¡°Si Freud me hubiera conocido, el complejo de Edipo se llamar¨ªa complejo de Almudena¡±
Almudena Grandes lleva la escritura en su ADN En su casa, enfrentada al ordenador en el que escribe sus novelas, encuentra la calma Cotilla confesa por necesidad profesional, publica este mes ¡®Las tres bodas de Manolita¡¯ Es la tercera novela de las seis que configuran ¡®Episodios de una guerra interminable¡¯
¨CHablemos primero sobre la calma¡
¨CEsa desconocida¡
Quise plantearle esa cuesti¨®n a Almudena Grandes porque es muy dif¨ªcil asociar a esta mujer grande, de risa asaltada por el humo del tabaco y de ojos inquisitivos y cari?osos, con la palabra calma. Su casa, donde escribe ¡°desde que los dem¨¢s se van a clase o al trabajo¡±, respira sosiego y recuerdos, pero ella misma solo se calma cuando escribe. ¡°Para m¨ª la escritura es como una vida paralela¡±.
As¨ª que ah¨ª se serena, en ese escritorio que hubiera envidiado Gald¨®s, aunque qui¨¦n sabe qu¨¦ hubiera hecho su admirado novelista canario ante este ordenador inmenso que mira Almudena desde que se queda sola.
Su nueva obra, que sale ahora publicada por Tusquets, se titula Las tres bodas de Manolita y es el tercero de seis episodios en los que se propuso contar la interminable posguerra espa?ola. Cuando lo abres y comienzas a leer esta escritura minuciosa y calma, en seguida te viene a la mente aquella Almudena activa, que no para ni en la casa ni en el mercado ni en la calle ni en los bares, donde habla e inquiere con una velocidad que ya lleva su nombre, la velocidad de Almudena.
Pues aqu¨ª se apacigua, y de ah¨ª proceden estos vol¨²menes. Alrededor del ordenador est¨¢n sus cajas estrujadas de tabaco, hay fotos de amigos (el poeta ?ngel Gonz¨¢lez es como uno de los santos laicos de estos altares) y hay abundante material gr¨¢fico de los libros que ya public¨®, sobre todo de estos Episodios de una guerra interminable al que corresponde Las tres bodas de Manolita.
Es una casa (en la que vive con su marido, el poeta Luis Garc¨ªa Montero) de la que ahora se van los hijos (¡°van y vienen, viven cerca¡±), pero donde hay sillones y sillas por doquier, y mesas, y rincones que, cuando se hace de noche (sobre todo si hay partido y juega el Atl¨¦tico de Madrid, su equipo), se llenan de amigos, entre los que estuvo ?ngel Gonz¨¢lez y entre los que siguen viniendo Joaqu¨ªn Sabina, Chus Visor, Benjam¨ªn Prado¡ Es un hogar, por as¨ª decirlo, de familia numerosa, acaso como estos propios libros de Almudena Grandes.
As¨ª que es dos Almudenas, la que vive en el barullo y la que se queda sola en casa. ¡°Aprend¨ª hace mucho tiempo que para escribir novelas ten¨ªa que aislar mi vida verdadera de la vida de la novela¡ Lo que no puede pasar es que cuando seas feliz, todo lo que pase en la novela sea estupendo, y que cuando est¨¦s mal, todo lo que ocurra en el libro resulte un horror¡±.
Para que se concentre en la obra, ¡°el escritor ha de gestionar la soledad¡±. Esa respiraci¨®n solitaria es la que confiere sosiego: ¡°Cuando me levanto, entro en mi despacho, enciendo el ordenador y me enfrento a lo que he escrito, entro en un espacio que es exclusivamente m¨ªo y en el que no dejo que nada me preocupe¡±.
Va sola, escribe sola, pero en la cabeza hay un volumen de hechos, de di¨¢logos y personajes. Como en Las tres bodas de Manolita. Me la imagino dando manotazos a la vida cotidiana para encerrarse al fin con toda esa enorme familia de ficci¨®n. ¡°Me da verg¨¹enza contar estas cosas, sobre todo en los institutos, porque los chicos me miran como si fuera una m¨¦dium con experiencias paranormales¡ La verdad es que tengo un sistema de trabajo que me permite saber mucho de la novela antes de empezarla; antes de escribir la primera palabra, trabajo durante meses en un cuaderno¡±.
