ¨¦xito rotundo. Las estad¨ªsticas est¨¢n ah¨ª. China es el pa¨ªs en v¨ªas de desarrollo que m¨¢s r¨¢pido ha alcanzado la ense?anza universal gratuita, uno de los siete Objetivos de Desarrollo del Milenio que Naciones Unidas puso para 2015¡±. La tasa de escolarizaci¨®n primaria impresiona: un 99,8% de los menores de 15 a?os van a clase. ¡°Adem¨¢s, las tasas de abandono son muy inferiores a las de otros pa¨ªses con una renta similar, y nuestros alumnos est¨¢n ya en la elite mundial¡±, a?ade Xu.
El sistema se sustenta en tres pilares: disciplina, respeto al profesor y una gran inversi¨®n por parte del Gobierno
En 1990, cuando el Gran Drag¨®n ya estaba desperez¨¢ndose gracias a la pol¨ªtica de apertura de Deng, menos de un 4% de quienes ten¨ªan entre 18 y 22 a?os cursaba estudios de tercer grado. Actualmente, ese porcentaje es de casi el 24%. ¡°Pero todav¨ªa se puede mejorar mucho m¨¢s¡±, afirma Xu. ¡°La obsesi¨®n con las calificaciones y los t¨ªtulos est¨¢n creando robots, no personas. La excesiva competitividad lleva a una falta de ¨¦tica preocupante, la juventud tiene dificultad para relacionarse y resulta excesivamente individualista. Se premian demasiado los logros acad¨¦micos, se infravaloran los logros humanos, y se pierden los valores tradicionales¡±.
Volver a Confucio
Kong Zhong no puede estar m¨¢s de acuerdo con la ¨²ltima afirmaci¨®n. Es fundador del Centro de Ense?anza Confuciana, director de la Asociaci¨®n Confuciana Internacional, y descendiente directo del principal fil¨®sofo chino: Kong Fuzi, Confucio. ¡°Tenemos que recuperar su doctrina, e incorporarla al sistema educativo, porque la juventud necesita algo en lo que creer. Hay quien piensa que es necesario impulsar la religi¨®n, sobre todo el budismo. Pero yo creo que eso puede crear graves problemas de identidad. Al fin y al cabo, el budismo viene de India y las religiones son foco de tensiones, mientras que el confucianismo es chino e hizo posible que nuestro pa¨ªs, durante la dinast¨ªa Tang (618-907), fuese una gran superpotencia mientras Europa se desangraba en la Edad Media. S¨®lo necesitamos revivir algo que es nuestro¡±.
El objetivo de los confucianos, que suman cada vez m¨¢s adeptos, es equilibrar los excelentes conocimientos t¨¦cnicos que los chinos reciben en clase con una doctrina c¨ªvica. Porque, como dec¨ªa su maestro, el ser humano aprende y sus virtudes son siempre mejorables, pero s¨®lo se consigue con el trabajo de la comunidad a la que se pertenece. ¡°No es f¨¢cil¡±, reconoce Kong. ¡°La sociedad es cada vez m¨¢s pragm¨¢tica, raz¨®n por la que se valoran mucho m¨¢s las asignaturas t¨¦cnicas que las de Humanidades. Por eso, ahora m¨¢s que nunca, necesitamos que se profundice en ¨¢reas como la Filosof¨ªa, m¨¢s all¨¢ de memorizar antiguos textos y poemas sacados de contexto que s¨®lo consiguen aburrir al alumnado. Pero no interesa. Se quieren resultados f¨¢cilmente cuantificables y, sobre todo, f¨¢ciles de rentabilizar. Eso lleva a ejercer sobre los ni?os una presi¨®n muchas veces insoportable. Incluso entre los m¨¢s peque?os se elige cada curso al mejor alumno y se denigra al peor¡±.
La tasa de escolarizaci¨®n primaria impresiona: un 99,8% de los menores de 15 a?os van a clase
Disciplina de deportistas de ¨¦lite
Sus palabras cobran sentido en la elitista escuela de Shichahai, en Pek¨ªn. Aqu¨ª no hay aulas con pupitres, sino tatamis y mesas de ping pong. Es una de las mejores f¨¢bricas de atletas chinos, y entre sus alumnos est¨¢n j¨®venes promesas del deporte que no levantan ni un metro del suelo. Los gimnastas de seis y siete a?os se curten con muecas de dolor en una nube de polvo de magnesio mientras, en la estancia contigua, otros sudan embutidos en kimonos de judo o se pelean en un cuadril¨¢tero. Desde la pared les vigilan las fotograf¨ªas de exalumnos que ya se han colgado una medalla o han levantado un trofeo, y m¨¢s cerca est¨¢n sus propios progenitores, ansiosos por ver una pirueta espectacular o un golpe que noquee al adversario. Todos los ni?os combinan la exigente educaci¨®n formal con el riguroso entrenamiento de la escuela, y el objetivo no es otro que lograr el oro.
