?Hemos superado ya el cierre de Seriesyonkis?
Los cinco d¨ªas desde el cierre de la web de visionado de series 'pirateadas' han mostrado un mundo sin atracones ilegales
"?C¨®mo hac¨ªa para besarse la gente antes de que se inventara el tocadiscos?", se preguntaba?Giles Smith en sus memorias musicales y sentimentales Lost in Music, recientemente editadas en Espa?a por Contra. Lo que es francamente dif¨ªcil de imaginar en un 2014 sin series es de qu¨¦ hablar¨ªa la gente en los ascensores (volver¨ªa el: ¡°hace calor, pero en Madrid es m¨¢s seco¡±), en las cenas de antiguos alumnos convocadas, en las torpes primeras citas, en las m¨¢quinas de caf¨¦ (las que queden) de las oficinas, en los sof¨¢s de las parejas demasiado longevas...
Y, entonces, el apag¨®n. Seriesyonkis, la plataforma (no es la ¨²nica, pero s¨ª la mayoritaria) en la que much¨ªsimos se daban atracones de ficciones televisivas a cambio de cero euros, bloque¨® hace unos d¨ªas todas las fuentes de su man¨¢ gratuito, sin previo aviso y sin explicaci¨®n.
El nombre de la web ven¨ªa bien para esa met¨¢fora: apunta el comportamiento de sus usuarios m¨¢s obsesivos. Esos que, como en el advenimiento de una guerra o ante un apocalipsis zombie, hac¨ªan acopio de leche en polvo, achicoria y legumbres y se met¨ªan en un b¨²nker a echar horas viendo The walking dead. Ellos, m¨¢s que lamentarse por no poder ver las series, se plantean comprar cacao y cigarrillos para superar el mono (como el morfin¨®mano Frankie en la novela de Nelson Algren El hombre del brazo de oro) y se preguntan perplejos de qu¨¦ napias van a hablar ahora. Porque ver series es, como sucede con los conciertos (foto al escenario lejano y oscuro) o con las comilonas (foto al plato antes y despu¨¦s) en la actualidad, m¨¢s bien hablar de haber visto series. Es curioso que exista esta histeria cuando Espa?a est¨¢ ahora llena de alternativas perfectamente legales y asequibles a la pirater¨ªa: son Yomvi, que permite ver las series en el dispositivo que uno desee, o Canal+ Series ¨Cque, vamos a ver, se esfuerza en emitir True detective, Girls, Shameless en versi¨®n original a pocas horas de su estreno en EE UU; House of cards, sin ir m¨¢s lejos, fue una temporada que emitieron entera un s¨¢bado¨C o Filmin, pero la oferta espa?ola no es lo que est¨¢ aqu¨ª a debate.
Porque ver series representa, as¨ª, una especie de alarde atl¨¦tico. Como esas aplicaciones que publican en las redes sociales cu¨¢ntos kil¨®metros has corrido. Algo as¨ª como los personajes par¨®dicamente culturetas de la comedia Portland discutiendo sobre qu¨¦ han le¨ªdo y qu¨¦ no pero sin hablar de lo que han le¨ªdo en s¨ª:
Ciego de series
De hecho, el t¨¦rmino que maneja la tambi¨¦n exitosa plataforma online Netflix: binge watching (es decir: visionado de atrac¨®n, que en ingl¨¦s se puede usar como borrachera; en el mismo campo sem¨¢ntico que ese yonkis de la web espa?ola). Sus responsables encargaron un estudio para analizar el comportamiento de los serieadictos. Un 73% mostraban sentimientos positivos hacia este nuevo tipo de consumo: la seriecurda. Incluso permitieron que el antrop¨®logo Grant McCracken visitara a algunos de estos consumidores. Ah¨ª vio la parte positiva, a su modo: la gente ya no se organizaba la vida para poder llegar a ver tal serie, sino que directamente convert¨ªa su vida en otra cosa. Cancelaba todo para entrar en la Dimensi¨®n desconocida de ver 14 cap¨ªtulos seguidos en 24 horas, pero al menos tomaba una decisi¨®n y no se rend¨ªa a un zapping pasivo estilo Homer Simpson. Seg¨²n el Wall Street Journal, de hecho, el 25% de los telespectadores se pulen los 13 episodios de una temporada en dos d¨ªas, mientras que un 48% s¨®lo necesita una semanita.
