Una jaula en Delhi
Nagalakshmi huy¨® de la prostituci¨®n tras a?os de vejaciones y torturas Segunda historia de mujeres en la India extra¨ªdas del libro 'Rumbo a las estrellas, con dificultades' sobre el trabajo de Vicente Ferrer
No, si me tapo la cara no es por religi¨®n. No quiero que me la veas. Los ojos no importan. As¨ª sabr¨¢s que digo la verdad. No importa si lloro. Y as¨ª puedo ver yo tambi¨¦n. Leer tu cara.
Dices que eres un escritor, pero eres un hombre.
No me ha quedado muy buena impresi¨®n de los hombres, sean quienes sean. Aunque, bueno, uno, gra?cias a uno pude escapar. S¨ª, debo ser justa, uno me ayud¨®. Me dijo: "T¨² no puedes estar aqu¨ª". Se arries?g¨®. No, yo no pod¨ªa seguir all¨ª. No creo que hoy estu?viese viva. Pero otras tampoco pod¨ªan seguir all¨ª. En aquel burdel, como esclavas.
Me casaron a los doce a?os. Me casaron con mi t¨ªo, de cuarenta y cinco a?os, el hermano de mi madre. No hab¨ªa tenido a¨²n mi primera menstruaci¨®n. No sab¨ªa nada de sexo. Ni siquiera nos hicieron una foto de boda. Me llevaron a vivir a una caba?a compartida, donde viv¨ªan una hermana de mi marido y una herma?na del marido de la hermana de mi marido, con sus hijos. Desde el principio me trataron como a una cria?da. No me quer¨ªan. Yo trabajaba y trabajaba. Pero, aun as¨ª, mi marido me pegaba. Me puse muy enferma. Me vinieron a buscar mis padres. Cuando me puse mejor, trabajaba para alimentar a mis padres. Ellos son muy mayores, sal¨ªa a pedir. Una vez me visit¨® una mujer y me habl¨® de ir a trabajar a una ciudad grande, al servicio dom¨¦stico, donde ganar¨ªa unos miles de ru?pias. Al principio, me negu¨¦. Pero me visitaba, me ha?blaba de mi miseria y de la vida diferente que podr¨ªa llevar.
Yo le daba vueltas y vueltas. Todo el d¨ªa pensan?do. Me abandon¨® mi marido, no tengo nada en qu¨¦ apoyarme. ?Qu¨¦ hago aqu¨ª? Al fin le dije a la mujer que s¨ª. Vino a buscarme y fuimos en tren a una ciu?dad llamada Kadiri. En la casa donde me llev¨® hab¨ªa un joven, que me vigilaba todo el tiempo. Fue all¨ª donde me compraron, seg¨²n supe luego. Me vistieron con un burka y me llevaron en un rickshaw a la esta?ci¨®n del tren. Los billetes eran para Delhi. Me llevaron a una casa grande. La se?ora dijo que era la madre del joven de Kadiri. Tampoco eso era verdad. Me visti¨®, me dio de comer, me llev¨® a una peluquer¨ªa donde me cortaron el pelo. ?Te van a poner guapa?, me dijo. En el centro de est¨¦tica hab¨ªa una chica que conoc¨ªa, de cerca de mi pueblo. Llevaba una minifalda y me dijo que yo tendr¨ªa que vestirme igual. Estaba muy asustada.
No entend¨ªa. ?Por qu¨¦ ten¨ªa que vestirme as¨ª? Ella me explic¨® toda la realidad.
