Robin Hood en Am¨¦rica Latina
La apuesta por pol¨ªticas sociales segmentadas, en lugar de reducir, ayudan a reproducir la fuerte fractura social en la regi¨®n. El verdadero reto de la izquierda reformista es optar por pol¨ªticas que sean universalistas
La izquierda moderada de Am¨¦rica Latina est¨¢ de moda. En lo que llevamos de siglo hemos o¨ªdo innumerables alabanzas al Chile de Bachelet, al Uruguay de Mujica o al Brasil de Lula y Rousseff por parte de un gran n¨²mero de analistas internacionales, incluyendo voces tan liberales como las de Vargas Llosa o el semanario The Economist. Como colof¨®n, este ¨²ltimo ha declarado a Uruguay pa¨ªs del a?o, para regocijo del primero ¡ªque escribi¨® El ejemplo uruguayo(EL PA?S, 29-12-13), elogiando las reformas emprendidas por el ¡°simp¨¢tico estadista¡± Mujica, que ¡°vive muy modestamente¡±. Y es que, con raz¨®n, los apologetas de esta izquierda ¡°inteligente¡± contraponen sus buenos resultados ¡ªen libertades civiles, crecimiento econ¨®mico y eliminaci¨®n de la pobreza¡ª al desastroso socialismo bolivariano.
Sin embargo, esta comparaci¨®n entre las izquierdas latinoamericanas tan subrayada en los medios es del todo insuficiente, sobre todo si tenemos en cuenta el nivel de desarrollo de la regi¨®n en el a?o 2014. Deber¨ªamos comparar los progresos de la izquierda latinoamericana con aquellos de la izquierda reformista que universaliz¨® los Estados de bienestar en Europa durante el siglo?XX ¡ªdesde Suecia en los treinta, dando lugar al modelo paradigm¨¢tico, a Espa?a en los ochenta, dando lugar a una versi¨®n m¨¢s edulcorada (y que parece difuminarse en la actualidad a pasos agigantados)¡ª. La clave de esta izquierda reformista europea ¡ªen contraste con experiencias previas, como la torpe izquierda de nuestra Rep¨²blica, o con la izquierda dominante en el continente americano (de EE?UU hacia abajo)¡ª fue romper con la concepci¨®n del Estado que, hist¨®rica e intuitivamente, ha tenido el pensamiento progresista: el Estado como una especie de Robin Hood cuya funci¨®n ser¨ªa quitar a los ricos para d¨¢rselo a los pobres.
Obviamente, la izquierda tradicional ha planteado variantes muy distintas de Robin Hoods: desde un Estado ¡°bolcheviquizado¡± (o bolivariano) que asalta a los capitalistas violando las reglas del Estado de derecho a otro que transfiere dinero, o cartillas de alimentos, a los m¨¢s desfavorecidos con la aquiescencia del sheriff de Nottingham. El segundo Robin Hood es mucho mejor que el primero en todos los sentidos, pero ni uno ni otro representan una garant¨ªa para crear una sociedad equitativa a largo plazo, algo que podemos ver en Am¨¦rica Latina. Como un reciente informe del Banco Mundial muestra, a pesar de que la poblaci¨®n latinoamericana viviendo debajo del umbral de la pobreza extrema ha descendido a la mitad en las dos ¨²ltimas d¨¦cadas (gracias al fuerte crecimiento econ¨®mico y los programas sociales puestos en marcha), la desigualdad econ¨®mica contin¨²a en niveles alt¨ªsimos.
Una primera raz¨®n es que la izquierda moderada latinoamericana gobierna Estados con una capacidad recaudatoria muy peque?a. Eso s¨ª, como las peque?as bolsas recolectadas por estos amables Robin Hoods son redistribuidas inteligentemente entre los m¨¢s desfavorecidos (y algunos grupos electoralmente estrat¨¦gicos), son suficientes para apuntalar en el poder a Gobiernos de izquierda.
A pesar de los programas sociales, la desigualdad econ¨®mica contin¨²a en niveles alt¨ªsimos
En segundo lugar, hay dudas sobre la efectividad a largo plazo de sus pol¨ªticas contra la exclusi¨®n social. Fij¨¦monos en los resultados del programa m¨¢s ensalzado ¡ªlas transferencias condicionadas a cambio, por ejemplo, de que los ni?os pasen revisiones m¨¦dicas y vayan a la escuela (unos programas que cubren, en distintas versiones, a m¨¢s de 113 millones de latinoamericanos)¡ª en el pa¨ªs m¨¢s ensalzado (Uruguay). A pesar de obvios beneficios inmediatos en t¨¦rminos de reducci¨®n de la pobreza, estas transferencias han generado incentivos perversos. Por ejemplo, el ni?o se registra en la escuela, pero no atiende a clase. Las transferencias tampoco enfrentan las causas de fondo de la desigualdad, como una alarmante tasa de abandono escolar (que se traduce en que un 70,8% de los uruguayos buscan su primer empleo solo con educaci¨®n primaria), una fuerte segmentaci¨®n del mercado laboral o una segregaci¨®n urbana que separa a las clases sociales en barrios distintivos que, a su vez, tambi¨¦n tienen escuelas que ofrecen unas oportunidades de aprendizaje muy diferentes.
