Catalu?a y monsieur Queuille
Ha llegado el momento de explorar las v¨ªas de salida del contencioso pol¨ªtico
No existe ning¨²n problema pol¨ªtico tan urgente que no pueda ser resuelto mediante una indecisi¨®n¡±. Se ha atribuido la frase a Henri Queuille (1884-1970), pol¨ªtico radical con importantes responsabilidades de gobierno durante la III y la IV Rep¨²blica francesa. Sea o no cierta su autor¨ªa, se expresa con ella un estilo pol¨ªtico que ha tenido destacados practicantes en otras latitudes. Podr¨ªa ser reconocido en la estrategia ¡ªsi as¨ª cabe llamarla¡ª adoptada por el actual Gobierno espa?ol ante lo que algunos suelen llamar el ¡°desaf¨ªo soberanista¡±. A estas alturas de la peripecia, ha quedado tambi¨¦n bastante claro que esta estrategia inmovilista est¨¢ respaldada por la actual mayor¨ªa pol¨ªtica en el Congreso de los Diputados, por gran parte de la opini¨®n p¨²blica espa?ola y por un sector predominante de sus medios de comunicaci¨®n. Frente a ellos, son minor¨ªa quienes desde hace tiempo o desde hace poco promueven la superaci¨®n del esquema territorial vigente para dar alguna respuesta a quienes se manifiestan disconformes con sus resultados.
En otras circunstancias, una actitud mayoritaria de firmeza inamovible y de defensa de lo existente podr¨ªa ser garant¨ªa de estabilidad y consolidaci¨®n. Pero tal actitud choca desde hace a?os con un inconveniente no desde?able: la existencia en Catalu?a de una mayor¨ªa pol¨ªtica, social y medi¨¢tica que reivindica cambios en el statu quo de sus relaciones con el Estado y sus centros de decisi¨®n. Aunque sin coincidir en el contenido de los cambios, sus partidarios superan claramente a los inmovilistas locales. Y de esta discrepancia entre mayor¨ªas ¡ªen Catalu?a y fuera de Catalu?a¡ª nace el conflicto.
Abundan las interpretaciones sobre las ra¨ªces de esta persistente contraposici¨®n. En estas p¨¢ginas se han prodigado argumentos, par¨¢bolas y met¨¢foras de variado ingenio y valor. Pero me pregunto si no ha pasado el momento de las interpretaciones o de refugiarse en la complaciente idea de que esta discrepancia nace de una astucia de clase o de una maniobra partidista sin apoyo social. ?No ser¨ªa m¨¢s productivo explorar ya opciones de salida para un contencioso pol¨ªtico que pocos se atreven a negar? Examinar v¨ªas de salida es ahora m¨¢s acuciante porque es improbable que las cosas sigan como est¨¢n. No es necesario invocar al c¨¦lebre presocr¨¢tico para admitir que todo fluye y ¡ªdadas las circunstancias del caso¡ª con mayor velocidad que en otros tiempos.
Diversas decisiones del Gobierno indican que hay en marcha un proceso de involuci¨®n auton¨®mica
A modo de ejercicio y con ¨¢nimo de provocar nuevas sugerencias, apuntar¨¦ de nuevo cinco alternativas que se me ofrecen como pistas de desbloqueo. La primera consiste en una recentralizaci¨®n gradual del sistema existente. En realidad, parece estar ya en marcha un proceso de involuci¨®n auton¨®mica si examinamos una serie de decisiones recientes del Gobierno estatal en materias diversas: fiscal, municipal, educativa, laboral, medioambiental, etc¨¦tera. Es una involuci¨®n que satisface a buena parte de la opini¨®n espa?ola, incluso a gobiernos y poblaciones de algunas comunidades aut¨®nomas que ven reducida su propia esfera de autogobierno. En cambio, en nada favorece la posibilidad de convencer a la opini¨®n catalana mayoritaria para que altere el sentido de sus aspiraciones. M¨¢s bien al contrario.
Una segunda opci¨®n de sentido opuesto apuntar¨ªa a incrementar el grado de descentralizaci¨®n sin variar demasiado las bases del esquema actual. A mi juicio, es un camino abierto, pero con poco recorrido. Lo revel¨® el intento de reforma estatutaria de 2006. Una eventual expansi¨®n de la descentralizaci¨®n sin transformaciones de calado en el modelo no subsanar¨ªa algunos de sus defectos capitales ni responder¨ªa a lo que se plantea desde Catalu?a.
