Federalismo contra reduccionismo
Cuando la pol¨ªtica es un combate por las fronteras se pierde un tiempo precioso para construir sobre lo que nos une a la inmensa mayor¨ªa de catalanes y espa?oles: el apoyo a la democracia y al proyecto europeo
De acuerdo con el ¡°trilema¡± formulado por el economista norteamericano Dani Rodrik, existen tres realidades, de las cuales hay que elegir dos porque las tres simult¨¢neamente son incompatibles: el Estado-naci¨®n, la democracia pol¨ªtica y la integraci¨®n econ¨®mica supranacional. En los a?os anteriores a la Gran Depresi¨®n de los a?os treinta, el mantenimiento estricto del patr¨®n oro permiti¨® compatibilizar la integraci¨®n econ¨®mica internacional y los Estados-naci¨®n, pero poniendo en serio peligro la democracia pol¨ªtica. Ello debido a que la camisa de fuerza del patr¨®n oro no pod¨ªa dar respuesta a las demandas crecientes de la ciudadan¨ªa, canalizadas a trav¨¦s de instituciones exclusivamente nacionales.
En las d¨¦cadas posteriores a la II?Guerra Mundial, los Estados-naci¨®n y la democracia pol¨ªtica coexistieron en los pa¨ªses desarrollados porque la integraci¨®n econ¨®mica internacional se limit¨® a los acuerdos de Bretton-Woods. Superados estos, un federalismo global har¨ªa compatibles la democracia y la integraci¨®n econ¨®mica internacional dejando atr¨¢s el Estado-naci¨®n, pero estamos lejos de alcanzarlo y no ser¨ªa aconsejable sin antes asegurar la existencia y modernizaci¨®n del Estado de bienestar. En Europa s¨ª tenemos en nuestras manos hacer compatibles la democracia pol¨ªtica y la integraci¨®n econ¨®mica, pero solo si se reduce el protagonismo de los Estados-naci¨®n, por lo menos tal como los hemos entendido hasta ahora (en parte, ya lo estamos haciendo). El reto a nuestro alcance es crear un gran sujeto pol¨ªtico y econ¨®mico, la Uni¨®n Europea, cuya se?a de identidad sea la prosperidad compartida, y que sea relevante en un mundo que tiene planteados enormes retos globales (el cambio clim¨¢tico, la estabilidad financiera, la pobreza mundial).
Algunas ¨¦lites en cambio, convencidas de su capacidad para sobrevivir y progresar en un mundo global, son partidarias de una segunda opci¨®n alternativa a la del federalismo europeo: reforzar o crear nuevos Estados-naci¨®n en un mundo de libre comercio y pocas trabas burocr¨¢ticas (preferir¨ªan, para entendernos, estar en la EFTA y no en la UE) de forma que el mundo funcione sobre la base de una competencia abierta entre jurisdicciones enfocada a aportar y atraer factores m¨®viles de producci¨®n, reduciendo impuestos y est¨¢ndares regulatorios. El mercado quedar¨ªa lejos del alcance de las instituciones p¨²blicas democr¨¢ticas; estas quedar¨ªan empeque?ecidas y sometidas a aquel.
Una tercera opci¨®n ser¨ªa olvidar la integraci¨®n econ¨®mica y el proyecto de unidad pol¨ªtica europea y soltar amarras en un marco de aislamiento de los mercados y de toma de decisiones unilaterales. Es el modelo que parece preferir cierta izquierda rupturista o cierta derecha populista. Eso supondr¨ªa alejarse de los grandes procesos de confluencia y creer que en el mundo de hoy se puede construir una sociedad distinta solo en un peque?o pa¨ªs.
A identidades complejas y solapadas corresponden instituciones
complejas y solapadas
La mejor forma de decidir entre estas opciones, todas ellas viables (aunque no igual de f¨¢ciles de llevar a cabo), es mediante la democracia deliberativa, la articulaci¨®n de programas que reflejen pol¨ªticas complementarias y la intervenci¨®n de los representantes a los distintos niveles elegidos democr¨¢ticamente, con la m¨¢xima participaci¨®n ciudadana.
Desde el punto de vista econ¨®mico, es una actitud reduccionista comparar secesionismo y federalismo exclusivamente desde el punto de vista de la Hacienda p¨²blica, como si lo ¨²nico que estuviera en juego fueran las ¡°balanzas fiscales¡±. En primer lugar, hay mucho m¨¢s en juego en lo que se refiere a la capacidad de generaci¨®n de riqueza que en lo que se refiere a qui¨¦n se queda con qu¨¦ parte de los impuestos (una parte de la riqueza generada). En segundo lugar, la acci¨®n p¨²blica incide sobre la capacidad de generaci¨®n de riqueza de formas que van mucho m¨¢s all¨¢ de su incidencia a trav¨¦s de gastos e ingresos. Por ejemplo, de las tensiones apuntadas por Rodrik se deduce que el tama?o del Estado es conveniente que se acerque al del mercado y as¨ª ha sido en muchos momentos hist¨®ricamente. El mercado, que sin instituciones que lo sostengan dif¨ªcilmente es estable, no tiene hoy fronteras precisas. En consecuencia, los Estados las deber¨¢n tener cada vez menos. Pero igual que los mercados pueden ser fuertes sin fronteras precisas, la acci¨®n colectiva debe aspirar a ser fuerte en este mundo m¨¢s fluido e interconectado.