Lo que quedar¨ªa en suspenso con el apag¨®n definitivo de Seriesyonkis, o con el advenimiento de una sequ¨ªa severa de la pirater¨ªa online que da acceso transversal y masivo a estas ficciones, no ser¨ªa ya el visionado de series (quedar¨ªan sus emisiones regulares en la televisi¨®n y determinadas plataformas de pago ni siquiera especialmente caras), sino su rol central en las conversaciones y este nuevo tipo de consumo.
Condenado a ver series
Sobre este comportamiento obsesivo, y sobre las series como nueva tertulia moderna, ha hablado el experto en cultura Ra¨²l Minchinela: ¡°Para participar es necesario mantenerse al d¨ªa. Hay que seguir vi¨¦ndolas semana tras semana. Lo que era una sugerencia toma la forma de condena¡±. Y a?ade: ¡°Hay que mantenerse al d¨ªa con una voluntad fren¨¦tica, pero cuando lo logras, cuando ya puedes acceder a hablar en una tertulia, resulta que alguien no ha visto todo y dice: No dig¨¢is nada, que voy por la primera temporada¡±.
Jorge Carri¨®n, escritor y autor de ensayos de la nueva televisi¨®n como Teleshakespeare (Errata Naturae), explica sobre el apag¨®n de Seriesyonkis: ¡°Creo que una p¨¢gina no concentra todos los visionados y que todo seguir¨¢ igual en cuanto se vuelvan a organizar alternativas o se hagan m¨¢s visibles otras que no lo son tanto. Vince Gilligan ha dicho que la televisi¨®n es el arte narrativo central de nuestra ¨¦poca y estoy de acuerdo. El equivalente deportivo es el f¨²tbol. Necesitamos temas centrales de sociabilizaci¨®n porque tenemos tantas especializaciones, hobbies, frikismos, subculturas, que en algo tenemos que coincidir¡±.
De hecho, Carri¨®n ha organizado junto al tambi¨¦n profesor de la barcelonesa Universitat Pompeu Fabra Carlos Alberto Scolari un curso abierto, masivo y gratuito online (MOOC) dedicado a la nueva edad de oro de la televisi¨®n estadounidense. Este otro profesor explica: ¡°Los seres humanos necesitamos las narrativas, son parte fundamental de nuestra cultura y educaci¨®n. Durante milenios hemos transmitido informaci¨®n de una generaci¨®n a otra a trav¨¦s de narrativas, ya sea sagas m¨ªticas hasta el relato de la manzana de Newton. En la segunda mitad del siglo XX la televisi¨®n se sum¨® a otros medios como la radio o el libro impreso que contaban historia¡±. Y a?ade: ¡°No tiene nada de extraordinario que las series formen parte de nuestras conversaciones, debates y recomendaciones. Las series nos divierten, alegran o entristecen pero tambi¨¦n nos dan claves para comprender las complejidadades de la vida social en el siglo XXI¡±.
Sobre el hipot¨¦tico apag¨®n, concluye: ¡°El valor narrativo de algunas series contempor¨¢neas es tan grande que a¨²n si estuviera limitadas a la televisi¨®n tradicional ser¨ªa teniendo su peso en la cultura global. Seguramente cambiar¨ªan las formas de consumo y circulaci¨®n pero Walter White seguir¨ªa siendo en personaje endiabladamente seductor¡±.
?Pinchar la burbuja?
