Si quieres que te busquen, esc¨®ndete
La nueva biograf¨ªa de Salinger, escrita por David Shields y Shane Salerno y reci¨¦n editada por Seix Barral, desvela muchos de sus secretos
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En unas sociedades como las nuestras, gobernadas por el deseo de notoriedad, podemos admitir que todo el mundo merezca sus diez minutos de fama, pero no que alguien renuncie a ella. Por eso, los fot¨®grafos mejor pagados son los paparazis, cuyo oficio consiste en lograr im¨¢genes de gente que no quiere ser retratada. La curiosidad es tan buen negocio que aquellas celebridades que intentan retirarse y desaparecer, seguros de que el ¨¦xito alimenta, pero la fama devora, se convierten en caviar informativo: despu¨¦s de tres d¨¦cadas alejada del espect¨¢culo, los periodistas a¨²n vigilan la casa de Marisol; y Greta Garbo fue acosada 50 a?os, desde que dej¨® el cine hasta su muerte en 1990, e incluso m¨¢s all¨¢: tras su fallecimiento se subastaron algunas de sus pertenencias ¨Centre ellas, su pasaporte¨C y la venta se sald¨® con un mill¨®n de d¨®lares. Si no quieres que te busquen, no te escondas.
En la literatura hay ermita?os muy conocidos por todo lo que no se sabe de ellos, como Thomas Pynchon o el misterioso B. Traven, autor de El tesoro de Sierra Madre, al que no llegaron a conocer ni John Huston ni Humphrey Bogart cuando rodaron la pel¨ªcula basada en su libro; pero ninguno tan notorio como J. D. Salinger, el autor de El guardi¨¢n entre el centeno, un hombre que odiaba la popularidad, le echaba los perros a cualquier admirador que se acercase a su casa en un bosque de New Hampshire y llev¨® a los tribunales a los estudiosos que quisieron sacar a la luz manuscritos o cartas suyas. Nunca pudo impedir, eso s¨ª, las lecturas enfermizas de su novela, entre ellas la de Mark David Chapman, el asesino de John Lennon, que aseguraba que era el personaje principal de Salinger quien le hab¨ªa ordenado matarlo. La nueva biograf¨ªa del narrador, escrita por David Shields y Shane Salerno y reci¨¦n editada por Seix Barral, desvela muchos de sus secretos.
En Salinger se sumaron su naturaleza hura?a y los traumas de la II Guerra Mundial. Particip¨® en el desembarco de Normand¨ªa, en la sangrienta batalla de las Ardenas y, sobre todo, en la liberaci¨®n de los campos de exterminio de Dachau y Buchenwald, los mismos que mand¨® fotografiar Eisenhower para ¡°adelantarse a un tiempo en que la gente no podr¨¢ creer que esto ha ocurrido.¡± Salinger sufri¨® tal impacto, que su hija Margaret dice que en sus cartas de esa ¨¦poca su caligraf¨ªa ¡°se volvi¨® irreconocible¡±. Tambi¨¦n debi¨® de influir que su novia, Oona O¡¯Neill, hija del premio Nobel de Literatura Eugene O¡¯Neill, lo plantara mientras estaba en las trincheras, para casarse con Charles Chaplin, ¡°porque uno la hac¨ªa re¨ªr y el otro no se re¨ªa jam¨¢s¡±.
Al volver del frente public¨® algunos relatos que lo pusieron en boca de todo el mundo: ¡°De un extremo a otro de Nueva York, la gente se pasaba media cena hablando de su obra¡±, dijo Gay Talese. ¡°Escribe condenadamente bien¡±, dijo Hemingway. Pero Salinger decidi¨® quitarse de en medio y su existencia se transform¨® en una huida continua. Los reporteros, sin embargo, seguir¨ªan su pista hasta el final: su retrato m¨¢s famoso, por desgracia, es uno en el que el ya anciano Salinger trata de golpear, de forma pat¨¦tica, a un fot¨®grafo. Los libros que su hija y una de sus amantes escribieron sobre ¨¦l, donde aparece como un mis¨¢ntropo ego¨ªsta y un punto s¨¢dico, tampoco ayudan. Esta biograf¨ªa, en cualquier caso, aclara lo que estaba oscuro y es un aviso a navegantes: no les niegues tu rostro, porque entonces vendr¨¢n a por tu alma. As¨ª somos.
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