Siria desamparada
La geopol¨ªtica se ha impuesto a la urgencia de poner fin al sufrimiento
En este a?o de conmemoraciones omnipresentes, nadie parece prestar la atenci¨®n debida al centenario del nacimiento de Jan Karski. Y, sin embargo, el legado de Karski cobra hoy especial relevancia ¡ªen particular en lo que a Siria se refiere¡ª. Con el proceso de paz de Ginebra II avanzando penosamente, mientras siguen amonton¨¢ndose cad¨¢veres y atrocidades, la labor de Karski durante la II?Guerra Mundial por dar a conocer al mundo el horror que padec¨ªan los jud¨ªos en Polonia, frente a la inactividad de Gobiernos y p¨²blico en general, simboliza exactamente lo que Siria est¨¢ pidiendo a gritos.
En 1942, Karski, diplom¨¢tico polaco, viaj¨® a Reino Unido para denunciar lo que m¨¢s tarde se denominar¨ªa el Holocausto. Al a?o siguiente, se embarc¨® en una misi¨®n a Estados Unidos para informar al presidente Franklin D. Roosevelt y otros mandatarios de las atrocidades que hab¨ªa presenciado. En ambos casos fue recibido con escepticismo y apat¨ªa. De hecho, no fue sino hacia el final de la guerra cuando se tomaron medidas para detener la masacre.
Aunque el Holocausto representa una categor¨ªa de persecuci¨®n sui generis, es inevitable pensar en Karski a la luz de la presente inactividad que se cierne sobre Siria. Las expectativas ante la cumbre de Ginebra son tan bajas que asuntos triviales, como el hecho de que los negociadores del presidente Bachar el Asad y la oposici¨®n est¨¦n sentados juntos en la misma habitaci¨®n (aunque no en la misma mesa), son elevados a la categor¨ªa de ¨¦xitos.
El mundo responde a la brutalidad con est¨¦riles manifestaciones de indignaci¨®n
Resulta significativo as¨ª el acuerdo para permitir que mujeres y ni?os abandonen las zonas bloqueadas de la ciudad de Homs ¡ªun basti¨®n anti-Asad¡ª, que se queda corto frente a las expectativas de los mediadores internacionales e incluso este logro parece estar en discusi¨®n. En lugar de autorizar que un convoy de ayuda de Naciones Unidas transporte ayuda humanitaria a la zona, el Gobierno accedi¨® a liberar a los anteriores de acuerdo con un calendario a¨²n incierto, mientras que los hombres solo podr¨ªan abandonar la zona una vez hayan sido declarados no culpables, lo que no hace sino aumentar los temores de arresto. Y mientras prosiguen las exasperantes deliberaciones en torno a medidas claramente insuficientes, los sirios siguen siendo desplazados, heridos, torturados y asesinados en masa.
Independientemente de c¨®mo se mida, el nivel de sufrimiento en Siria es abrumador. Y aunque las cifras no reflejen la crueldad practicada por los distintos actores y facciones, es de rigor citar los n¨²meros: m¨¢s de 100.000 muertos, 2,3 millones de refugiados y 4 millones de personas desplazadas en el interior del pa¨ªs.
Todos los bandos han intensificado la violencia de cara a las negocaciones
Lo cierto es que hace un a?o las cifras ya eran terribles: 60.000 muertos, 700.000 refugiados internacionales y 2 millones de desplazados internos. Si existiera un umbral del horror que provocase un ¡°basta¡± mundial, con seguridad ya lo habr¨ªamos superado.
La cruda realidad es que la respuesta del mundo a esta crisis viene moldeada por intereses geopol¨ªticos y no por la necesidad de poner fin a un atroz sufrimiento humano. De hecho, no es ning¨²n secreto que en Siria se dirimen conflictos de envergadura ¡ªentre Arabia Saud¨ª e Ir¨¢n, entre Arabia Saud¨ª y Catar, entre Estados Unidos e Ir¨¢n, entre Rusia y EE UU; entre chi¨ªes y sun¨ªes, as¨ª como entre moderados y extremistas¡ª y su resoluci¨®n requerir¨¢ un esfuerzo significativo en todos estos frentes.
