Veinte a?os de libre comercio
El Tratado con Estados Unidos y Canad¨¢ ha multiplicado las exportaciones de M¨¦xico y ha disciplinado su macroeconom¨ªa, pero no ha recortado la diferencia salarial con EE UU. La soluci¨®n es m¨¢s tratado, no menos
Hace 20 a?os entr¨® en vigor el Tratado de Libre Comercio de Am¨¦rica del Norte (TLC; o NAFTA por sus siglas en ingl¨¦s) entre Canad¨¢, Estados Unidos y M¨¦xico. Su advenimiento desat¨® un vigoroso debate sobre los peligros y las promesas del acuerdo comercial. A la distancia, todos exageraron sus consecuencias: el TLC no implic¨® ni grandes ganancias ni p¨¦rdidas dram¨¢ticas. Sus implicaciones resultaron m¨¢s trascendentes para la econom¨ªa m¨¢s peque?a ¡ªla mexicana¡ª que para las otras. Realizar un balance de estos 20 a?os no es tarea sencilla, pero se antoja m¨¢s factible ahora que antes.
M¨¦xico es hoy un pa¨ªs mucho mejor que en 1994: una democracia representativa con una clase media pr¨¢cticamente mayoritaria y una sociedad cada d¨ªa m¨¢s liberal, pero el TLC no ha sido el ¨²nico agente del cambio. Visto como un tratado de comercio exterior, su ¨¦xito es innegable. Las exportaciones mexicanas se han incrementado de 60.000 millones de d¨®lares en 1994 a casi 400.000 millones en 2013. Las ventas mexicanas en el exterior consisten principalmente en bienes manufacturados, desde autom¨®viles hasta tel¨¦fonos celulares y refrigeradores. El corolario de este auge de exportaciones ¡ªuna explosi¨®n de las importaciones¡ª gener¨® una ca¨ªda en el precio de incontables bienes de consumo, disponibles para millones de mexicanos: el efecto Walmart.
Adem¨¢s, el TLC consolid¨® pol¨ªticas macroecon¨®micas que impulsaron esta transformaci¨®n. Desde 1995, las autoridades mexicanas mantuvieron pol¨ªticas financieras sanas, una inflaci¨®n baja, un tipo de cambio flexible y pol¨ªticas comerciales aperturistas, que fomentaron estabilidad, bajaron las tasas de inter¨¦s y ampliaron el acceso a cr¨¦dito. Si bien un buen manejo de la econom¨ªa no era una parte intr¨ªnseca del TLC, el acuerdo se convirti¨® en una camisa de fuerza para un pa¨ªs acostumbrado a un mal manejo macroecon¨®mico.
El n¨²mero de nacidos
en M¨¦xico que viven en Estados Unidos casi se ha duplicado en dos decenios
Sus efectos pol¨ªticos son m¨¢s dif¨ªciles de medir. Muchos de quienes estuvimos en desacuerdo con el tratado tal y como lo negociaron los tres Gobiernos pensamos que fungir¨ªa como una tabla de salvaci¨®n para el r¨¦gimen autoritario del PRI, que de otra forma sucumbir¨ªa a principios de los noventa a la ola democr¨¢tica que sacudi¨® a Am¨¦rica Latina y Europa del Este. Otros, en cambio, consideraron que la alternancia del a?o 2000 fue una consecuencia directa del tratado. Ni una conclusi¨®n ni otra son f¨¢ciles de probar. Dadas las cat¨¢strofes que azotaron al pa¨ªs en 1994 ¡ªel levantamiento zapatista en Chiapas, el asesinato del candidato del PRI a la presidencia, el sobrecalentamiento de la econom¨ªa y la debacle econ¨®mica de fin de a?o¡ª, el rechazo del TLC por Estados Unidos pod¨ªa haber provocado una derrota anticipada del PRI. Por otro lado, al comprometer a cualquier presidente mexicano a la adopci¨®n de pol¨ªticas econ¨®micas prudentes y a una relaci¨®n cada vez m¨¢s cercana con Estados Unidos, tal vez el tratado gener¨® las condiciones de la alternancia que por fin se produjo en 2000.
Ahora bien, si los objetivos del tratado consist¨ªan en un mayor crecimiento econ¨®mico de M¨¦xico, m¨¢s y mejores empleos, mayor productividad, salarios m¨¢s elevados y desincentivar la migraci¨®n hacia Estados Unidos, la evaluaci¨®n adquiere otros matices.
La econom¨ªa mexicana ha tenido buenos y malos a?os desde 1994, pero solo ha promediado el 2,6% en crecimiento anual del PIB, o el 1,2% per c¨¢pita. Otros pa¨ªses latinoamericanos ¡ªChile, Per¨², Uruguay, Colombia, Brasil¡ª han logrado tasas superiores. El ingreso per c¨¢pita en M¨¦xico como porcentaje del estadounidense casi no ha variado, pasando del 17% en 1994 al 19% actualmente. La productividad se ha mantenido constante, con peque?as mejoras en el sector automotriz (donde ya era elevada), en el aeron¨¢utico (que no exist¨ªa) y en las maquiladoras de electrodom¨¦sticos. En consecuencia, los ingresos reales en la econom¨ªa formal se estancaron, aunque la ca¨ªda de precios de los bienes de consumo duradero y algunos alimentos ha mitigado esto.
