Tres a?os despu¨¦s
Oriente Pr¨®ximo y el norte de ?frica necesitan tiempo para llegar a la democracia
El 17 de diciembre de 2010 Mohamed Bouazizi se quemaba a lo bonzo en Sidi Bouzid, T¨²nez. Era el principio de las revueltas ¨¢rabes. Si tenemos en cuenta que hace 25 a?os ya comenzaba una larga transici¨®n hacia la democracia ¡ªa¨²n inacabada¡ª para pa¨ªses como Bosnia o Ucrania, sumida hoy en una peligrosa espiral de violencia, tres a?os es un suspiro hist¨®rico. Los cambios, sin embargo, ya son de gran calado y la regi¨®n avanza aunque con destino incierto. De la misma manera que ha sucedido en otros lugares del mundo, el norte de ?frica, Oriente Pr¨®ximo y Oriente Medio necesitan tiempo para llegar a la democracia y el pluralismo. Lo conseguir¨¢n, pero no en tres a?os.
Oriente Medio vive un periodo de excepci¨®n hist¨®rica desde 1914. Fue tras la I Guerra Mundial y la ca¨ªda del Imperio Otomano cuando la regi¨®n cambi¨® radicalmente. Una parte importante de la naci¨®n ¨¢rabe hab¨ªa estado agrupada bajo diferentes califatos a lo largo de la historia, el ¨²ltimo de ellos el otomano. Tras su abolici¨®n en 1923, en Oriente Medio permanecieron dos Estados-naci¨®n (Persia y Turqu¨ªa), mientras que los ¨¢rabes, la tercera naci¨®n, quedaron repartidos en una amalgama de 22 pa¨ªses, generalmente sometidos a dominio colonial brit¨¢nico o franc¨¦s.
Tras las sucesivas independencias de las antiguas colonias ¡ªy la creaci¨®n de Arabia Saud¨ª en 1932, hoy potencia regional sun¨ª¡ª, emergi¨® un nuevo intento de agrupar a la naci¨®n ¨¢rabe, mediante el islam pol¨ªtico, surgido en los a?os veinte tras la ca¨ªda del califato como reacci¨®n popular. Este islam pol¨ªtico adquiere muchas formas, entre ellas la de los Hermanos Musulmanes, creados en 1927. En paralelo, el panarabismo de Nasser y del Partido Baaz sirio lleg¨® a unir a Egipto y a Siria bajo la Rep¨²blica ?rabe Unida entre 1958 y 1961.
Muchos a?os despu¨¦s, en 2011, comenz¨® una serie de revoluciones simult¨¢neas en el mundo ¨¢rabe. Conviene se?alar que las revueltas no fueron debidas al islam pol¨ªtico ni al panarabismo, sino al hast¨ªo popular de Gobiernos autoritarios, disfuncionales y corruptos. El rumbo que tomaron las revueltas es conocido. Con Siria sumida en una ca¨®tica guerra civil que deja ya m¨¢s de 130.000 muertos, Libia en una situaci¨®n de inestabilidad que la pone al borde del colapso, Egipto devolviendo el poder al Ej¨¦rcito e ilegalizando a los Hermanos Musulmanes y T¨²nez como ¨²nico caso de ¨¦xito, el balance de las revoluciones es poco satisfactorio.
No se puede exigir a las transiciones ¨¢rabes lo que ni siquiera se ha logrado en Europa
T¨²nez, el proceso m¨¢s exitoso, aprob¨® su nueva Constituci¨®n el 27 de enero, despejando el camino para unas elecciones que ser¨¢n las m¨¢s seculares y limpias de todos los pa¨ªses que han vivido transiciones en la regi¨®n. La nueva Constituci¨®n es la m¨¢s moderna del mundo ¨¢rabe, fruto de una transici¨®n no violenta. De esta manera, y con una poblaci¨®n peque?a y educada, T¨²nez se ha convertido en la excepci¨®n. Egipto ha vuelto atr¨¢s tras el golpe de Estado, ilegalizando a los Hermanos Musulmanes. El proceso egipcio, sin embargo, no debe ser considerado como una estricta vuelta atr¨¢s, sino como una espiral ascendente que vuelve atr¨¢s pero que, pese a todo, avanza. La fractura generacional es evidente: la movilizaci¨®n social ha supuesto una valiosa experiencia pol¨ªtica para los j¨®venes egipcios, que representa una diferencia clave respecto al periodo anterior a la ca¨ªda de Mubarak. Siria, por su parte, sigue bloqueada.
La falta de pluralismo y la nula capacidad de compartir el poder secuestra el avance de las transiciones. Salvo en el caso tunecino, se detecta en todos los pa¨ªses con mayor o menor intensidad. En Egipto, tanto el Ej¨¦rcito (sea con Mubarak o con Al Sisi) como las islamistas han demostrado que quieren hacerse con todo el poder. Lo hac¨ªa el Ej¨¦rcito antes de la revoluci¨®n, lo hicieron los Hermanos Musulmanes y de nuevo lo hace el Ej¨¦rcito. El ideal de pluralismo no puede ser impuesto, debe ser las propias sociedades los que los demanden y construyan instituciones duraderas que los preserven. El proceso puede llevar a?os.
Por ello es importante no perder la perspectiva hist¨®rica. Hace solo tres a?os empezaron las revueltas en T¨²nez, que sirvieron como chispa para incendiar a los pa¨ªses vecinos. La situaci¨®n de partida de cada uno de ellos era diferente: hay sociedades muy homog¨¦neas, como T¨²nez, que no ha sufrido violencia; y otras muy complejas, como Siria, que vive una guerra civil. Tampoco tienen estructuras regionales consolidadas donde integrarse, solo algunos modelos como el turco, que se esgrimen como posibilidad para llegar a la democracia.
El contexto para poner en marcha las transiciones era (y es) comparativamente desfavorable si miramos a las del continente europeo. Europa del Este y los Balcanes, a diferencia de los pa¨ªses ¨¢rabes, s¨ª ten¨ªan una pista com¨²n de despegue: todos son parte de un continente que ha dado pasos hist¨®ricos en materia de integraci¨®n desde la II Guerra Mundial¡ª; y de aterrizaje, tanto en el ¨¢mbito pol¨ªtico (UE) como en el de la seguridad (OTAN). Sin embargo, Bosnia o Ucrania se encuentran a¨²n en situaci¨®n muy delicada, presos de una democracia no plural y disfuncional. Las transiciones, 25 a?os despu¨¦s de la ca¨ªda del muro de Berl¨ªn y 23 de la desintegraci¨®n de Yugoslavia, permanecen inacabadas.
No se puede exigir en tres a?os lo que no ha ocurrido ni en el continente europeo. Se necesita paciencia estrat¨¦gica y un compromiso inequ¨ªvoco con el pluralismo, sea en Kiev o en El Cairo. Pese a los pasos atr¨¢s que se est¨¢n dando en Egipto o la intolerable violencia en Siria, la regi¨®n evoluciona con sus propios ritmos, en un contexto geopol¨ªtico especialmente complejo, cambiante e inestable.
Javier Solana es distinguido senior fellow de Brookings Institution y presidente del Centro de Econom¨ªa y Geopol¨ªtica Global de ESADE.
? Project Syndicate, 2013.
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