¡°M¨¦xico es un pa¨ªs dif¨ªcil en el que ocurren cosas terror¨ªficas¡±
Elena Poniatowska recibe con una sonrisa y con una sonrisa ha hecho todas las preguntas, incluso las m¨¢s impertinentes, para retratar las injusticias de su pa¨ªs Incisiva periodista y escritora comprometida, "escucha y escribe" Matanzas, asesinatos, el narco, Ju¨¢rez, Colosio, Tlatelolco...su obra es la novela triste de M¨¦xico
Sonr¨ªe siempre Elena Poniatowska. ¡°Porque tengo hacia los dem¨¢s una actitud de bienvenida¡±.
Aqu¨ª est¨¢, ¡°con las perlas de mi mam¨¢¡±, coronada con el premio mayor de las letras, el Cervantes, repartiendo el parabi¨¦n de su presencia con la delicadeza de un pajarillo montaraz; detr¨¢s de esta presencia ben¨¦vola hay una periodista cuyo coraje han conocido los mandamases mexicanos, desde aquel presidente D¨ªaz Ordaz (a quien ella bautiz¨® como ¡°la ara?a¡±) investido por la historia como el criminal de Tlatelolco, la matanza de estudiantes ocurrida en 1968 en la plaza de ese nombre.
Con esa apariencia de dama noble de una monarqu¨ªa (descendiente de un rey polaco, ella podr¨ªa haber sido princesa), desafi¨® a los sucesivos presidentes, se hizo uno de los voceros (con Saramago, con Monsiv¨¢is, con V¨¢zquez Montalb¨¢n) del Subcomandante Marcos, visit¨® c¨¢rceles para animar a los presos y le ha preguntado a todo dios con una audaz insolencia. ¡°Mi sonrisa los desarma, debe de ser¡±.
Esa sonrisa es un emblema que se eleva a su rostro cuando se le habla de su ni?ez en Par¨ªs, donde naci¨®. ¡°Hay gente a la que le ves sus ojos de ni?a durante mucho tiempo; a otros no se les ve, no puedes adivinar c¨®mo fueron de ni?os¡ En mi caso es lo primero que se ve, y se ve mucho m¨¢s porque toda la vida estoy sonriendo¡±.
¨CTambi¨¦n tendr¨¢ momentos bajos.
¨CClaro. Porque este es un pa¨ªs dif¨ªcil en el que ocurren muchas cosas terror¨ªficas que te marcan, entristecen y te quitan el sue?o.
Leo pocas novelas, porque ah¨ª esta la realidad diciendo cosas horribles.
La sonrisa bajo un cielo oscuro. Matanzas, asesinatos, Tlatelolco, Colosio, Ju¨¢rez, el narco. Esa es la novela triste de M¨¦xico. Devastaci¨®n e injusticia en un pa¨ªs tan alegre. El cielo azul, la canci¨®n y su tristeza.
Lo ha contado en sus cr¨®nicas, como Carlos Monsiv¨¢is, su amado amigo ya fallecido, no se ha callado; sus mandobles son hachazos radicales. ¡°Es la sombra de M¨¦xico. Yo vivo al lado de un parque que se llama La Bombilla y no s¨¦ la cantidad de indigentes que duermen ah¨ª a pesar del fr¨ªo y de la lluvia. Tienen un cart¨®n, se envuelven en una cobija y duermen al pie del monumento a Obreg¨®n, el de la famosa revoluci¨®n que a ellos no les hizo justicia¡±.
Eso ocurre tambi¨¦n en Europa. ¡°S¨ª, lo s¨¦; hay pobreza bajo los puentes de Par¨ªs, y en el metro se ven cosas terribles, pero es la pobreza de lo que en Francia llaman la decadencia. Pero aqu¨ª es la pobreza de los que nunca tuvieron la m¨¢s m¨ªnima oportunidad¡±. ?Y qu¨¦ pasa para que se vaya a la Luna o se crea esa atosigante ret¨ªcula que es Internet y, sin embargo, no llegue el final del hambre?
Elena habla moviendo la cabeza, su pelo blanco, sus manos pecosas y sosegadas, sus ojos azules y su sonrisa subiendo y bajando de la cara. Comparti¨® su vida con un astr¨®nomo, Guillermo Haro, y a su memoria acude para tratar de entender este drama que distribuye m¨¢s la necesidad que la riqueza. ¡°No s¨¦, tampoco quisiera caer en lo que dice la gente: ?para qu¨¦ tanto modernismo! Guillermo Haro fue un cient¨ªfico, un observador de estrellas, quiz¨¢ ¨¦l te hubiera explicado por qu¨¦ avanza la ciencia y no se detiene la miseria¡ Yo viv¨ª diez a?os en Francia, y nunca me golpe¨® para nada la miseria. Era una ni?a privilegiada que viv¨ªa cerca del Sena, en una casa inmensa que ahora es la Embajada de Turqu¨ªa. Viv¨ª en el privilegio, nunca vi nada que me espantara. Y en M¨¦xico, a cada momento ves cosas que te espantan. Y en Am¨¦rica Latina pasa igual¡±.
