"A un ajedrecista lo disciplinan las derrotas"
Magnus Carlsen, de 23 a?os, ejerce de inusitado campe¨®n del mundo de ajedrez y de imagen de la marca G-Star entre la fascinaci¨®n que despierta su coeficiente intelectual y las comparaciones con Justin Bieber
"?Lo sab¨ªa!¡±, responde Magnus Carlsen con una sonrisa franca, de calidez casi mediterr¨¢nea. El periodista acaba de reconocer que ¨¦l tambi¨¦n juega ajedrez. A un nivel muy modesto, pero con la pasi¨®n y dedicaci¨®n que exige siempre este deporte ciencia de una profundidad oce¨¢nica. ¡°Me has hecho preguntas que solo podr¨ªa hacerme un ajedrecista, y te lo agradezco: pensaba que iba a pasarme otra media hora explicando c¨®mo me sienta que me consideren el Justin Bieber del ajedrez¡±.
Minutos antes de que se produzca tan emba?razosa confesi¨®n, Carlsen ¨Cnoruego, 23 a?os reci¨¦n cumplidos, campe¨®n del mundo de ajedrez, imagen de la nueva l¨ªnea de ropa ¡°anticonvencional e insurgente¡± que G-Star presenta estos d¨ªas en Londres¨C nos espera en la suite de un hotel en Shoreditch, uno de los barrios de moda de la capital brit¨¢nica. El fot¨®grafo comenta que la sala de estar de la suite, con su sof¨¢ de piel de tres plazas, su mesa de roble, sus paredes atiborradas de presunto arte urbano y su l¨¢mpara rinconera de fantas¨ªa, le parece ¡°muy Shoreditch¡±. Tal vez demasiado. Sugiere hacer las fotos en otro sitio. ?Qu¨¦ tal tras la puerta que divide en dos la suite y permanece cerrada? ¡°No creo que sea buena idea¡±, tercia la agente de prensa, muy en su papel de cancerbero del Justin Bieber del ajedrez. ¡°Ah¨ª est¨¢n el dormitorio y el cuarto de ba?o, y es posible que est¨¦n desordenados. O sucios¡±. ¡°Eso es mi habitaci¨®n¡±, interviene un Carlsen que hasta ese instante parec¨ªa absorto en su mundo de enso?aciones geom¨¦tricas. ¡°Y por supuesto que podemos hacer las fotos all¨ª. No est¨¢ desordenada ni sucia¡±, a?ade con cortes¨ªa y sin un ¨¦nfasis excesivo, pero dejando claro que no le ha sentado del todo bien que se insinuase lo contrario.
Finalmente, ajedrecista noruego y fot¨®grafo espa?ol llegan a una entente cordial y pragm¨¢tica: Carlsen posar¨¢ en el pasillo. Mientras, la agente de prensa trata de congraciarse con el periodista poni¨¦ndole en antecedentes: ¡°Parece un buen chico, aunque es un poco t¨ªmido y su ingl¨¦s no es muy fluido¡±. Adem¨¢s, a?ade, no suele hablar mucho sobre la marca, m¨¢s all¨¢ de que a ¨¦l le gusta vestir ¡°con sencillez, comodidad y elegancia¡±, y que G-Star cumple con los tres requisitos. La agente me recalca tambi¨¦n que Magnus representa, en su opini¨®n, ¡°la sensualidad de la inteligencia¡±. De ah¨ª que ¨Csemanas despu¨¦s de convertirse en Campe¨®n Mundial de Ajedrez, tras derrotar en un match disputado en Chennai (India) al ¨ªdolo local Viswanathan Anand¨C el hombre que un d¨ªa fue ni?o y adolescente prodigio, al que sol¨ªan comparar con Mozart, se haya tomado un respiro para seguir con su incipiente carrera como modelo masculino.
Ahora mismo es un referente para millones de personas, algunas de ellas ni siquiera particularmente aficionadas al ajedrez. ?Le resulta inc¨®moda la idea?
No puedo negarle a nadie el derecho a admirarme. Adem¨¢s, supongo que eso es positivo para el ajedrez. Si con mi imagen y con el inter¨¦s que suscito puedo contribuir a popularizarlo, me doy por satisfecho. Otra cosa es si yo me considero o no digno de admiraci¨®n.
?Cree que lo es?
Es obvio que tengo talento. Soy el campe¨®n del mundo de ajedrez y dicen que uno de los mejores de la historia. Digamos que soy una persona normal con un talento excepcional para una actividad en concreto.
?Es esa la raz¨®n de que no quiera saber cu¨¢l es su coeficiente intelectual? ?No quiere saber hasta qu¨¦ punto resulta excepcional?
Es algo que me preguntan muy a menudo, porque los campeones del mundo de ajedrez suelen tener coeficientes intelectuales muy altos y el m¨ªo parece una especie de secreto. Pero no es que no quiera saberlo. Sencillamente, nunca me hicieron esa prueba en la escuela, y yo no he sentido la necesidad de hac¨¦rmela por mi cuenta. Pero en vista de la curiosidad que parece suscitar, igual acabo haci¨¦ndomela.
Tal vez as¨ª sabremos de una vez por todas si existe una correlaci¨®n directa entre inteligencia ajedrec¨ªstica e inteligencia en general. ?Usted qu¨¦ cree?
