Atr¨¦vase ahora a vestir normal
De los pandilleros de Givenchy al Lord Byron de Haider Ackermann pasando por el 'Mad Max' versi¨®n siglo XIX de Dries van Noten; en Par¨ªs nadie osa llevar un traje convencional
Antes la gente viajaba a Par¨ªs para aprender buen gusto y ahora venimos para aprender a perderlo. Superado el traje de tres piezas y los pantalones chinos, uno educa la vista con shows como el de esta ma?ana, de Riccardo Tisci para Givenchy: una cancha de baloncesto en un hangar, banda sonora ruidista e intimidante, y modelos vestidos con sudaderas y chaquetas bomber atravesadas por cremalleras.
Es sintom¨¢tico que Tisci, uno de los dise?adores cuyas decisiones m¨¢s afectan a nuestra indumentaria, apueste por las mil variaciones del ch¨¢ndal. Hay terremotos en el armario masculino, y mucho m¨¢s que eso si atendemos a Rick Owens. El jueves, el veterano revolucionario infiltr¨® en el Palais Chaillot a una corte de monjes venidos de un futuro no necesariamente mejor. Las t¨²nicas, bermudas oversize y chalecos acolchados se superpon¨ªan, las texturas alternaban suavidad y dureza y... al cuello, fulares semi r¨ªgidos desafiaban a la gravedad. Qu¨¦ extra?a belleza, pensar¨¢n, o qu¨¦ bobada. De una forma u otra, Owens lleva una d¨¦cada presentando colecciones que no se detienen en las aburridas consideraciones que usted o yo valoramos al vestirnos.
Y Owens no es un caso aislado. Incluso Dries van Noten da una patada en el trasero a la idea que m¨¢s suele importar en la moda masculina, la ponibilidad. Otro marco incomparable (el s¨®tano del Grand Palais) y unas prendas que parecen fruto del matrimonio entre Mad Max, un ravero del a?o 1991 y ?sorpresa! un oficial del siglo XIX. Este a?o Van Noten cumple 30 en la ¨¦lite de la profesi¨®n, pero su brillante colecci¨®n es un alegato para quienes piensan que la moda se fragua en la calle.
Algo parecido, solo que m¨¢s lujoso, ocurri¨® en Valentino. La ¨²ltima casa en recobrar el prestigio perdido adapta las influencias street de la temporada a su eficaz idea de la sastrer¨ªa. Las chaquetas se llevan con zapatillas de deporte, pantalones anchos y gorros de pescador. Hay trajes amplios como pijamas y hasta la franela tiene estampado de camuflaje. Como si los Happy Mondays, aquel grupo del Manchester de los 90, hubieran colonizado el armario de un dandi.
Ya decimos que a Par¨ªs se viene a aprender. Como que las rebajas en la tienda de culto por excelencia, Colette, ya solo se hacen online (en realidad es un poco visionario: as¨ª la tienda evita eso tan feo de que los descuentos convivan con las nuevas colecciones). O que la mejor sorpresa de la temporada se escond¨ªa en un espacio desnudo de Le Marais. All¨ª, entre un p¨²blico de pie, o sentado irregularmente, Haider Ackermann se salt¨® la liturgia de la pasarela y present¨® su segunda colecci¨®n masculina sin hacer caso a nada que no fuera su particular idea del estilo. Lentamente, los modelos iban ocupando un escenario amueblado con un biombo de cristal. Lentamente porque hab¨ªa mucho que mirar: siluetas elaboradas, a lo Lord Byron, con telas ricas en textura; abrigos largos, fulares abundantes, cazadoras forradas de pelo... Visto lo visto, va a hacer falta valor para ponerse un traje convencional.
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