Cuando escribo, entro en un espacio exclusivamente m¨ªo y en el que no dejo que nada me preocupe
En los cuadernos se cuenta la historia a s¨ª misma, traza los personajes por separado, c¨®mo son, qu¨¦ les ha pasado¡ Es como si construyera un edificio en el que hay cronolog¨ªas, sucesos, gente, y todo eso est¨¢ en la cabeza que al fin se sienta delante del ordenador que hubiera envidiado Gald¨®s¡ Pero cuesta imaginar que tuviera ya las seis novelas de la serie en la cabeza. ¡°Me enganch¨¦ a la historia contempor¨¢nea de Espa?a cuando estaba empezado a escribir El coraz¨®n helado (2007). Desde entonces solo le¨ª libros relacionados con la posguerra, solo ve¨ªa cine de posguerra, y vi fotos, todas las fotos que pude de esa ¨¦poca¡ Un d¨ªa ya me imagin¨¦ las seis novelas y vi que era capaz de cont¨¢rmelas a m¨ª misma¡ Supongo que porque tengo la suerte de mezclar memoria y cotilleo, las condiciones que debe tener un novelista seg¨²n Juan Mars¨¦¡±.
Muy cotilla ¡°porque con la propia vida no vas a ninguna parte, necesitas nutrirte de la de los dem¨¢s¡±, y adem¨¢s has de tener mucha memoria ¡°para almacenar y poder contar cuando te conviene¡±. Un d¨ªa llam¨® a su editor en Tusquets: ¡°Juan Cerezo estaba en Londres, y se qued¨® de piedra cuando le dije que iba a empezar a escribir una serie de seis novelas. ¡®?Por qu¨¦ seis?¡¯, me dijo¡±. Se acord¨® de don Benito P¨¦rez Gald¨®s y de sus Episodios nacionales.
¨CPero ¨ªmpetu y Almudena es lo mismo, ?no?
¨CBueno, s¨ª; ¨ªmpetu cuando acierto, pero tambi¨¦n cuando me equivoco. Es verdad que soy en¨¦rgica¡
¨CY habr¨¢ tenido momentos l¨¢nguidos¡
¨CQue han sido normalmente buenos; pero tambi¨¦n he tenido episodios de desactivaci¨®n. Es verdad que soy muy tenaz, es un rasgo de mi car¨¢cter: nunca doy una causa por perdida.
Una vez escribi¨® (Castillos de cart¨®n, 2004): ¡°Est¨¢bamos en 1984 y ten¨ªamos veinte a?os, Madrid ten¨ªa veinte a?os, Espa?a ten¨ªa veinte a?os y todo estaba en su sitio¡±. Ahora el tiempo lo ha roto todo, ?o lo hemos roto nosotros? ¡°No creo que haya sido el tiempo; aquel fen¨®meno era verdadero, yo lo vi, era adolescente en una ciudad y en un pa¨ªs adolescente. Como todos los momentos de gran felicidad en la vida de las personas, de las naciones, ten¨ªa un porcentaje importante de ilusi¨®n; era real porque las ilusiones y las fantas¨ªas son reales, pero esa exaltaci¨®n ten¨ªa bases fr¨¢giles. Y ahora vivimos, como dec¨ªa Jos¨¦ ?lvarez Junco, en una democracia herm¨¦tica, en un pa¨ªs anonadado¡±.
Como observadora de las heridas que quedaron, ?cu¨¢ndo acab¨® la guerra? ¡°Cuando lleg¨® la democracia¡ ?Sabes por qu¨¦ mi protagonista se llama Manolita y por qu¨¦ en todas partes hay una Manolita? Son homenajes distintivos de los que te das cuenta despu¨¦s de poner ese nombre a la Manolita de Las bicicletas son para el verano, de Fernando Fern¨¢n-G¨®mez. Al final de esa obra, el ni?o le dice al padre: ¡®Pero, pap¨¢, ahora que se ha acabado la guerra, el verano que viene me podr¨¦ comprar una bicicleta porque ya estaremos en paz¡¯. Y el padre le dice: ¡®Hijo, no ha llegado la paz. Ha llegado la victoria¡¯¡ Es lo que creo que pas¨® en Espa?a, y en Manolita¡ se repite mucho: una joven muy desarmada, que no es de buena familia ni tiene dinero, de repente observa que la paz se ceba con ella, la echan de casa, encarcelan a su padre, se queda con unos ni?os peque?os, y en seguida empieza a sentir que la paz ha tra¨ªdo otra guerra a su vida. Para esta gente, la guerra se termin¨® cuando lleg¨® la democracia, cuando se cerr¨® el par¨¦ntesis de aquella guerra prolongada por la paz, que no fue una paz, sino una victoria, como dec¨ªa Fern¨¢n-G¨®mez¡±.
