Pol¨ªtica con criterios cient¨ªficos
En investigaci¨®n, hace tiempo que se han sistematizado f¨®rmulas para evitar conflictos de intereses y actuar con transparencia con m¨¦todos que se deber¨ªan trasladar a otros campos, como la acci¨®n p¨²blica
Los cient¨ªficos sabemos desde hace tiempo lo que quiere decir un conflicto de inter¨¦s. En muchas publicaciones cient¨ªficas es necesario declarar las fuentes de financiaci¨®n o si alguno de los autores tiene relaci¨®n con alguna empresa relacionada con el tema del art¨ªculo. Algo m¨¢s dif¨ªcil es definir conflictos de intereses por pertenecer a alguna organizaci¨®n cuando se participa, por ejemplo, en un proceso de evaluaci¨®n de personal o proyectos. Sin embargo, es sorprendente que nadie parezca preocuparse de intereses que pueden proceder de cuestiones ideol¨®gicas. Una discusi¨®n semejante puede darse en otros sectores como los medios de comunicaci¨®n y, sobre todo, en los profesionales de la pol¨ªtica.
Una publicaci¨®n cient¨ªfica puede valer mucho dinero. Un resultado positivo o negativo sobre los efectos de un medicamento puede ser cuesti¨®n de vida o muerte para una empresa farmac¨¦utica. La opini¨®n de un comit¨¦ cient¨ªfico sobre un aditivo alimentario o un pesticida, por ejemplo, puede representar un mercado de millones que se abre o se cierra. Que alguien que participa en estas tareas tenga un inter¨¦s personal en el tema puede falsear un resultado o un informe que a los ciudadanos nos interesa que sea lo m¨¢s objetivo posible. Este tipo de conflicto se trata de resolver con la obligaci¨®n de efectuar una declaraci¨®n de conflicto de intereses que puede hacerse p¨²blica o implicar la exclusi¨®n de alg¨²n participante. Lo mismo ocurre en procesos de evaluaci¨®n de la actividad o de proyectos cient¨ªficos en que se trata de evitar que participe alguien que tiene inter¨¦s (positivo o negativo) en un candidato o un proyecto. Por esto hay reglas para que en estos procesos no puedan participar parientes o colaboradores o miembros de una misma instituci¨®n. Y se permite que el evaluado descarte a alguien que considera puede tener un inter¨¦s negativo o animadversi¨®n contra ¨¦l.
Este tipo de reglas existen en muchos procesos de la actividad cient¨ªfica y no dejan de presentar problemas. A veces quien m¨¢s conoce de un tema es justamente aquella persona con m¨¢s inter¨¦s en ¨¦l. Y en el caso de temas corporativos no est¨¢ claro hasta d¨®nde podemos llevar el parentesco, amistad o pertenencia a una misma instituci¨®n que, como las grandes instituciones cient¨ªficas europeas, pueden estar formadas por decenas de miles de miembros. Pero en estos procesos a nadie se le pregunta por sus preferencias ideol¨®gicas ni por sus creencias filos¨®ficas y religiosas que sin duda pueden pesar a la hora de formular una opini¨®n. Por ejemplo, si alguien es contrario al aborto puede quiz¨¢ tender a no aprobar un proyecto dirigido a diagnosticar enfermedades del feto.
Un antiabortista puede tender a rechazar un proyecto de diagn¨®stico de enfermedades fetales
La paradoja es que se acabe dando m¨¢s importancia a los intereses econ¨®micos que a los ideol¨®gicos que pueden disminuir, quiz¨¢ en mayor medida, la objetividad de alguien en la toma de decisiones. Es posible que si se planteara eliminar a alguien por sus creencias implicar¨ªa entrar en un tipo de discriminaci¨®n inaceptable, pero la realidad es que solo se examina un aspecto limitado en el conflicto de intereses.
A pesar de todo ello, en ciencia los conflictos de intereses de cualquier tipo se tratan de minimizar de forma sistem¨¢tica, ya que falsean la base misma de su actividad. Pero quiz¨¢ deber¨ªamos pensar lo mismo de otras profesiones y los medios de comunicaci¨®n pueden ser un buen ejemplo. Tambi¨¦n nos interesa que noticias y opiniones aparezcan sin que est¨¦n mediatizadas por intereses econ¨®micos o de empresa y para esto los c¨®digos deontol¨®gicos definen c¨®mo debe ser el comportamiento de los profesionales para evitar estos conflictos. Pero quiz¨¢ es en pol¨ªtica donde estas consideraciones sean m¨¢s importantes.
