Nueva narrativa
"Responsabilizar a los creadores de un videojuego por la violencia y la criminalidad en el mundo real es como culpar a La Gallina Turuleca por las cifras de embarazos adolescentes en Iberoam¨¦rica"
Le¨ª El reino de este mundo, de Alejo Carpentier, a los 13 a?os. La novela bandera de lo ¡°real maravilloso¡± expandi¨® mis conocimientos y mi sensibilidad acerca de la religiosidad afrocaribe?a, la revoluci¨®n haitiana y la historia de la esclavitud en Am¨¦rica, a trav¨¦s de un universo vivo que transit¨¦ identificada con el ansia de libertad de Ti Noel, siendo testigo de las metamorfosis de Mackandal y asesinando a colonos franceses con una guada?a. La novela tuvo efectos en mi educaci¨®n pol¨ªtica, pero nunca se me ocurri¨® comprar una guada?a en una ferreter¨ªa para matar a alguien, como tampoco se me hubiese ocurrido asesinar a John Lennon tras leer El guardi¨¢n entre el centeno. Faltan muchos tornillos en una mente como para encontrar la excusa de un crimen en un producto cultural como, por ejemplo, un videojuego. En Assassins Creed 4, Los Asesinos es una sociedad secreta que busca acabar con los templarios, quienes en esta entrega conspiran para dominar al mundo infiltrados en las filas de los colonizadores espa?oles y brit¨¢nicos. Nuestro h¨¦roe pelea junto a piratas hist¨®ricos, echando mano a arcabuces, cimitarras y galeones en una experiencia narrativa y enciclop¨¦dica que incluye una r¨¦plica de La Habana del siglo XVIII que me hubiese encantado tener cuando le¨ª a Carpentier. Hay mucha sangre en este juego, pero la degollina, como en un buen libro, es parte del cuento. Responsabilizar a sus creadores por la violencia y la criminalidad en el mundo real es como culpar a La Gallina Turuleca por las cifras de embarazos adolescentes en Iberoam¨¦rica. En ambos casos, el verdadero responsable es el mismo, la desigualdad social ante cuyas v¨ªctimas se pasea un poder corrupto y con ¨ªnfulas totalitarias para el que la buena narrativa, en cualquiera de sus empaques, sigue siendo peligrosa, porque nos obliga a pensar y eso es m¨¢s explosivo que cualquier cuchillo en boca.
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