No me puse la minifalda. Me vest¨ª con un sari. Y la due?a se enfureci¨®. Me dijo a la cara: "Eres est¨²pida, te he comprado por setenta mil rupias. Si quieres vol?ver, trabaja para pagarlas". Me golpe¨® sin parar con un palo hasta destrozarme el sari y vestirme como ella quer¨ªa. Yo no pod¨ªa comer. Me negaba a acostarme con los clientes. Entonces me at¨® a un poste, en medio de la sala, machac¨® guindillas verdes y me las meti¨® en los ojos. Yo ped¨ªa agua, pero ella amenazaba a quien quisiera ayudarme. Tuve que aparentar que le har¨ªa caso. Fueron tres a?os de suplicio. Yo no hac¨ªa lo que ella quer¨ªa y volv¨ªa a golpearme. Pens¨¦ en el suicidio. Iba a hacerlo, matarme. Durante un tiempo me mostr¨¦ d¨®cil, para que ella se confiase. Ella se fue a una fiesta y un vigilante habl¨® conmigo. ?l hab¨ªa visto todas las palizas. Me dijo: "Tienes que huir, t¨² no puedes seguir as¨ª". Y me dio el dinero para poder comprar un billete de tren.
Fue as¨ª como volv¨ª a Anantapur. En el pueblo, na?die me respetaba. Mi madre hab¨ªa muerto. Mi padre solo me hablaba si le llevaba alg¨²n dinero. La gente no sabe la realidad de estas cosas. Si te ha pasado algo malo, piensan que eres culpable. Pero tambi¨¦n hay otra gente que es de otra pasta, que no se deja enga?ar por las apariencias. Gente que emigr¨® y que conoce las amarguras. Fue entonces cuando o¨ª hablar de la Fun?daci¨®n. Me acerqu¨¦ al centro de asesoramiento en Gandlapenta. Cont¨¦ lo que me hab¨ªa sucedido. Eran mujeres que escuchaban, trabajadoras sociales. Me trataban como persona. Pude visitar los talleres, de saris, de imprenta, de incienso, de compresas, donde trabajaba gente que hab¨ªa pasado por situaciones te?rribles. Estaban contentas, viv¨ªan otra vida. Estaban protegidas y entre ellas se ayudaban. A m¨ª me dieron un pr¨¦stamo para abrir un peque?o quiosco. Estamos organizadas. Nos reunimos. Denunciamos las redes de prostituci¨®n. Y nos damos cuenta de que somos fuer?tes porque no nos callamos. Cuando nos han querido hacer da?o, reaccionamos unidas. Y si hay alg¨²n caso de corrupci¨®n policial, o de desatenci¨®n, hemos ido a los jefes. Si uno no escucha, acudimos a otro. A la ad?ministraci¨®n. Ahora nos respetan.
Si me cubro, no es por ocultarme. As¨ª tampoco sabr¨¢s qu¨¦ ha pasado con mi rostro, si soy bella o no. Tengo treinta a?os, mi nombre es Nagalakshmi. Soy dalit. No volver¨¦ a casarme. No conf¨ªo en los hombres.
En el libro Vicente Ferrer. Rumbo a las estrellas, con dificultades (RBA), Manuel Rivas sigui¨® las huellas de Vicente Ferrer (1920-2009) desde su adolescencia republicana en Espa?a hasta su lucha para transformar la des¨¦rtica Anantapur, en la India, en un territorio de la esperanza. La clave de esa revoluci¨®n del siglo XXI ha sido el situar a la mujer en el coraz¨®n y la vanguardia de la comunidad. Aqu¨ª se cuentan en primera persona algunos testimonios de ese tr¨¢nsito: entre la opresi¨®n y la re-existencia.
Retratos de mujeres indias de la mano del fot¨®grafo ?ngel L¨®pez Soto
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.
M¨¢s informaci¨®n
Archivado En
- Prostituci¨®n
- Esclavitud
- Derechos mujer
- India
- Explotaci¨®n sexual
- Tr¨¢fico personas
- Asia meridional
- Asia
- Problemas sociales
- Delitos sexuales
- D¨ªa de la mujer 2014
- Empleo femenino
- D¨ªas mundiales
- Feminismo
- Movimientos sociales
- Empleo
- Mujeres
- Eventos
- Trabajo
- Sociedad
- D¨ªa de la mujer
- Trata de seres humanos
- Delitos
- Justicia
- Planeta Futuro