Tan importante como cu¨¢nto se gasta y cu¨¢nto se ingresa es la determinaci¨®n de los bienes p¨²blicos que se promueven. En la Espa?a actual, muchos creemos que determinados bienes p¨²blicos se proveen de un modo que tiene m¨¢s en cuenta las preferencias de una parte de los espa?oles que las de otros: lengua, s¨ªmbolos, infraestructuras, sedes de organismos. No solo importa la escala de los bienes p¨²blicos, sino tambi¨¦n su estructura y caracter¨ªsticas. Por otra parte, una hipot¨¦tica independencia de Catalu?a tambi¨¦n dar¨ªa lugar a una provisi¨®n de bienes colectivos que estar¨ªa inclinada (por dise?o o por inercia) a satisfacer las preferencias de aquellos que no tengan lazos con el resto de Espa?a.
La mejor forma de optar es mediante democracia, programas, representantes y participaci¨®n ciudadana
El federalismo tiene l¨ªmites imprecisos y puede significar cosas distintas para distintas personas. Pero tiene la ventaja de referirse a una f¨¦rtil tradici¨®n en Espa?a y Catalu?a (que es vista con creciente simpat¨ªa en todas las encuestas y en los editoriales de la prensa internacional), asociada a los sectores progresistas e ilustrados que intentaban acomodar los distintos sentimientos de pertenencia nacional desde mediados del siglo XIX. Y de referirse a la experiencia internacional exitosa de pa¨ªses complejos y distintos entre ellos, autodenominados federales, como Alemania, Suiza, Canad¨¢, Estados Unidos o Australia. El an¨¢lisis de lo que nos falta para ser como ellos en Espa?a y progresivamente (lo m¨¢s r¨¢pidamente posible) en Europa ofrecer¨¢ las claves para avanzar hacia el futuro.
Una Espa?a federal facilitar¨ªa un mejor encaje en una Europa que necesariamente debe avanzar hacia una estructura m¨¢s federal y menos intergubernamental (a partir de una realidad actual donde los Estados-miembro tienen poder de veto) y hacia una unidad pol¨ªtica donde los Estados-miembro acepten perder soberan¨ªa a cambio de un marco democr¨¢tico donde sus ciudadanos puedan defender su visi¨®n de c¨®mo deben ser los bienes p¨²blicos compartidos. Los sistemas de financiaci¨®n interterritorial deben combinar solidaridad y autonom¨ªa: cubrir a todas las personas por igual ante riesgos b¨¢sicos y a partir de ah¨ª garantizar la autonom¨ªa, las posibilidades de todos de influir en el desarrollo de las regiones relativamente m¨¢s pobres (porque su desarrollo interesa a todos) y la posibilidad de innovaci¨®n institucional.
Los problemas de identidades complejas y solapadas no surgen solo en la pen¨ªnsula Ib¨¦rica, sino que est¨¢n agazapados en muchos rincones del continente, como brillantemente expuso Claudio Magris en El Danubio. A identidades complejas y solapadas, instituciones complejas y solapadas, intentando avanzar hacia ellas en un marco de transparencia y regeneraci¨®n democr¨¢tica. Quiz¨¢ con una Espa?a y una Europa federales los ciudadanos europeos podr¨ªamos recuperar algo de soberan¨ªa y se la podr¨ªamos quitar a los mercados y al capital. O vamos derribando muchas de las fronteras legales y regulatorias que todav¨ªa existen, creando un aut¨¦ntico Estado federal europeo acompa?ado de un demos y una pol¨ªtica europea, o nos refugiamos en el Estado-naci¨®n y reducimos la lucha pol¨ªtica a un combate por ubicar las fronteras en un lugar u otro. Cuando la pol¨ªtica se reduce a esta lucha, las se?ales propias de una sociedad abierta y democr¨¢tica dejan de funcionar bien: los ciudadanos son bombardeados con campa?as para que definan su identidad sin matices y para que dejen de reflexionar sobre si prefieren unos poderes p¨²blicos m¨¢s o menos presentes en la sociedad, o una distribuci¨®n m¨¢s o menos equitativa de la renta y el poder entre clases sociales; o la corrupci¨®n se tapa con enormes banderas, mientras los problemas se enquistan y se pierde un tiempo precioso que podr¨ªa aprovecharse para construir sobre lo que nos une a la inmensa mayor¨ªa de catalanes y espa?oles: el apoyo a la democracia y al proyecto europeo.
Francesc Trillas es profesor de la Universidad Aut¨®noma de Barcelona y miembro de la Junta de Federalistes d¡¯Esquerres.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.