Campesinos que luchan por la tierra y su fruto
Dos tercios de los pobres latinoamericanos malviven en el campo, donde adem¨¢s se disputan tierras con grandes y medianos inversores
Ramona Bustamante arrastra sus pies y su bast¨®n para acomodarse en una silla bajo una tienda hecha de unos pl¨¢sticos que antes usaban terratenientes vecinos como silos para la soja transg¨¦nica. Tiene 87 a?os y hace diez la casa de su campo cercano al pueblo de Puesto de Castro (671 kil¨®metros al norte de Buenos Aires), en la provincia argentina de C¨®rdoba, fue destruida por las topadoras de unos hermanos vendedores de coches y seguros que dec¨ªan que hab¨ªan comprado sus 236 hect¨¢reas. Ella y uno de sus hijos, Orlando, de 58 a?os, vivieron ocho meses a la intemperie, durmieron en el suelo, entre los perros, hasta que se construyeron dos casas precarias, con pl¨¢sticos, chapas y adobe, sin las antiguas conexiones para agua caliente y gas en bombona. En esa incertidumbre sobreviven mientras permanece estancada la causa judicial por sus tierras poco f¨¦rtiles de la regi¨®n chaque?a, entre algarrobos, cha?ares, quebrachos, itines, tuscas y otros arbustos. Con cabras, ovejas, gallinas, patos y pavos, no pasan hambre ellos dos ni el joven de 17 a?os al que cr¨ªan, Facundo, pero viven la pobreza, como la mitad de los 120 millones de campesinos de Latinoam¨¦rica. Dos tercios de los pobres del subcontinente residen en zonas rurales.
De los 63 millones agricultores pobres, unos 35 millones incluso carecen de la alimentaci¨®n b¨¢sica. ?C¨®mo es posible que pasen hambre quienes se ganan la vida cultivando? Cada quien tiene su respuesta. El representante regional de la Organizaci¨®n de Naciones Unidas para la Alimentaci¨®n y la Agricultura (FAO), Ra¨²l Ben¨ªtez, opina que "el problema es que algunos sectores campesinos no tienen acceso a buena tecnolog¨ªa, financiamiento o tierra y la poca producci¨®n que ellos pueden hacer no alcanza para satisfacer las necesidades de alimentaci¨®n". En las ¨²ltimas tres d¨¦cadas la agricultura familiar, que apunta a la propia subsistencia y el mercado interno, ha sido desplazada en parte por grandes o medianos inversores que plantan cultivos con destino de exportaci¨®n, como la soja transg¨¦nica o el aceite de palma, con semillas, fertilizantes y plaguicidas provistos por multinacionales. La ganader¨ªa a campo abierto ha sido sustituida en parte por los corrales. En algunos casos ha habido compraventa de tierras y en otros, conflictos por terrenos en los que los campesinos han habitado desde hace d¨¦cadas sin t¨ªtulo de propiedad.
La hect¨¢rea de la finca de Ramona costaba 1.000 d¨®lares (731 euros) en el a?o 2000 y lleg¨® a multiplicar por diez su valor en 2004 porque inversores comenzaron a apetecer una tierras antes desde?adas, solo usadas para la ganader¨ªa extensiva, y que en ese entonces pod¨ªan cultivarse con una soja cuya cotizaci¨®n internacional se hab¨ªa disparado por la demanda de China y que, al ser modificada gen¨¦ticamente, resist¨ªa climas menos h¨²medos que los de la regi¨®n pampeana, seg¨²n cuenta Germ¨¢n Pez, licenciado en Comunicaci¨®n de la ciudad de C¨®rdoba que se mud¨® hace 13 a?os a Cerro Colorado (65 kil¨®metros al oeste de Puesto de Castro), donde vive en tierras que pertenec¨ªan al famoso cantautor y guitarrista folkl¨®rico argentino Atahualpa Yupanqui. All¨ª da clases en una escuela secundaria y milita con los campesinos de su provincia. Cuenta que los ¨²ltimos a?os de sequ¨ªa han reducido el precio de la hect¨¢rea de Ramona a 6.000 d¨®lares (4.391 euros).
"La agricultura empresarial es una forma de producci¨®n que tiene su costado bueno y aspectos negativos tambi¨¦n", opina Ben¨ªtez desde la sede regional de FAO en Santiago de Chile. "Lo positivo es el incremento notable de la producci¨®n, el avance tecnol¨®gico, la investigaci¨®n. Ahora bien, en algunos casos trajo exclusi¨®n social. En muchos otros, el problema es que han ido comprando tierras pagando un precio justo, sin nada raro, y esos productores que se ganaban la vida con su producci¨®n primero venden, se van a las ciudades m¨¢s importantes del pa¨ªs, ah¨ª hacen un emprendimiento, se gastan todo y despu¨¦s caen en la pobreza", relata el representante de FAO.