¡°Hablar de las series descargadas tiene incluida una jactancia -l¨¦ase una rivalidad- que se articula como normalidad-entre-los-selectos. Entre aquello que todo el mundo recorre, ellos saben elegir con gusto y adem¨¢s pueden consumir con distinci¨®n¡±, matiza Minchinela. En una hipot¨¦tica ucron¨ªa en la que realmente se cayeran todas las plataformas de visionado online y gratuito (¡°para que sucediera se deber¨ªan colapsar todos los medios de trasnferencia presentes y futuros¡±), el fen¨®meno tendr¨ªa algunas consecuencias: ¡°Si realmente se cayeran todas el juego de la ostentaci¨®n se derrumbar¨ªa. El consumo selecto consiste en que todos tienen acceso a la misma caja pero solo unos pocos distinguen la joya. Si se caen todas las descargas, las series mantendr¨¢n su estatus pero reflotar¨¢ el lado social, como en la vieja ¨¦poca del trapicheo de pel¨ªculas subterr¨¢neas. Por encima de la distinci¨®n en el elegir, el que ahora tendr¨¢ galones ser¨¢ aquel que tiene un amigo que tiene otro amigo que te lo consigue todo¡±.
Sin haberlo mencionado, la ret¨®rica de este pensador siempre audaz recuerda a la del mercadeo del mercado negro durante La Ley Seca estadounidense. Volvemos a la teor¨ªa binge. Bego?a G¨®mez, l¨²cida articulista de esta casa y responsable del exitoso blog La Serialista, considera que ¡°esta adopci¨®n colectiva de las series como m¨ªnimo com¨²n denominador social ha coincidido exactamente con la masificaci¨®n de las redes sociales. Ya no est¨¢ claro si ves True Detective por ver True Detective o si ves True Detective para no ser el ¨²ltimo pringado de tu muro en comentar el famoso plano secuencia del cap¨ªtulo cuatro¡±.
No estamos hablando de lo mismo
Aun as¨ª, G¨®mez a?ade un matiz sociol¨®gico. Cada uno comenta en sus c¨ªrculos de redes sociales pensando que ese es el humus cultural predominante, aunque no siempre es as¨ª: ¡°Si realmente Seriesyonkis no vuelve a ser lo que era, sin duda en el futuro se recordar¨¢ como un hito multigeneracional y muy definitorio de esta d¨¦cada. Al ser tan hegem¨®nica serv¨ªa incluso como medidor del gusto. Es curioso por ejemplo lo constante que es el ranking de series m¨¢s vistas (C¨®mo conoc¨ª a vuestra madre o Big Bang apenas se han movido de ah¨ª en cinco a?os) y lo dif¨ªcil que lo tienen las llamadas series "de prestigio" para colarse ah¨ª, aunque est¨¦n de actualidad, como House of Cards¡±. Y a?ade: ¡°En cambio hay series que la cr¨ªtica y los medios ignoran (seguramente con raz¨®n) como Pretty Little Liars, que nunca se caen del ranking de Seriesyonkis. Salvando un poco las distancias, es un fen¨®meno similar al que se da con las listas de ¨¦xitos musicales. Cuando YouTube public¨® la lista de los v¨ªdeos m¨¢s vistos de 2013 en Espa?a, result¨® que no aparec¨ªan ni Miley Cyrus ni Pharell Williams, sino artistas que casi nunca aparecen en los medios generalistas como Abraham Mateo o Henry Mendez¡±.
En un hipot¨¦tico mundo post-Seriesyonkis (o webs similares), quiz¨¢s se volver¨ªa a otro tipo de escenario algo m¨¢s comedido. Como cuando los neoyorquinos se arremolinaban en los muelles de su ciudad para recibir a los que ven¨ªan de Gran Breta?a para coserlos a preguntas para saber c¨®mo hab¨ªa acabado aquel pobre personaje de un follet¨ªn del novelista Charles Dickens (imaginamos a uno de ellos dici¨¦ndole a su t¨ªa viajera: ¡°No quiero spoilers, tata; ?has tra¨ªdo el t¨¦ que te encargu¨¦?¡±). O se ahorrar¨ªan comportamientos de pareja adicta como el que, de nuevo, ofrec¨ªa la serie Portlandia en su gag de Un episodio m¨¢s de Battlestar Galactica.
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