Desde el punto de vista estadounidense, Siria no es estrat¨¦gicamente importante. La Administraci¨®n del presidente Barack Obama ha mantenido planteamientos fundamentalmente aislacionistas, reforzados por el recelo del p¨²blico americano hacia cualquier aventura exterior. Tan solo un cambio dr¨¢stico en la naturaleza del conflicto, un cambio que amenace intereses fundamentales del pa¨ªs, dar¨¢ lugar a un compromiso activo de Estados Unidos.
La culpa, al fin y al cabo, es un d¨¦bil acicate para la acci¨®n internacional. Incluso Reino Unido y Francia ¡ªlos dos ¨²nicos pa¨ªses dispuestos a enfrentarse a la amenaza de la acci¨®n militar contra el r¨¦gimen de El Asad¡ª se acobardaron ante la posibilidad de intervenir solos.
As¨ª, el mundo responde a im¨¢genes de una inenarrable brutalidad ¡ªtorturas por parte del r¨¦gimen o ejecuciones a manos de la oposici¨®n¡ª con est¨¦riles manifestaciones de indignaci¨®n. La oleada de declaraciones, medias tintas y torpes iniciativas ha contribuido muy poco a mejorar la situaci¨®n y, a menudo, no ha hecho sino empeorar las cosas.
Tomemos como ejemplo el llamamiento de Obama a El Asad ¡ªno sustentado por acci¨®n alguna¡ª pidi¨¦ndole que abandonara el poder, y sus repetidas promesas ¡ªque se remontan a principios de 2012¡ª de proporcionar ayuda no letal a la oposici¨®n siria ¡ªpromesas que no se cumplieron hasta finales del a?o pasado y, aun as¨ª, tan solo de forma temporal¡ª. Esta brecha entre ret¨®rica y acci¨®n cre¨® un vac¨ªo r¨¢pidamente ocupado por Arabia Saud¨ª, Catar y donantes privados que canalizaron el apoyo a elementos extremistas de la oposici¨®n, fortaleciendo su poder a?expensas de los proclamados moderados.
Pero el ejemplo m¨¢s infame de esta par¨¢lisis pol¨ªtica es la declaraci¨®n de Obama en 2012, seg¨²n la cual el uso de armas qu¨ªmicas representaba la ¡°l¨ªnea roja¡± que obligar¨ªa a Estados Unidos a intervenir. El incumplimiento en ¨²ltima instancia no solo envalenton¨® a El Asad, sino que incluso le confiri¨® cierta legitimidad.
Est¨¢ por ver si Ginebra II seguir¨¢ este patr¨®n. Ya se ha pagado un precio ¡ªalto¡ª por estas conversaciones, pues todos los bandos han intensificado la violencia ante las negociaciones, para reforzar as¨ª sus posiciones. Por no hablar del fiasco que supone la retirada de la invitaci¨®n a Ir¨¢n, cuyo apoyo resulta esencial para la conclusi¨®n de una soluci¨®n acordada.
En cualquier caso, el car¨¢cter progresivo de las conversaciones contradice la urgencia de la situaci¨®n. Al haberse fijado como prioridades el cambio de r¨¦gimen, el Gobierno de transici¨®n y la composici¨®n de las delegaciones negociadoras, existe un peligro real de que la desesperada situaci¨®n humanitaria pase a un segundo plano.
Las opiniones p¨²blicas tienen que desempe?ar un papel fundamental. Pero, al igual que sus l¨ªderes, los ciudadanos de todo el mundo se muestran reticentes a actuar, por mucho que las encuestas de opini¨®n evidencien que existe una conciencia casi universal de la situaci¨®n. Sin embargo, los lamentos no ayudan. Tenemos que aceptar que pesa sobre nosotros una responsabilidad real de poner fin a la tragedia y, en ese sentido, presionar a nuestros l¨ªderes para que act¨²en.
Han pasado m¨¢s de 70 a?os desde que Karski presentase su informe al mundo. En ese tiempo hemos creado Naciones Unidas, adoptado la Declaraci¨®n Universal de los Derechos Humanos, y discutido interminablemente sobre la ¡°responsabilidad de proteger¡± de los Gobiernos para con sus ciudadanos. Sin embargo, al contemplar la tragedia de Siria, es inevitable pensar que nada ha cambiado. ?Cu¨¢ntas veces tenemos que decir: ¡°Nunca m¨¢s¡±?
Ana Palacio, exministra de Asuntos Exteriores de Espa?a y ex vicepresidenta primera del Banco Mundial, es miembro del Consejo de Estado de Espa?a.
? Project Syndicate, 2014
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.