Todos los libros de Almudena pueden contar la historia de Almudena, la de sus padres, la de sus barrios madrile?os¡ En s¨ª misma, la historia de su padre, Manolo, es una novela: ferretero, vividor, mujeriego, obsesionado ¡°porque me fuera bien en la vida, porque me dieran premios¡±¡ Y la de la madre, Benita (todos la llamaban Moni), que muri¨® cuando la escritora ten¨ªa 22 a?os¡
Soy muy tenaz, es un rasgo de mi car¨¢cter, nunca doy una causa por perdida
Bisabuelos y abuelas exc¨¦ntricas o desaparecidas, historias familiares que parecen habitantes de los cuadernos de sus ficciones, y cuyo enunciado solo ser¨ªa otra novela de Almudena Grandes. De todo ello, una curiosidad: ?por qu¨¦ se enfad¨® con su madre? ¡°No fue enfado exactamente. Ocurre que una persona te puede querer mucho, pero no comprenderte en absoluto¡ Lo que sucedi¨® con ella pas¨® con todas las mujeres de mi generaci¨®n¡ Cuando las madres de las mujeres italianas, por ejemplo, eran feministas y quemaban el sujetador, mi madre viv¨ªa en el siglo XIX, en un pa¨ªs donde el estatuto jur¨ªdico de las mujeres era decimon¨®nico, y el c¨®digo penal, ni te lo cuento¡ Esa diferencia produc¨ªa un elemento inconsciente de hostilidad hacia nuestras madres. Hab¨ªa un oc¨¦ano de incomprensi¨®n muy grande que las mujeres que han tenido la suerte de no perder a su madre tan pronto han podido resolver. Despu¨¦s de haber llorado a mi madre, llor¨¦ un mont¨®n con la dedicatoria de Usos amorosos de la posguerra espa?ola, de Carmen Mart¨ªn Gaite, que dice: ¡°A los hijos de las mujeres de mi generaci¨®n con la esperanza de que entiendan mejor a sus madres¡±.
Manolo, el padre, fue un c¨®mplice, sin embargo. Vivi¨® hasta 2005. ¡°Era un trueno, un se?or muy inclasificable. Ten¨ªa 73 a?os cuando muri¨®, mi madre hab¨ªa muerto con 47¡ Si Freud me hubiera conocido a m¨ª, el complejo de Edipo se hubiera llamado Almudena porque estaba enamorada de mi padre y del padre de mi padre. Era un francotirador total, un trueno¡¡±.
¨CMi padre siempre tem¨ªa que yo fracasara. Ahora, cuando me dan un premio u ocurre cualquier cosa que le hubiera halagado, yo digo: ¡°?Qu¨¦ putada, pap¨¢, qu¨¦ putada¡, si en realidad te lo habr¨ªas pasado mejor que yo!¡±.
¨CLa calma, pues¡
¨CLa calma hubiera sido que ¨¦l estuviera aqu¨ª todav¨ªa, que estuviera mi madre¡ Pero la vida es as¨ª de cabrona. Ya no est¨¢n ellos, pero en general me siento una persona afortunada.
En la puerta de salida hay unos papeles con versos de Cernuda, de ?ngel Gonz¨¢lez, de B¨¦cquer. Los deja la hija de Luis, Irene, que hasta hace nada viv¨ªa con ellos. Y con ellos se ha quedado Elisa, la hija de ambos. ¡°S¨ª, la vida es sabia y cabrona, pues te acaba jugando la pasada habitual, y ahora me encuentro dici¨¦ndole a mi hija adolescente las cosas que mi madre dec¨ªa, haciendo lo que ella hac¨ªa¡ Es normal, es as¨ª, solo que yo tuve la mala suerte de perder a mi madre a los 22 a?os¡±. La oyes hablar y entiendes que despu¨¦s del trueno de la vida y de las nostalgias que esta deja, la escritura calme el semblante de Almudena Grandes.
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