Desde antes de Tlatelolco ella advierte de esas heridas. Su periodismo es de la calle; pregunta como una ni?a perdida, por necesidad y sin verg¨¹enza. ¡°Cuando eres periodista, caminas al aire y ves cosas que no percibes en la redacci¨®n. Bajo el maravilloso sol de M¨¦xico, que los pintores dicen que es la luminosidad absoluta, hay injusticias terribles y pobreza. Yo crec¨ª viendo eso¡±.
Monsiv¨¢is le dijo que ya no le¨ªa novelas. Y ella lee pocas, ¡°porque ah¨ª est¨¢ la realidad, diciendo cosas horribles. Por eso la cr¨®nica es la reina de M¨¦xico; ah¨ª est¨¢n el propio Monsiv¨¢is, Juan Villoro con su maravilloso libro sobre Yucat¨¢n, Fabricio Mej¨ªa Madrid, Jaime Avil¨¦s, Jos¨¦ Joaqu¨ªn Blanco¡ La cr¨®nica es el psicoan¨¢lisis de M¨¦xico. Yo escucho y escribo. He hecho millones de entrevistas, siempre he escrito sobre los dem¨¢s. Siempre. Hasta mis novelas vienen de lo que he preguntado¡±.
Tlatelolco es el punto culminante de su asombro. En 1968, el mundo estaba harto, soliviantado, de Par¨ªs a M¨¦xico. ¡°Aqu¨ª los estudiantes rechazaban la fachada innoble de los Juegos Ol¨ªmpicos. En medio de la miseria, aquel gasto. Y el Gobierno de Ordaz orden¨® disparar sobre la multitud inerme. La crueldad mexicana, de la que hablaron Carlos Fuentes y Octavio Paz, fue tremenda: tiros a quemarropa sobre una plaza encajonada de la que no se pod¨ªa salir. Y en los hospitales se ve¨ªa a los estudiantes con heridas en los gl¨²teos, en la espalda, en las piernas. Les disparaban por la espalda¡±. No resulta extra?o que hasta hoy perviva aquel adjetivo que la cronista Poniatowska le puso al responsable de la masacre: ara?a.
¨C?Qu¨¦ sensaci¨®n permanece en usted de aquel momento?
¨CEl miedo a que se repita. Y la inocencia y la ingenuidad ante una tragedia que no me pod¨ªa creer.
Creo que tengo hacia los dem¨¢s una actitud de bienvenida. me viene de hacer entrevistas.
Ella era una ni?a muy bien tratada por la vida, ¡°desayunaba muy bien, com¨ªa cerezas en Francia, ten¨ªa una hermana muy guapa¡, ¨¦ramos gente superprotegida, y me sali¨® esa rabia insuperable contra la injusticia¡±. La ara?a D¨ªaz Ordaz fue enviado de embajador a la Espa?a de Franco, Octavio Paz y Carlos Fuentes renunciaron a sus despachos diplom¨¢ticos, y la Poniatowska (todo el mundo en M¨¦xico la llama La Poniatowska, e incluso le inventaron un juego de palabras a su nombre: ¡°Poni-a-Tosca, peque?o caballo que va a la ¨®pera¡±; ella se r¨ªe) sigui¨® contando la hedionda tela que teji¨® ese insecto sobre el cielo de Tlatelolco.
Sobre la artista Leonora Carrington escribi¨® una novela por la que gan¨® el Premio Seix Barral (el Alfaguara lo obtuvo por otra obra que evoca a su marido astr¨®nomo). Seg¨²n Elena, Leonora ¡°no ten¨ªa nombre para la felicidad, pero s¨ª lo tuvo para la rebeld¨ªa, y se levant¨® contra la Iglesia, el Estado y la familia¡±. Y se pregunt¨® Elena: ¡°?Fue feliz, somos felices?¡±.
¨C?Cu¨¢l ser¨ªa su propia respuesta?
¨CSomos felices un ratito. Mi mam¨¢ dec¨ªa que la felicidad es un chorrito, se hace grandote un rato y se hace chiquito, como la canci¨®n: ¡°Ah¨ª en la fuente hab¨ªa un chorrito, se hac¨ªa grand¨®n, se hac¨ªa chiquito¡±. Uno nunca es un rato enorme feliz, es a ratos feliz. Creo que la actitud normal es ver qu¨¦ va a suceder hoy, qu¨¦ me va a dar el d¨ªa y qu¨¦ le voy a dar al d¨ªa.
