Hablan las mujeres
La ley del aborto no puede ser el resultado de una imposici¨®n sin consenso
Afortunadamente para el valor y la riqueza de nuestras democracias, no todas las mujeres tienen los mismos valores ni comparten los mismos intereses y opiniones. Por ello, ser¨ªa un grave error darles un tratamiento de grupo homog¨¦neo, ya que implicar¨ªa degradarlas y empobrecerlas.
La pluralidad de intereses, opiniones y valores entre las mujeres ha hecho que muchas pensadoras se partieran literalmente la cabeza por tratar de buscar una base com¨²n para ciertas experiencias que s¨ª podr¨ªan ser compartidas, y defender as¨ª sus reivindicaciones desde posiciones inclusivas. Una muy importante es el hecho de tener un cuerpo con la capacidad ¨²nica de generar otra vida, donde se quiebra esa separaci¨®n entre el ser y el otro que parad¨®jicamente sostiene toda la metaf¨ªsica occidental, rompiendo con muchos los postulados de las viejas ideas de nuestros grandes fil¨®sofos.
Asombrosamente, la experiencia de generar otra vida ha sido omitida de todo discurso sobre la ¡°experiencia humana¡± y la subjetividad. Todav¨ªa hoy es complicado encontrar relatos en medicina, en filosof¨ªa, en religi¨®n que inviten a hablar a las mujeres en sus propios t¨¦rminos sobre dichas experiencias. De c¨®mo, por ejemplo, sus cuerpos dejan en alguna medida de identificarse como propios, porque dentro de ellas sienten movimientos que no son suyos, sino de otro ser que todav¨ªa no es un otro porque sus fronteras son inciertas. Y todo ello a lo largo de un proceso temporal ¨²nico en el que lo que experimenta el propio cuerpo hace quebrar las mismas percepciones temporales de pasado, presente y futuro.
Dudo mucho que el ministro Gallard¨®n haya escuchado alguno de esos relatos o que pueda comprenderlos. Porque de ser as¨ª, habr¨ªa entendido que si existe algo sobre lo que puede haber consenso en torno a este debate es que solo las mujeres gozan de una relaci¨®n especial que conecta sus cuerpos con el feto que llevan. Este solo hecho hace casi incuestionable el argumento de que ellas son las principales concernidas; desde la pluralidad de sus valores, sus necesidades, sus deseos, sus problemas y las opciones vitales que sostienen. Precisamente por esto, porque hay valores contrapuestos entre ellas, la ley no puede ser el resultado de la imposici¨®n de una postura moral sin consenso.
Quiz¨¢ esta reforma no sea m¨¢s que una cortina de humo para cubrir a un partido salpicado por la corrupci¨®n
Quiz¨¢ esta reforma no sea m¨¢s que una estrategia de comunicaci¨®n, dise?ada como cortina de humo para cubrir la cartograf¨ªa pol¨ªtica de un partido salpicado como nunca por una corrupci¨®n estructural que pretende banalizar. De ser as¨ª, el ministro nos habr¨ªa instrumentalizado otra vez, como ha instrumentalizado el discurso sobre la violencia estructural, y como finalmente ha encerrado el aborto dentro de un relato sobre la vida que es falaz e hip¨®crita.
Qu¨¦ duda cabe que el debate sobre el aborto est¨¢ conectado con la vida. Deber¨ªa contar como vida, o como una vida, o como una vida humana, de la misma manera que se habla de la muerte, o de la muerte cerebral, o de cuando el coraz¨®n deja de latir. Aunque al final no sepamos bien si lo que marca ese tr¨¢nsito de la vida hacia la muerte es una estipulaci¨®n jur¨ªdica o un certificado m¨¦dico de defunci¨®n. Debido a esto, decidir sobre el aborto no es un ¨²nico problema desconectado de otras decisiones, sino un ejemplo intenso y dram¨¢tico de todas las elecciones en cadena que la gente debe tomar a lo largo de sus vidas. Por esto mismo resulta complicado limitar el aborto ¨²nica y exclusivamente al discurso sobre la vida, puesto que quienes est¨¢n a favor de m¨¢s libertades reproductivas, y por tanto, a favor de la propia elecci¨®n, lo est¨¢n tambi¨¦n a favor de la vida.
Habr¨ªa sido interesante indagar en qu¨¦ momento el debate sobre el aborto ha perdido la batalla del pensamiento sobre la vida, porque esas libertades reproductivas que muchas mujeres trataron de defender con la promulgaci¨®n de la anterior Ley Org¨¢nica de 2010 estaban concernidas profundamente con cuestiones ¨¦ticas y pol¨ªticas basadas en las condiciones que deben mantener la vida digna de ser vivida. Pensando adem¨¢s que esas condiciones eran predominantemente sociales y estructurales.
La ley de 2010 consigui¨® que el discurso sobre la vida en relaci¨®n con el aborto no ci?era la cuesti¨®n a si un determinado ser es un ser vivo o no, sino a si las condiciones sociales de su persistencia, dignidad y prosperidad eran posibles y viables. Ese era el trasfondo sobre el que plantearon las preguntas de qui¨¦n decide y el alcance de la toma de la decisi¨®n. Hab¨ªa consenso en se?alar que la vida no solo se basa en el impulso interno de vivir, sino en las condiciones sociales y pol¨ªticas que la apoyan; por ejemplo, una ley de dependencia, una ley igualitaria en permisos por maternidad o una ley integral contra la violencia estructural de g¨¦nero desde ministerios como el de Sanidad, Igualdad o Trabajo, y no de Justicia.
Curiosamente, el ¨²nico consenso que ha existido en torno a la ley que pretende aprobar el ministro Gallard¨®n, desde ese Ministerio de Justicia y con la Conferencia Episcopal, es el de la gran mayor¨ªa de las mujeres que se oponen a ella.
M¨¢riam Mart¨ªnez-Bascu?¨¢n es profesora de Ciencia Pol¨ªtica en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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