El cazador de osos
La pena es no poder colocar sobre la chimenea, debidamente disecadas, las cabezas de todos esos preferentistas que fueron cayendo uno a uno bajo sus certeros disparos publicitarios
Excelente imagen de Blesa tras declarar por el caso de las preferentes. No se pierdan c¨®mo mira a los estafados que protestan tras el cord¨®n policial mientras ¨¦l se introduce en el Mercedes. Parece la mirada del cazador de osos que, con un fusil de mira telesc¨®pica, abate sin riesgo alguno a un mam¨ªfero siete veces m¨¢s grande que ¨¦l. Y quiz¨¢ m¨¢s listo. Ya se ha cobrado la pieza. La pena es no poder colocar sobre la chimenea, debidamente disecadas, las cabezas de todos esos preferentistas que fueron cayendo uno a uno bajo sus certeros disparos publicitarios. Sorprender¨ªa verle tan tranquilo, incluso tan pagado de s¨ª mismo, de no saber que durante su mandato concedi¨®, a diestro y siniestro, favores que ahora se est¨¢ cobrando con intereses. Su proximidad al poder act¨²a como un escudo m¨¢gico. Vean, si no, la celeridad con la que han echado a patadas del sistema a Elpidio Silva, el juez que se atrevi¨® a meterle en la c¨¢rcel por causas de sentido com¨²n. Se trata de una costumbre muy arraigada entre nosotros. Manda huevos, por ejemplo, que el ¨²nico condenado por el caso G¨¹rtel sea, de momento, el juez que se atrevi¨® a destaparlo. As¨ª estamos. A Miguel Blesa, seg¨²n hemos sabido por algunos de los correos que se han hecho p¨²blicos, le ped¨ªan favores los socialistas y los populares, pero com¨ªan en su mano los sindicalistas, le presionaba el hijo de Aznar¡ Tacita a tacita se fue construyendo una armadura para los malos tiempos. Y funciona. Cuando ¨¦l dice que los correos corporativos son privados, la justicia dice que son privados. Aunque afecten a lo p¨²bico. En fin, qu¨¦ mierda.
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