Aqu¨ª radica un problema esencial de estas pol¨ªticas tan extendidas. Act¨²an sobre la demanda de la educaci¨®n, dando incentivos econ¨®micos a los padres; a expensas, porque los recursos son siempre limitados, de la oferta educativa. Es decir, de dotar al pa¨ªs de unas escuelas p¨²blicas de la m¨¢xima calidad para todos, que es lo que, a la postre, puede romper la intensa transmisi¨®n generacional de la pobreza que sufre la regi¨®n.
A nivel general, las investigaciones de cient¨ªficos sociales como Bo Rothstein han mostrado los efectos contraproducentes e inintencionados que tienen las pol¨ªticas sociales condicionadas a las necesidades individuales: los que reciben las ayudas quedan estigmatizados (y eso puede afectar a su posterior integraci¨®n social); los que no las reciben por poco, se enojan (o bien recurren al fraude para ¡°colarse¡± entre los beneficiarios. Es importante subrayar que la corrupci¨®n puede ser un efecto lateral de programas sociales selectivos); y los que nos las reciben por mucho se dejan convencer f¨¢cilmente por demagogos de que ayudar a los otros equivale a malgastar. Adem¨¢s, todos pierden confianza social, que es el pegamento, delicado e imprescindible, que mantiene una sociedad cohesionada. Como resultado, los ciudadanos no se sienten part¨ªcipes de un proyecto com¨²n, sino identificados con su grupo social m¨¢s cercano.
Esto es lo que tememos que est¨¢ pasando en Am¨¦rica Latina: una apuesta por pol¨ªticas sociales segmentadas que, en lugar de reducir, ayudan a reproducir la fuerte segmentaci¨®n social en la regi¨®n. Pero ?cu¨¢l es la alternativa? ?Una izquierda m¨¢s revolucionaria?
El ideal podr¨ªamos decir que es el de los mosqueteros: uno para todos y todos para uno
Desde luego que no. Garantizar una verdadera igualdad de oportunidades solo es posible con una izquierda reformista que, reprimiendo la tentaci¨®n de Robin Hood (que es muy atractiva), opte por pol¨ªticas verdaderamente universalistas. Una educaci¨®n, sanidad, pol¨ªticas de ayuda a la familia y dem¨¢s que alcance a todos, o la inmensa mayor¨ªa de la ciudadan¨ªa. Si las pol¨ªticas est¨¢n basadas en la concepci¨®n de que distintos ciudadanos comparten un mismo destino, generaremos cohesi¨®n social. En lugar del ideal de Robin Hood (que antepone la justicia distributiva a otras consideraciones), el ideal de esta izquierda reformista podr¨ªamos decir que es el de los mosqueteros (o sea, dar preferencia a la solidaridad social): el uno para todos y todos para uno.
La izquierda reformista europea aprendi¨® que renunciar a una redistribuci¨®n directa (impuestos a los ricos y gasto social para los pobres) hoy puede facilitar una redistribuci¨®n m¨¢s sostenible ma?ana, porque el pastel de lo p¨²blico crece. Es m¨¢s f¨¢cil inducir a las clases medias-altas a pagar impuestos elevados ¡ªy a que se impliquen en la incesante y ardua tarea de mejorar la eficiencia de los servicios p¨²blicos¡ª cuando estas se benefician tambi¨¦n de las pol¨ªticas sociales.
Sin embargo, el electoralismo de la izquierda en Am¨¦rica Latina impide el desarrollo de este tipo de pol¨ªticas universalistas. Por ejemplo, cuando el recientemente elegido Frente Amplio uruguayo discut¨ªa en 2007 el dise?o de su Plan de Equidad, unos cuantos ¡°mosqueteros¡± propusieron aumentar el n¨²mero de beneficiarios para m¨¢s tarde universalizar el programa y as¨ª asegurar la financiaci¨®n del mismo a trav¨¦s de impuestos de todos los uruguayos. Pero fueron derrotados por aquellos ¡°Robin Hoods¡± que prefer¨ªan unos fondos m¨¢s generosos para los m¨¢s necesitados. Fue una decisi¨®n comprensible presupuestariamente (es dif¨ªcil defender transferencias a los ricos en tiempos de crisis) y pol¨ªticamente (como alguno comentaba, ¡°?d¨®nde estaban las clases medias durante la dictadura?¡±). Pero con efectos dudosos sobre sobre la exclusi¨®n social a largo plazo.
El atractivo medi¨¢tico de los Lula, Rousseff, Bachelet y Mujica es mayor que el de los seguramente m¨¢s aburridos arquitectos hist¨®ricos de los Estados de bienestar europeos que hoy consideramos emblem¨¢ticos. Pero hay que preguntarse si sus pol¨ªticas sociales no est¨¢n tan repletas de gestos simb¨®licos como sus comportamientos individuales. Debemos exigirles m¨¢s.
El dominio de los Robin Hoods no es solo un problema latinoamericano. Tanto all¨ª como en el resto del mundo la nueva izquierda que parece emerger de esta crisis econ¨®mica enfatiza de forma rabiosa la justicia distributiva ¡ªpensemos en el ubicuo lema ¡°somos el 99%¡±¡ª por encima del ideal de solidaridad social. Necesitamos con urgencia el retorno de los mosqueteros, porque, para construir sociedades equitativas, no bastan con pol¨ªticas para el 51% ni para el 99%, sino que se requieren pol¨ªticas para todos.
V¨ªctor Lapuente Gin¨¦ es profesor en la Universidad de Gotemburgo y Johan Sandberg es doctorando en la Universidad de Lund.
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