La felicidad es secundaria. ¡°No tengo tiempo para jugar con mis amigos¡±, se queja en un susurro Wang Yaolei, un ni?o de diez a?os que ya est¨¢ convencido de que para conseguir el ¨¦xito s¨®lo cabe el camino del sufrimiento. ¡°Al principio mis padres me forzaban a venir. Ahora he comprendido que lo hacen por mi bien y estoy a gusto¡±, dice con voz mucho m¨¢s firme. Su madre, que mira todos sus movimientos mientras est¨¢ colgado de las anillas, reconoce que de ¨¦l espera mucho. ¡°Si se esfuerza puede hacernos ricos¡±, sentencia en un extra?o alarde de sinceridad.
Esta presi¨®n tiene un elevado precio emocional: la mayor¨ªa de las 250.000 personas que se suicidan al a?o en China no ha cumplido los 30 a?os, y un elevado porcentaje es menor de edad. En 2008, una encuesta revel¨® que el 17% de las estudiantes de secundaria de la ciudad sure?a de Foshan hab¨ªan contemplado alguna vez la posibilidad de quitarse la vida. Y, a pesar de que todo lo relacionado con este tema es tab¨², a nadie se le escapa que los suicidios se disparan despu¨¦s del gaokao. La selectividad en China es mucho m¨¢s que un examen: puede marcar la diferencia entre acceder a la elite o convertirse en un paria.
A Meng Zizou todav¨ªa le quedan seis meses para que llegue este momento decisivo. Y, como hacen cada vez m¨¢s adolescentes de las grandes ciudades, a sus 17 a?os ha tomado el camino de la rebeld¨ªa. Pero sin que se note. Despu¨¦s de salir de clase, a eso de las cinco de la tarde, los lunes, mi¨¦rcoles, y viernes se encuentra en secreto con su pareja, cuyo nombre no quiere desvelar, a pesar de que sus padres le han prohibido terminantemente que tenga relaci¨®n sentimental alguna. ¡°Les preocupa que pierda la concentraci¨®n en este momento tan cr¨ªtico¡±, explica. ¡°No entienden que necesito una v¨¢lvula de escape para rendir¡±.
Adem¨¢s de sus encuentros sexuales, Meng ha descubierto una forma de relajarse. Martes y jueves, en vez de cumplir la promesa que les hizo a sus padres e ir a extraescolares para preparar el examen de ingl¨¦s TOEFL, ella ha decidido matricularse en la academia Hualing de Shangh¨¢i, donde se despoja del holgado ch¨¢ndal azul del colegio para embutirse en una apretada camiseta de camuflaje y en unos escuetos shorts vaqueros. All¨ª aprende a contonearse como una modelo y suda con las lecciones del pole dance ¨Cbaile de barra¨C. ¡°A mi madre le dar¨ªa un infarto si me viese vestida as¨ª¡±, r¨ªe. ¡°Pero el gran choque generacional no le permite ver que China ha cambiado¡±.
La otra cara del milagro
1.300 kil¨®metros al oeste de Shangh¨¢i, en el peque?o pueblo de Tanda, los cambios a los que hace referencia Meng no se ven por ninguna parte. En estas escarpadas monta?as de la provincia de Shaanxi no deslumbra el ne¨®n ni hay rascacielos. De hecho, la electricidad escasea, y sus 150 habitantes viven en cuevas. La mayor¨ªa malvive con una agricultura de subsistencia cuyos frutos escasean a m¨¢s de 1.500 metros de altura. As¨ª, no es de extra?ar que la mayor¨ªa de los j¨®venes haya emigrado. Solo quedan ancianos, en muchos casos analfabetos, y ni?os.
Eso s¨ª, los ¨²ltimos acuden cada d¨ªa sin falta a la escuela del pueblo. Hasta el centro tambi¨¦n caminan durante horas quienes viven en poblados todav¨ªa m¨¢s peque?os de los alrededores, y los que est¨¢n a¨²n m¨¢s lejos duermen en dormitorios adyacentes a las aulas. Cada lunes, como en todo el pa¨ªs, a las siete de la ma?ana izan la ense?a de las cinco estrellas amarillas sobre fondo rojo sangre mientras entonan el himno nacional. Pero ah¨ª acaban las similitudes con las escuelas en las que estudian Cao, Zhu, o Meng.
Los habitantes de zonas rurales tienen mucho m¨¢s complicado el acceso a una educaci¨®n de calidad
¡°Todos est¨¢n escolarizados seg¨²n manda la ley, es cierto. Pero la calidad de la ense?anza que reciben es muy diferente¡±, reconoce el director del centro, Li Zhenhua, cuya oficina mantiene la distribuci¨®n tradicional de las cuevas en las que viven sus pupilos. ¡°Aqu¨ª, la mayor¨ªa de los profesores son gente del pueblo que apenas ha acabado la ense?anza secundaria, y, como no hay docentes j¨®venes, la continuidad del centro est¨¢ en peligro¡±. No en vano, raro es el d¨ªa ya en el que los alumnos reciben m¨¢s de cuatro horas de clase. Y nada de asignatura de inform¨¢tica: al ¨²nico ordenador existente lo mat¨® un virus y nadie ha sabido resucitarlo.