De los 63 millones agricultores pobres, unos 35 millones incluso carecen de la alimentaci¨®n b¨¢sica
Claro que con los impuestos que recaudan los gobiernos latinoamericanos por la exportaci¨®n agr¨ªcola tambi¨¦n ha habido beneficios para los m¨¢s pobres. "Varios gobiernos progresistas de Latinoam¨¦rica implementaron diversos programas sociales y alimentarios que fueron avanzando en la lucha contra el hambre en el campo y la ciudad", reconoce Diego Mont¨®n, integrante de la secretar¨ªa operativa de la Coordinadora Latinoamericana de Organizaciones del Campo (CLOC)-V¨ªa Campesina (VC). Se refiere a Brasil, Argentina, Venezuela, Ecuador o Uruguay. "En otros pa¨ªses s¨ª hay pobreza extrema en el campo, como Guatemala, Honduras y Paraguay. Lo que tienen en com¨²n pa¨ªses progresistas y de derecha son los conflictos por la tierra y los bienes naturales con las corporaciones multinacionales", alude a las mineras, las petroleras, las comercializadoras de granos en el mercado mundial y las proveedoras de insumos para el campo. "Con la excepci¨®n de algunos pa¨ªses como Bolivia o Nicaragua, en general hay un avance del capitalismo financiero en la agricultura sobre las comunidades campesinas", a?ade Mont¨®n desde sus tierras en la provincia argentina de Mendoza.
Una visi¨®n contrapuesta es la de las multinacionales proveedoras de semillas transg¨¦nicas y herbicidas como Monsanto. En sus oficinas de Buenos Aires, el vicepresidente de la empresa para Latinoam¨¦rica Sur, Pablo Vaquero, considera que la soluci¨®n a la pobreza rural radica en que se ejecuten inversiones en tecnolog¨ªas que aumenten la productividad y en la educaci¨®n, la sanidad y la calidad de vida de los pobladores. "En los ¨²ltimos 50 a?os, mientras que la poblaci¨®n mundial se duplic¨® con creces, la producci¨®n agr¨ªcola casi se ha triplicado y el ¨¢rea cultivada s¨®lo creci¨® 12%", defiende Vaquero, que considera compatibles y no competidoras la agricultura campesina y la de los negocios. El representante de la FAO tambi¨¦n cree en la convivencia, pero considera que la agricultura familiar, que ser¨¢ el lema de la organizaci¨®n este a?o, requiere de m¨¢s apoyo institucional. En cambio, Mont¨®n opina que la ¨²nica forma de que coexistan consiste en acotar el territorio de los agronegocios para acabar con la violencia y evitar el contacto con los cultivos transg¨¦nicos y las fumigaciones que se esparcen sobre ellos. En un reciente informe de CLOC-VC ante la Comisi¨®n Interamericana de Derechos Humanos se denunciaron decenas de asesinatos de campesinos en Guatemala, Honduras, Colombia y Paraguay. Mont¨®n tambi¨¦n menciona homicidios en Brasil y Argentina.
Es jueves en La Rinconada (42 kil¨®metros al norte de Puesto de Castro), son las 19.00, una hora despu¨¦s de la hora de convocatoria, y comienza una asamblea de 13 campesinos que cuentan los constantes intentos de desalojarlos. Mientras, aturden las chicharras en el atardecer del verano austral. En la zona unos 350 agricultores criaban los animales sueltos en los campos de sus vecinos, sin alambradas de por medio. "Vino un tipo de San Francisco (ciudad de la cuenca lechera de C¨®rdoba) con papeles viejos a reclamar 900 hect¨¢reas al lado de nuestras 1.200", cuenta Mar¨ªa Gal¨¢n, que con su marido, una hija peque?a y otros siete miembros de su familia habitan aquellas tierras secas donde solo hay alg¨²n que otro algarrobo o tamar¨ªn, falta electricidad y agua, que las vacas deben buscar a unos 20 kil¨®metros, atravesando fincas, en el r¨ªo Dulce. "Puso tres hileras de alambre y movi¨® a nuestros animales", contin¨²a Gal¨¢n, cuyos vacunos, cabras y ovejas est¨¢n acostumbrados a caminar algunos kil¨®metros para conseguir hierba. "Y una noche le desaparecieron los alambres", sonr¨ªe su marido, Carlos Herrera, que fue denunciado por el nuevo terrateniente por supuesta usurpaci¨®n.