Los gobernantes se eligen para tomar decisiones que nos afectan a todos. Sin llegar a casos de corrupci¨®n flagrante, vemos a menudo c¨®mo los intereses econ¨®micos personales de alg¨²n gobernante pueden mediatizar sus decisiones. Muchos pueden pertenecer a cuerpos de funcionarios o instituciones cuya posici¨®n o cuyas reglas pueden estar defendiendo a costa del inter¨¦s general. Y sin duda pueden pesar en sus decisiones intereses ideol¨®gicos personales que a menudo interfieren en el proceso de toma de decisiones. Es algo que ocurre actualmente en los pa¨ªses con una base de religi¨®n isl¨¢mica importante, pero puede estar ocurriendo cada vez m¨¢s en Estados Unidos con el ejemplo del Tea Party y en Europa. Es de temer que en Espa?a se est¨¦ dando este tipo de conflictos de forma adaptada al peculiar sistema pol¨ªtico del pa¨ªs.
Cada pa¨ªs o cada entorno cultural da una importancia distinta a estas cuestiones. Los pa¨ªses de cultura anglosajona tienen normas que aplican, por ejemplo, para evitar el uso de informaciones privilegiadas. No parece ser lo mismo en pa¨ªses como el nuestro. Muy a menudo quienes tienen una funci¨®n p¨²blica la ven precisamente como una oportunidad para sacar una ventaja econ¨®mica, para su entorno familiar o de grupo o para imponer su ideolog¨ªa. Lo vemos a veces tambi¨¦n en la gesti¨®n de la ciencia. Es demasiado frecuente que los tribunales que escogen a nuevos profesores de universidad o investigadores se presenten como una lucha entre intereses de grupo lejanos de una evaluaci¨®n de la idoneidad de los candidatos.
Hay que apartar a los se aprovechan de su cargo p¨²blico para defender sus intereses particulares
Tambi¨¦n, para entender las posiciones de ciertos medios de comunicaci¨®n tenemos que saber qu¨¦ empresas o qu¨¦ tipo de ideolog¨ªa defienden. Pero sobre todo es grave que en pol¨ªtica los criterios de la toma de decisiones queden lejos de las consideraciones del inter¨¦s general. Ello tiene importancia en t¨¦rminos de calidad democr¨¢tica, pero tambi¨¦n de eficiencia en la gesti¨®n de los recursos.
Para evitar los conflictos de intereses hay diversas formas de reaccionar. Una de ellas es la formulaci¨®n de reglas claras como se hace en ciencia, y la m¨¢s importante es la transparencia. En funciones en las que nos interesa opiniones o resultados cient¨ªficos lo m¨¢s veraces posible, es esencial conocer qui¨¦n las formula y si existe el riesgo de que defienda intereses de alg¨²n tipo.
En los casos m¨¢s graves se trata de apartar de los procesos de decisi¨®n a aquellos que se aprovechan de su funci¨®n para defender intereses personales de ¨ªndole econ¨®mica, corporativa o ideol¨®gica. Esto es algo que ocurre en la actividad cient¨ªfica, pero quiz¨¢ nos interesa que suceda algo similar en la pol¨ªtica. Llegar al poder mediante sistemas democr¨¢ticos no autoriza a aprovecharse de la situaci¨®n para aplicar agendas personales o de colectivos que no son las de la mayor¨ªa de la poblaci¨®n, que puede sentir que se le imponen criterios minoritarios.
En la pr¨¢ctica cient¨ªfica ya hace tiempo que se tienen en consideraci¨®n los conflictos de inter¨¦s cuando se presentan. La misma funci¨®n de la actividad cient¨ªfica pierde sentido si se pone al servicio de intereses personales. Quiz¨¢ por esta raz¨®n el an¨¢lisis objetivo que proporciona la ciencia es un elemento esencial en la toma de decisiones p¨²blicas. En muchos pa¨ªses la ciencia informa internamente las decisiones pol¨ªticas en los temas en los que tiene algo que decir, que son muchos. Y quiz¨¢ por esta raz¨®n en pa¨ªses como el nuestro, donde los conflictos de intereses se mueven en un entorno confuso, la funci¨®n de la ciencia puede verse como algo innecesario o como un obst¨¢culo para los propios intereses. Es quiz¨¢ una raz¨®n m¨¢s del poco inter¨¦s de los actuales poderes p¨²blicos por una investigaci¨®n cient¨ªfica fuerte e independiente en Espa?a.
Pere Puigdom¨¨nech es profesor de Investigaci¨®n del CSIC.
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