A Carlos Fuentes (¡°lo cito porque lo extra?o¡±, dice La Poni) le admiraba que Elena alternara su trabajo como periodista, novelista y activista con el cari?o y el cuidado de sus hijos. Se qued¨® viuda muy pronto; los hijos ¡°son mis maestros, de ellos aprendo. Mi hija Paula es una maravillosa cr¨ªtica literaria. Le dediqu¨¦ Paseo de la Reforma y le pregunt¨¦ qu¨¦ le pareci¨®. Me dijo: ¡°?Chapa!¡±, que entre nosotros significa ¡°?mal¨ªsima!¡±. Los hijos me gu¨ªan, date cuenta de que somos una carreta, en la que ellos van delante, son los caballos, galopan¡±.
¨CSon los ponis, pues.
¨CSon los ponis, porque adem¨¢s son chaparros. Mane, el mayor, es f¨ªsico, se ocupa de los rayos l¨¢ser, tiene dos doctorados. Paula te dice lo que te tiene que decir. Y Felipe, que ahora siempre me acompa?a, es un enorme apoyo, aqu¨ª lo tienes: delante de ¨¦l me da apuro decir todo lo que significa para m¨ª.
En las manos de Felipe, unos documentales sobre su madre y una c¨¢mara con la que la retrata.
Los exiliados espa?oles son para Elena un importante cap¨ªtulo. Y no solo los grandes (Max Aub, Luis Bu?uel, Manuel And¨²jar¡), sino aquellos espa?oles pobres ¡°que se quedaron sin patria y aqu¨ª conocieron ese desamparo de la miseria¡±. Bu?uel la acompa?¨® una vez a visitar a su amigo ?lvaro Mutis a la c¨¢rcel de Lecumberri, donde estaba preso el mexicano. ¡°Luis empez¨® a repartir sus cigarros entre los presos. Le abrieron la celda de los homosexuales. Los carceleros obligaron a vestirse con sus uniformes de presidiarios a los que se vest¨ªan como mujeres; a uno que se neg¨® le restregaron la cara con un ladrillo, se la ensangrentaron. A Bu?uel le impresion¨® mucho. Un preso me regal¨® un hueso de los que pon¨ªan en el caldo. Hab¨ªa tallado en ¨¦l una Virgen de Guadalupe¡ Luis estaba muy conmovido con todo aquello. Una vez me ense?¨® su ropero lleno de armas. Para m¨ª era el hombre m¨¢s bueno de la tierra¡±.
No es solo la sonrisa, claro; a veces La Poni es la rabia. ?C¨®mo concilia en su personalidad ambas actitudes? ¡°Se me hace dif¨ªcil decirlo. Creo que tengo hacia los dem¨¢s una actitud de bienvenida. Me viene de hacer entrevistas, de hacerme perdonar las preguntas de los que me recib¨ªan seguramente diciendo qu¨¦ querr¨¢ esta chavita, esta tonta. De eso me viene sonre¨ªr. Y lo otro, pues lo otro va por dentro. Mi marido s¨ª ten¨ªa mucha rabia dentro, mucho coraje. De ah¨ª vino que se empe?ara que M¨¦xico tuviera su propia ciencia, que no toda dependiera de los gringos. Luchaba como un le¨®n¡±.
La ni?a Elena, entre pa?ales de oro en Par¨ªs. ?Qu¨¦ postales le manda esa infancia? ¡°Me manda a mi padre, que estuvo en la Segunda Guerra Mundial, a mi padre ausente, un hombre muy guapo, director de ITT, que tocaba el piano, t¨ªmido. Tambi¨¦n me manda a mi mam¨¢, que ven¨ªa a darme un beso antes de salir por la noche; en Par¨ªs iba a los bailes, la invitaban los Rothschild, las grandes familias, el pr¨ªncipe Napole¨®n y su mujer. Ven¨ªa por la noche, se inclinaba sobre m¨ª y yo sent¨ªa lo bonito que ol¨ªa su perfume. Pero mi hermana y yo ten¨ªamos nuestra vida de ni?as, como se acostumbra en Francia. Los pap¨¢s no estaban tan presentes¡±.
Cuando ella ten¨ªa diez a?os se embarcaron en el Marqu¨¦s de Comillas, ¡°donde ven¨ªan tantos refugiados espa?oles¡±, y por primera vez descubri¨® que su madre era mexicana aunque su abuela era francesa. Ya en tierra firme, con el paso del tiempo, aquella Elena que naci¨® como princesa en Par¨ªs se hizo la voz de los proletarios en M¨¦xico. ¡°No tan princesa, eh. Finalmente el rey del que proced¨ªa mi padre era del siglo XVIII, Estanislao Augusto Poniatowski, y yo creo que lo peor del mundo es quedarse en el siglo XVIII¡±.
No hay un instante de Elena Poniatowska, cuando est¨¢ con otros, que no lleve en la mirada esa sonrisa de bienvenida.
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