Es la otra cara del sistema educativo chino y una muestra de las grandes disparidades existentes en este pa¨ªs de dimensiones continentales. Feng Xiangming tiene 12 a?os, es uno de los 204 alumnos de la escuela de Tanda, que fue fundada en 1948 y no se reform¨® hasta hace una d¨¦cada, y forma parte de los 61 millones de ni?os dejados atr¨¢s por padres que han buscado un futuro mejor en la ciudad y han confiado la vida de sus reto?os a sus abuelos. Este adolescente cuenta en las estad¨ªsticas de escolarizaci¨®n igual que sus compatriotas de Shangh¨¢i, pero jam¨¢s ha o¨ªdo hablar del informe PISA y muy posiblemente tampoco pise una universidad en su vida.
El hukou rural de la familia Feng frena su movilidad y, salvo en el caso de los mejores estudiantes, tambi¨¦n dificulta el acceso a una educaci¨®n de m¨¢s calidad. Pero eso no le quita el sue?o, porque su ideal de vida tambi¨¦n es muy diferente del que prima en las megal¨®polis. De momento, lo que m¨¢s ambiciona es reunirse con sus padres, dos de los 230 millones de emigrantes rurales de China, y trabajar en la peque?a tienda de comestibles que abrieron hace dos a?os en Linfen, una ciudad del cintur¨®n de carb¨®n del pa¨ªs situada a cuatro horas en coche. ¡°Les echo de menos, y de mayor no quiero cuidar ovejas y trabajar la tierra¡±.
Su padre, que casualmente ha venido a Tanda a pasar el fin de semana y ordenar la le?a de la estufa con la que combaten las temperaturas bajo cero, critica que el imponente desarrollo econ¨®mico, que ha multiplicado por seis la renta per c¨¢pita desde 1999, no se haya traducido en una mayor facilidad para ascender en el escalaf¨®n social. ¡°La situaci¨®n ahora es mucho mejor que la de mi infancia, pero unos, generalmente la gente del Partido ¨CComunista¨C y sus amigos, se han beneficiado mucho m¨¢s que otros del auge de la nueva China. Si no tienes guanxi tus hijos se quedan donde estaban¡±. As¨ª, es l¨®gico que cada poco tiempo estallen esc¨¢ndalos de corrupci¨®n en los que familias desesperadas porque sus miembros no pueden acceder a las instituciones educativas de su gusto sobornan a sus responsables para que les consigan una plaza.
2.000 kil¨®metros al suroeste de Tanda no se piensa en sobornar a nadie. Y ya no hace fr¨ªo. En el pueblo de Manguo, ubicado en la regi¨®n tropical de Xishuangbanna, en la provincia de Yunnan, una camiseta de manga corta basta. Pero por la ma?ana refresca, as¨ª que en la clase de He Yue, un ni?o de diez a?os, la mayor¨ªa de los alumnos que se sientan en bancos de madera frente a pupitres del mismo material prefiere abrigarse con una chaqueta. Aqu¨ª nadie viste uniforme, porque nadie puede pagarlo. El Gobierno sufraga la educaci¨®n, pero cada estudiante tiene que pagar el material y la comida. Adem¨¢s, en este caso, es raro encontrar en la escuela de He a un ni?o que no tenga hermanos: son miembros de la minor¨ªa ¨¦tnica dai ¨Cuna de las 55 que habitan China¨C y, por eso, no est¨¢n sujetos a la pol¨ªtica de natalidad. Es m¨¢s, quienes no pertenecen a la mayor¨ªa han pueden acceder a unas cuotas especiales reservadas para ellos en las universidades.
Es posible que He Yue disfrute de alguna de estas ventajas cuando crezca. Pero no ser¨¢ as¨ª en el caso de su hermana, He Xing. Sus padres, agricultores cuyos ingresos no llegan a la media de las zonas rurales del pa¨ªs ¨Cunos 5.900 yuanes, 740 euros¨C, tuvieron que tomar una decisi¨®n dif¨ªcil hace unos a?os: proporcionar una educaci¨®n decente solo a uno de sus descendientes. Y, como sucede a menudo en China, la preferencia por el var¨®n se impuso. As¨ª, Yueyue acude a todas las clases mientras que Xingxing tiene que compaginar algunas horas de estudio con el trabajo en el campo y con la pesca en un lago cercano.
Cuando acabe la ense?anza obligatoria, a los 15 a?os, ella ya no volver¨¢ a clase. Los recursos de la familia se centrar¨¢n en su hermano, a quien le espera un instituto en Jinghong, la principal ciudad de la regi¨®n. ¡°Si tiene ¨¦xito har¨¢ dinero y podr¨¢ cuidar de nosotros cuando seamos viejos¡±, avanza el padre. ¡°Por su parte, He Xing es una buena chica. Nos ayudar¨¢ en las tareas dom¨¦sticas y a vender las verduras en el mercado hasta que encuentre marido¡±, avanza el padre. ¡°Esperamos que se case con alguien que haya tenido m¨¢s suerte que nosotros en la vida y la cuide bien¡±. Para ella, la China del siglo XXI ser¨¢ muy parecida a la del siglo XX.
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