El club de las esposas
¡°Yo me cas¨¦ por amor con mi marido nigeriano¡±. Es Thelma Okoro, nacida Dee, que junto a un pu?ado de compatriotas sudafricanas mont¨® hace un a?o una asociaci¨®n de mujeres para defender la transparencia de su matrimonio. Ahora ya son 60 socias -dos de ellas blancas- que tienen en com¨²n, aseguran, sentirse ¡°discriminadas y estigmatizadas¡± por su propio Gobierno y su propia gente por el simple hecho de haberse enamorado de un hombre de Nigeria. ¡°Lo tienen m¨¢s f¨¢cil los que se casan con un blanco o incluso un pakistan¨ª¡±, admiten.
Okoro conoci¨® a su marido en 2003 y cuando se cas¨® cinco a?os m¨¢s tarde la pareja ya disfrutaba de su primer hijo, lo que a ojos de esta mujer, prueba que su matrimonio ¡°no es ning¨²n fraude sino que hay amor¡±. Ahora espera su tercer reto?o pero su relaci¨®n sigue en tela de juicio para los funcionarios del Ministerio del Interior sudafricano.
El embri¨®n de la Uni¨®n de esposas de nigerianos en Sud¨¢frica (Unwisa, por sus siglas en ingl¨¦s) se encuentra en una iglesia de Johannesburgo, donde Okoro coincid¨ªa con Sgongile Nwazulu. All¨ª empezaron a intimar y a explicarse sus "dificultades de estar casadas con un nigeriano¡± y al darse cuenta de que no eran las ¨²nicas se perjuraron intentar darle la vuelta a la situaci¨®n, que en ocasiones tambi¨¦n afectan a sus hijos, ciudadanos sudafricanos delante de la ley pero que a veces tambi¨¦n son tratados como "raros por los padres de otros ni?os", explica Okoro.
Miembros de Unwisa ataviadas con trajes t¨ªpicos nigerianos,en una imagen de su p¨¢gina de Facebook
Quien habla es Nwazulu, convertida en una relaciones p¨²blicas a la fuerza, por la trascendencia que la organizaci¨®n est¨¢ tomando en los medios sudafricanos. ¡°Queremos terminar con el estigma de que los nigerianos son malos, traficantes de drogas, de personas, que son unos violadores¡±, dice esta mujer menuda.
Casarse con un nigeriano no es nada f¨¢cil. Tr¨¢mites y un interrogatorio duro con las autoridades de Inmigraci¨®n forman parte del proceso al que tiene que someterse la pareja. A Okoro le preguntaron, por ejemplo, por el color de las paredes de la casa. Las respuestas del marido y de ella no coincidieron y al funcionario de turno le pareci¨® que los novios ni conviv¨ªan bajo el mismo techo ni ten¨ªan ning¨²n tipo de afecto.
Pastel con el lema de la organizaci¨®n: 'Estamos juntas'
Viven bajo la sospecha de no ser m¨¢s que matrimonios de convivencia. ¡°Nos acusan de habernos casado por dinero a cambio de ayudarles a conseguir el permiso de residencia o de colaborar con ellos traficando con drogas¡±, se lamenta Okoro, que denuncia que ¡°tu matrimonio depende del humor que tenga el funcionario¡± a la hora de hacer tr¨¢mites oficiales.
Las dificultades siguen despu¨¦s del s¨ª quiero s¨®lo por el mero hecho de que su apellido es nigeriano. Las dos mujeres cuentan la historia de otra amiga que cuando fue a solicitar una vivienda social, el funcionario le alert¨® de que s¨®lo ¡°los sudafricanos se pueden beneficiar de la ayuda¡±. El hecho es que ella era sudafricana de nacimiento y as¨ª se lo hizo saber pero el trabajador p¨²blico s¨®lo le dio lo que consider¨® un buen consejo: ¡°Div¨®rciese de ese hombre y vuelva¡±. De locos, resume Nwazulu, que conoci¨® a su marido en 2005 cuando ¨¦ste estaba estudiando en Sud¨¢frica.
Esposas e hijos participaron en una manifestaci¨®n reclamando los derechos de los c¨®nyugues nigerianos, en Johannesburgo, en marzo de 2013. "Dejen a mi padre en paz. Estoy orgulloso de ser un ni?o nigeriano", reza la pancarta del menor.
A pesar de los a?os de convivencia, el esposo de Okoro no ha conseguido los permisos para trabajar en una empresa sudafricana y la pareja regenta una peque?a tienda en el viejo centro de Johannesburgo.
Lo peor, explica Nwazulu, enfermera de profesi¨®n, es ¡°el desconocimiento¡± que a¨²n tiene la poblaci¨®n sudafricana de los nigerianos. Y en eso, asegura, han hecho mucho da?o ¡°las pel¨ªculas nigerianas, llenas de estereotipos de hombres malos y mafiosos¡±, bien recibidas entre las clases populares negras de Sud¨¢frica.
As¨ª que la asociaci¨®n adem¨¢s de intentar ser una voz que intermedie con las autoridades para solucionar sus propios problemas, se plantea promover actividades en las que darle la vuelta a la mala imagen que tiene el pa¨ªs natal de sus esposos. Programas de caridad o visitas a la c¨¢rcel de mujeres de Johannesburgo forman parte de su agenda, as¨ª como organizar una especie de fiesta ¡°con comida y m¨²sica nigeriana¡± abierta a los sudafricanos.
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