Una tercera pista apunta a la adopci¨®n de un modelo federal. La etiqueta federal admite matices muy variados: desde el federalismo a la alemana hasta un flexible federalismo asim¨¦trico, tan ridiculizado hace a?os por algunos que lo recuperan ahora como recurso de ¨²ltima hora. Su viabilidad depende en todo caso de que la propuesta aporte precisiones mayores que las suministradas hasta ahora por sus promotores. Por otro lado, la aclimataci¨®n de este principio organizativo a la cultura pol¨ªtica espa?ola puede ser bastante problem¨¢tica a la vista de consolidadas tradiciones partidistas y administrativas. Pero ello no habr¨ªa de ser obst¨¢culo para explorar de buena fe lo que pueda dar de s¨ª esta alternativa.
Un cuarto escenario consistir¨ªa en ampliar el acceso a la ¡°v¨ªa navarra¡± al autogobierno. Se tratar¨ªa en realidad de replicar el discreto confederalismo existente entre el Estado y aquella comunidad. O entre el Reino de Espa?a y el Reino de Navarra, si se prefiere apelar a sus ra¨ªces tradicionales. Lo califico como confederalismo discreto por un doble motivo: porque no es propiamente la confederaci¨®n de los manuales y porque su car¨¢cter excepcional y algo extravagante pasa discretamente desapercibido para los ac¨¦rrimos defensores de la ortodoxia constitucional. Sea como fuere, la relaci¨®n establecida entre Estado y comunidad foral parece aceptada y satisfactoria para ambas partes, tanto en lo simb¨®lico como en lo competencial y en lo fiscal. Algunas voces han sugerido recientemente ¡ªcon o sin menci¨®n del precedente navarro¡ª la posibilidad de una relaci¨®n similar entre el Estado y Catalu?a, una relaci¨®n que cuenta con un ejemplo muy consolidado y que no parece haber socavado fatalmente los cimientos del presente orden constitucional.
Una separaci¨®n amistosa tendr¨ªa costes elevados, pero menores que si se tratara de un divorcio turbulento
Finalmente, hay que referirse a la hipot¨¦tica separaci¨®n entre Catalu?a y Espa?a por m¨¢s que se opongan a ella importantes obst¨¢culos legales, econ¨®micos y sentimentales. Cabe imaginar una separaci¨®n amistosa o una separaci¨®n agria y turbulenta. Con costes elevados en ambos casos y para ambas partes. Pero menores tal vez en la primera que en la segunda. Por desgracia, no parece que la separaci¨®n amistosa sea imaginable a la vista del clima que nos envuelve. Habr¨ªa que resignarse, por tanto, a que se diera la segunda. A sabiendas de que su naturaleza conflictiva tampoco excluir¨ªa una negociaci¨®n para resolver multitud de cuestiones de derecho y de hecho.
He dejado a un lado los aspectos jur¨ªdico-constitucionales de cada alternativa. No porque sean insignificantes, sino porque ¡ªen desacuerdo con ciertas posiciones inmovilistas¡ª considero que no son los ¨²nicos ni siempre los m¨¢s determinantes para orientar el planteamiento de la cuesti¨®n y sus salidas alternativas. Aqu¨ª est¨¢n en juego otros recursos igualmente importantes que se barajan en contenciosos de este car¨¢cter: valores simb¨®licos, disponibilidades econ¨®mico-financieras, dimensi¨®n geoestrat¨¦gica, conexiones internacionales, etc¨¦tera. Sin olvidar ¡ªcomo es natural¡ª la intensidad de la movilizaci¨®n ciudadana o la capacidad de imposici¨®n coactiva de cada parte. Todos los recursos ¡ªy no solo uno de ellos¡ª deber¨¢n ser aquilatados para estimar la viabilidad de las diferentes alternativas cuando se entable la negociaci¨®n a la que indefectiblemente se llegar¨¢ m¨¢s tarde o m¨¢s temprano, con o sin votaciones o consultas previas.
Una ¨²nica alternativa se me presenta como totalmente in¨²til para superar el bloqueo actual. Es la del imp¨¢vido inmovilismo del que presum¨ªa ¡ªseg¨²n dicen¡ª el hombre pol¨ªtico franc¨¦s citado al principio de este art¨ªculo: una forma de gobernar que consiste en dejar pasar el tiempo sin adoptar iniciativa alguna. Conviene recordar que este estilo de gobierno atribuido a ciertos dirigentes franceses de la segunda posguerra mundial desemboc¨® finalmente en una crisis institucional de car¨¢cter terminal. Una crisis que acab¨® con el r¨¦gimen de la IV Rep¨²blica, llev¨® al poder al general De Gaulle, oblig¨® a adoptar una nueva Constituci¨®n y dio paso a la independencia de Argelia y de todas las colonias africanas de Francia. Porque cuando los dirigentes y las instituciones existentes no son capaces de acomodar nuevos procesos sociales quiebran de manera estrepitosa y son desbordadas por la realidad de los hechos. A corto o a medio plazo.
Josep M. Vall¨¨s es catedr¨¢tico em¨¦rito de ciencia pol¨ªtica (UAB).
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