Dos hechos explican estos resultados decepcionantes. En primer lugar, en 1994, el 73% de las exportaciones mexicanas estaba compuesto por insumos importados; en 2013, este n¨²mero ha aumentado al 75%. No se crearon encadenamientos productivos o hacia atr¨¢s en la econom¨ªa mexicana. El empleo en el sector manufacturero permaneci¨® igual y no ejerci¨® ninguna presi¨®n al alza sobre los salarios. El n¨²mero de trabajadores en las maquiladoras alcanzo 2,3 millones a mediados de 2013 ¡ªapenas un incremento del 20% durante dos d¨¦cadas, cuando la poblaci¨®n aument¨® el 33%¡ª. En promedio, la diferencia salarial entre Estados Unidos y M¨¦xico sigue igual, por lo que el n¨²mero de personas nacidas en M¨¦xico que viven en Estados Unidos creci¨® de 6,5 millones en 1994 a casi 12 millones en 2013, a pesar de la deportaci¨®n de m¨¢s de un mill¨®n de mexicanos por Barack Obama.
El segundo hecho sirve para explicar la ausencia de encadenamientos productivos. El verdadero prop¨®sito del tratado resid¨ªa en un fuerte impulso a la inversi¨®n extranjera directa (IED), especialmente de Estados Unidos, para aumentar la inversi¨®n agregada al nivel que alcanz¨® M¨¦xico antes de 1982, es decir, un poco m¨¢s de una cuarta parte del producto. Al perpetuar pol¨ªticas econ¨®micas ortodoxas y garantizar el acceso al mercado estadounidense, el TLC les brindar¨ªa a los inversionistas extranjeros la certeza necesaria para acercarse a M¨¦xico, incrementando la IED como proporci¨®n del PIB.
Si la industria petrolera
No ocurri¨®. En 1993, la IED en M¨¦xico representaba el 1,1% del PIB, se elev¨® a casi el 2,5% en 1994, pero se mantuvo en ese nivel (su m¨¢ximo) hasta 2001. Despu¨¦s comenz¨® a disminuir, bajando al 2,1% en 2006, y ha continuado su descenso. Hoy se ubica por debajo del 2% del PIB, si se promedian los ¨²ltimos dos a?os, uno muy malo (2012) y uno muy bueno (2013). En el largo plazo, a pesar de los impresionantes n¨²meros de comercio exterior, el NAFTA no ha cumplido sus promesas econ¨®micas.
?C¨®mo le hubiera ido a M¨¦xico sin el TLC? Unos dicen que peor, pero es un triste consuelo, y el ejercicio contrafactual no es obvio. Otros pa¨ªses ¡ªChile, Per¨², Colombia, Brasil y Uruguay¡ª crecieron m¨¢s sin un tratado equivalente, aunque s¨ª con pol¨ªticas de libre mercado. Asimismo, el crecimiento de la propia econom¨ªa mexicana fue muy superior entre 1940 y 1980. Es dif¨ªcil ver c¨®mo, en ausencia del TLC, la productividad, el atractivo para la inversi¨®n extranjera, los niveles salariales del pa¨ªs y el crecimiento per c¨¢pita del PIB a lo largo de 20 a?os hubieran sido menores. Solo se habr¨ªa producido tal desastre si M¨¦xico hubiera vuelto a las pol¨ªticas populistas de los a?os setenta. Pero ya las hab¨ªa dejado atr¨¢s desde mediados de los a?os ochenta.
?Pudo haber producido mejores resultados un tratado diferente? Muchos favorec¨ªamos un tratado al estilo europeo, que incluyera movilidad laboral, energ¨ªa, derechos humanos, democracia y financiamiento compensatorio. Esto no hubiera quiz¨¢ alterado los resultados, aunque una de las explicaciones de la baja productividad mexicana es la desgastada infraestructura del pa¨ªs, que pudo haber sido mejorada con recursos de Estados Unidos y Canad¨¢. Si M¨¦xico hubiera abierto su industria petrolera desde entonces, esto tal vez habr¨ªa generado un auge de inversiones, y quiz¨¢ Estados Unidos hubiera contemplado a cambio una reforma migratoria.
?Qu¨¦ guarda el futuro para M¨¦xico y el TLC? Muchos piensan que las reformas impulsadas por el presidente Pe?a Nieto podr¨¢n, por s¨ª mismas, generar un crecimiento anual y sostenido del 5%, logro esquivo para M¨¦xico desde 1981. Pero esto parece un pron¨®stico optimista, en ausencia de otros factores. ?Se cerrar¨¢ la brecha entre M¨¦xico y Estados Unidos por s¨ª misma o son necesarias pol¨ªticas e ideas proactivas? Probablemente, y eso explica por qu¨¦ la tesis de la integraci¨®n econ¨®mica de Am¨¦rica del Norte ha ido ganando terreno, tanto en libros como The North American idea, de Robert Pastor, como en el trabajo encargado a Robert Zoellick, expresidente del Banco Mundial, y a David Petraeus, exdirector de la CIA.
Sin replicar el modelo europeo, poco atractivo para los estadounidenses y desfasado en el tiempo, la inclusi¨®n de temas excluidos en 1994 ¡ªenerg¨ªa, inmigraci¨®n, infraestructura, educaci¨®n, seguridad, derechos humanos¡ª es preferible a seguir el mismo camino. La respuesta a las decepciones del TLC puede ser m¨¢s tratado, no menos.
Jorge G. Casta?eda es analista pol¨ªtico y miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes de Estados Unidos.
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