Mentirijillas galantes
¡°Me llamas o te llamo¡', confirmamos, y si bien est¨¢ claro que eso no va a pasar, evitamos al menos la groser¨ªa de volvernos la espalda sin compartir siquiera una buena intenci¨®n"
¡°A ver cu¨¢ndo nos vemos¡¡±, sugiere uno, antes de despedirse. ¡°Seguro: ah¨ª nos hablamos¡¡±, ratifica el otro, con amabilidad equivalente. Si al correr de los d¨ªas y los meses ninguno de los dos hace el menor intento por comunicarse, probablemente sean los dos chilangos.
Se equivoca quien piensa que los oriundos de la ciudad de M¨¦xico ¨Ces decir, los chilangos¨C somos inconsecuentes o arrogantes por causa de estas leves ligerezas, cuando es que forman parte de nuestra etiqueta. ¡°Me llamas o te llamo¡¡±, confirmamos, y si bien est¨¢ claro que eso no va a pasar, evitamos al menos la groser¨ªa de volvernos la espalda sin compartir siquiera una buena intenci¨®n.
¡°?Qu¨¦ d¨ªa te gustar¨ªa que nos vi¨¦ramos?¡±, toma la iniciativa el extranjero, al tiempo que echa mano de su agenda, para incomodidad del chilango que ya tartamudea y se defiende: ¡°Yo te llamo y ah¨ª vemos¡¡±. Pero el fuere?o no termina de entender, de manera que insiste, agenda en mano: ¡°?Cu¨¢ndo?¡±.
¡°Ah¨ª luego me lo da¡¡±, concede el vendedor callejero ante el cliente que, por m¨¢s que rebusca en el bolsillo, no consigue encontrar la moneda faltante. ?Cu¨¢ndo y d¨®nde se espera que vuelvan a encontrarse para saldar la deuda? Nunca, probablemente, pero al cabo ambos piensan que con la intenci¨®n basta y as¨ª lo manifiestan: ¡®ah¨ª luego¡¯. Quiz¨¢ en la otra vida, pero tan solo en esta tienen la cortes¨ªa de ofrecerse lo que no van a darse, para que no se diga que falta voluntad.
¡°Seguimos en contacto¡¡±, se despide el chilango, y es como si apelara a las estrellas para hacer cierta un d¨ªa la conexi¨®n c¨®smica. ¡®Ah¨ª luego¡¯. Por lo pronto, que no se entere la agenda.
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