Homo shopping
En una revista como esta caben hombres que confiesan sin sonrojo: ¡°Ni elijo mi propia ropa. Quiero decir, que son asuntos que no est¨¢n en mi mundo¡±, como Johan Cruyff. O que aseguran no mirarse al espejo antes de salir de casa, como Eduardo Mendoza, a una p¨¢gina de aqu¨ª. ¡°Hace a?os que no me compro ropa¡±, le confesaba el escritor a Carles Francino en La ventana cuando se lanz¨® ICON. No s¨¦ si usted siente cierta desavenencia ante su postura, o al contrario, si es de los que cree que en realidad las mujeres desconf¨ªan de los heterosexuales que se postran en los templos del shopping como ante un altar.
?Qu¨¦ pensar, qu¨¦ decir acerca de aquellos que hacen gala de esa humildad est¨¦tica y delegan en otros, sean madres, esposas, hijas o asistentes personales, para que les repongan el vestuario? Usted, por ejemplo, es un director comercial, y a ella solo le encarga la ropa interior en packs. O pongamos que es controlador a¨¦reo y elige personalmente las camisas, conoce perfectamente su talla y destaca por el buen gusto de sus corbatas, que suele mostrar satisfecho a su mujer y a su suegra. Siempre ha despreciado las etiquetas, que si los acicalados metrosexuales, o los velludos megasexuales, y desde?a tanto exhibicionismo en un mercado ins¨®lito en el que hasta Cristiano Ronaldo dise?a calzoncillos. ?Recuerda a Cesc F¨¤bregas con su beb¨¦ sobre su depilada tableta de chocolate? ?O a toreros de moda, como Jos¨¦ Mar¨ªa Manzanares, mostrando su piel aterciopelada? ?O a Brad Pitt con la camisa desabrochada recitando un poema de amor para vender Chanel n¨²mero 5, pour femme? La masculinidad hace tiempo que recuper¨® la llave de un l¨¢nguido desali?o, en el que la coqueter¨ªa, al igual que el vigor, debe ser dosificada.
Un mandato ¨Csilencioso, pero efectivo¨C obliga a tener estilo, eso s¨ª, sin esfuerzo. Como un buen constipado. En los manuales del dandismo siempre se recomend¨® no lucir nunca zapatos nuevos en p¨²blico y arriesgar silenciosamente, adem¨¢s de procurar el punto medio entre misterio y cercan¨ªa. Llevar cualquier cosa de m¨¢s, o de menos, suele indicar desesperaci¨®n. Y puede que esta sea la raz¨®n de que los hombres sean tan fieles a los mismos productos. Brand guys (T¨ªos de marca) se titula el libro de Bill Vernick y Claire Farber, dos especialistas en marketing que analizan diez marcas asociadas a los estereotipos de la masculinidad contempor¨¢nea. Juguemos: ?es usted hombre Mac o Nike, Listerine o Abercrombie, Comedy Central o Bimmer¡? ?No se producir¨ªa rechazo? Los autores aseguran que esa identificaci¨®n con una firma ofrece ventajas a las mujeres: ¡°La clasificaci¨®n de estos tipos, que tan a gusto se sienten con los valores de su marca que les define, puede ayudar a las mujeres a decidir si un tipo es el adecuado para ellas¡± . Deber¨ªan clasificar urgentemente este libro como sexista. ?C¨®mo osan tratarle a usted de objeto, reducirle a una etiqueta! Aunque, pregunt¨¦monos cordialmente por qu¨¦, en el fondo, le agrada tanto aceptar que desde hace veinte a?os le es fiel a algo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.