Creo que si le diese una respuesta directa a esa pregunta quedar¨ªa como un arrogante o como un falso modesto, as¨ª que prefiero no contestar.
Hace unos a?os se defin¨ªa como una persona perezosa y an¨¢rquica, dos cualidades que no parecen muy compatibles con la excelencia ajedrec¨ªstica. ?Ha conseguido corregirlas?
Hasta cierto punto.
?Qu¨¦ disciplina a un ajedrecista?
Las derrotas.
Usted no pierde muy a menudo¡
Porque odio perder. S¨¦ que las derrotas pueden hacerte dudar de tu capacidad, y hago todo lo posible para que no se produzcan.
?Una derrota concreta a¨²n puede hacerle perder el sue?o?
S¨ª. De alguna manera siento que no he estado a la altura de m¨ª mismo, por falta de concentraci¨®n, autoexigencia o capacidad de esfuerzo. Cuando siento que, sencillamente, mi rival ha jugado mejor que yo, me voy al hotel, veo un par de cap¨ªtulos de una serie de televisi¨®n en mi port¨¢til y duermo sin problemas.
?Durmi¨® sin problemas tras sus dos derrotas en el torneo de Candidatos de 2012, cuando a pesar de ser el claro favorito estuvo a punto de no clasificarse para el Mundial que acaba de ganar?
La primera de esas dos derrotas fue una de las m¨¢s instructivas de mi carrera.
?Qu¨¦ le ense?¨®?
Que hab¨ªa cometido un terrible error: me sent¨ªa invencible. Empec¨¦ muy bien ese torneo, ganando con relativa facilidad partidas contra rivales fuertes. Luego, analiz¨¢ndolas, me daba cuenta de que hab¨ªa cometido peque?as imprecisiones, pero mis rivales no encontraron la forma de aprovecharlas. Me sent¨ª superior. Perd¨ª el sentido del riesgo. Y lleg¨® una derrota.
?Contribuy¨® esa lecci¨®n a la evoluci¨®n de su estilo? Los analistas insisten en que ha pasado del estilo agresivo y vistoso de sus primeros a?os a un ajedrez prudente y conservador.
No soy conservador. Soy un pragm¨¢tico.
?No le interesa la belleza?
Como espectador, s¨ª. Como jugador, pienso como Fischer o Capablanca: el estilo no existe, se trata de hacer buenas jugadas, una tras otra, hasta el final de la partida. A veces, las buenas jugadas tambi¨¦n son bellas.
?No era el ajedrez un arte?
S¨ª, y tambi¨¦n una ciencia. Pero ante todo es un deporte. Al menos, lo siento as¨ª. Cuando me siento ante el tablero, me esfuerzo en encontrar en cada posici¨®n la jugada que me acerca a mi objetivo deportivo, que es ganar. Eso exige disciplina, ambici¨®n, capacidad de sacrificio¡ Las cualidades de un deportista.
Cada vez hay m¨¢s jugadores de alrededor de 20 a?os entre la ¨¦lite mundial. ?Cada vez es m¨¢s dif¨ªcil para los jugadores veteranos contrarrestar la energ¨ªa de los j¨®venes?
Sin duda. A algunos nost¨¢lgicos parece moestarles tarles esto, que hoy se jueguen partidas muy largas, de hasta siete horas, de manera que se convierten en pruebas f¨ªsicas y la energ¨ªa de los j¨®venes acaba suponiendo una ventaja. Es cierto. ?Pero acaso no ocurre eso en todos los deportes? ?No es la juventud una ventaja que los veteranos intentan contrarrestar con su conocimiento y su experiencia?
?Tuvo la energ¨ªa de la juventud algo que ver con su contundente victoria sobre Anand?
S¨ª, no me importa reconocerlo. Fue una victoria m¨¢s sencilla de lo que yo mismo esperaba. Por ejemplo, mi segunda victoria lleg¨® porque, en una situaci¨®n en la que las tablas parec¨ªan inevitables, decid¨ª seguir jugando. Quise obligar a mi rival a esforzarse m¨¢s, de manera que ese sobreesfuerzo le pasara factura m¨¢s adelante.
Fue como una inversi¨®n en partidas futuras.
?Exacto!
?En qu¨¦ momento concreto de su match con Anand tuvo la certeza de que iba a ser campe¨®n del mundo? Yo tengo mi propia teor¨ªa¡
Cu¨¦ntamela, por favor.
En la novena partida, la ¨²nica en que Anand pareci¨® cerca de ganarle, tras reflexionar durante 20 minutos y hacer la jugada, que es un ejemplo prodigioso de sangre fr¨ªa y c¨¢lculo, usted se levant¨® y empez¨® a pasear por la sala. Su lenguaje corporal delataba autoconfianza.
S¨ª, fue un momento clave. Tal vez no el momento en que me sent¨ª campe¨®n, pero s¨ª un momento de gran importancia psicol¨®gica: antes de hacer esa jugada, me convenc¨ª de que Anand, que estaba jugando muy bien, no iba a darme jaque mate, y que muy probablemente yo no iba a perder esa partida. El t¨ªtulo mundial estaba m¨¢s cerca. Pero no est¨¢ mal su teor¨ªa. S¨ª, esa jugada me acerc¨® un poco m¨¢s a mi sue?o de ser campe¨®n del mundo.
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