Vestidos con camisas a cuadros, bombachas (pantalones) de gaucho, alpargatas, boinas o gorras de marca Puma, los campesinos de La Rinconada reconocen que ya no pasan hambre como en la hiperinflaci¨®n que sufri¨® Argentina en 1989 y 1990. Tambi¨¦n destaca que en diez a?os de kirchnerismo, as¨ª como avanzaron los inversores de mediana monta sobre sus tierras, tambi¨¦n aparecieron las ayudas sociales. "Ahora no hay hogar donde no haya jubilaciones, pensiones o la asignaci¨®n universal por hijo (menor de 18 a?os)", destaca Zulema Angulo, pensionista de 66 a?os que cr¨ªa cerdos y que confiesa que nunca se ha podido comprar un televisor y que la tensi¨®n del suministro el¨¦ctrico, que solo llega a la treintena de casas del pueblo, es irregular y a veces quema las neveras. Cuando se le consulta sobre las necesidades de los campesinos, Zulema menciona cr¨¦ditos y subvenciones para comprar semillas o alambres, agua para ellos y los animales, paneles solares o aerogeneradores. "Las ayudas econ¨®micas solo llegan a los productores grandes", repite una queja que tambi¨¦n hace propia Ben¨ªtez, de la FAO. El funcionario elogia el programa de Brasil de compras de alimentos a campesinos para abastecer los comedores escolares. Otros agricultores de La Rinconada piden mejores caminos, pues todos son de tierra por all¨ª, protecci¨®n legal contra las usurpaciones y jueces, fiscales y polic¨ªas que no siempre se pongan del lado de los nuevos terratenientes. Juan Barrera, de 63 a?os, que vive frente a un campo que pretend¨ªa un empresario de la provincia de Entre R¨ªos pero donde tambi¨¦n se esfumaron los alambres, a?ade otras necesidades: "Herramientas para trabajar, tractores, luz".
La demanda de soja ha disparado el precio de algunos terrenos
Aquel d¨ªa Barrera hab¨ªa recibido la visita de tres de sus seis nietos y no dejaba de jugar con un tractor de juguete hecho de pl¨¢stico. De sus ocho hijos, solo dos, varones de 27 y 28 a?os, se han quedado a vivir con ¨¦l y su esposa. "Hay algunos a?os buenos, pero otros sin agua. La situaci¨®n siempre es cr¨ªtica. Yo tengo 100 hect¨¢reas y no da el tama?o para criar animales encerrados ac¨¢. Necesitar¨ªa 1.000. Pero ac¨¢ el hambre todav¨ªa no ha llegado, ser¨ªa el colmo. Lo m¨¢s (que se gana) es para comer", cuenta Barrera, que cambia sus cabritos a comerciantes ambulantes que traen de zonas agr¨ªcolas patata, cebolla, az¨²car o ma¨ªz. "Tambi¨¦n compramos remedios o pagamos para ir a un m¨¦dico (privado) en Elcano (58 kil¨®metros al oeste de La Rinconada) porque te atiende m¨¢s r¨¢pido y tiene m¨¢s ciencia, m¨¢s pr¨¢ctica", comenta Barrera, a cuyo pueblo solo va un galeno p¨²blico tres horas por semana.
Pero los alambres que impiden seguir con la tradici¨®n de compartir la hierba y el agua est¨¢n m¨¢s presentes en Puesto de Castro, donde resiste la anciana Ramona, que en La Rinconada. Con solo dos a?os de instrucci¨®n primaria, ella hab¨ªa firmado antes del desalojo una cesi¨®n de sus tierras a los empresarios que las pretend¨ªan. "La mami no sab¨ªa lo que firmaba. Sabe leer y escribir, pero no el significado, seg¨²n declar¨® ante el juez la maestra del pueblo", explica su hijo. "Est¨¢n esperando que ella se muera para venir a sacarme la tierra", a?ade Orlando. "Por eso yo le pido a Dios que mis hijos se mueran antes que yo", ruega Ramona.
"Para el campesino, los agronegocios son un desastre", opina Pez, que acompa?a a Ramona y otros tantos campesinos en su lucha. "Los due?os no son de ac¨¢ y tienen un empleado donde antes viv¨ªan 20 o 30 familias", describe este docente de 35 a?os mientras regresa a los pagos donde vivi¨® y yacen los restos de aquel Yupanqui que advert¨ªa: "Los pueblos, los hombres se enfr¨ªan por ausencia de esp¨ªritu. Pero estamos nosotros, con pedernal y yesca, con melod¨ªas y cantares, poemas y reflexiones, alto desvelo y sue?os de todo tipo, para entibiar las horas de aquellos que no quieren congelarse todav¨ªa".
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